Hijo de un cantaor de flamenco, nunca ha dejado la guitarra porque “me salen solos los arpegios” y sus amigos siguen contando con él en presentaciones de libros y reuniones para cantar sus composiciones. He coincidido muchas veces con él, en diversas antologías y en presentaciones donde canta sus canciones que antes eran poemas y que él ha musicado. “Alguien una vez me definió como un albañil de la música porque no sé leer una partitura”, recuerda sintiéndose a gusto con la definición. Tanto su música como su poesía salen de muy dentro… Buen conversador, comparte anécdotas sobre su vida amorosa, profesional y de a España de hace no tantos años (por tocar las tetas a su novia en el Parque del Oeste le querían multar con 5 pesetas… no lo hicieron porque salieron por patas. Se casó con su primera mujer, que era ucraniana, por lo civil, vestidos con trajes típicos del país). Cuenta y no para de sus recuerdos de ¿tiempos mejores? O lo son ahora. Su última obra, la cuarta, es un poemario titulado “La voz inerte” y está dividido en tres partes: La voz inerte, Poemas de la buena muerte y Del amor un día. Alberto utiliza la palabra como “un arma poderosa que, junto con el pensamiento, nos distingue de los animales”. En esa primera parte, I La voz inerte, el poeta habla con las voces de los muertos, porque la sapiencia nos la han transmitido nuestros ancestros, nos lo han contado todo. Sacamos consecuencias y hablamos con su voz… Vemos la figura siniestra de blanco y recordamos, aunque la memoria no sea de todo fiable. Avanza por un suelo empedrado, porque es mejor que hacerlo por una carretera asfaltada, saltando por el brocal de cada andanada… Estudioso de los grandes poetas, es amigo de representar el papel de abogado del diablo cuando de Lorca se refiere, por ejemplo; “me gusta crear polémica porque conozco en profundidad la vida y obra de Federico”. Critica el ego de algunos poetas contemporáneos afirmando que “el mío se acabó cuando, siendo un niño, fui consciente de que la muerte forma parte de la vida y todos nos tenemos que morir” y continúa diciendo que “el pique entre colegas es normal, como el que tuvieron García Lorca y Miguel Hernández”. Era más la envidia que Federico sentía por Miguel que al revés. Admira a Rafael Soler, a través del que descubrió el arte de sintetizar; también a Caro y a muchos otros. “La poesía es un advenimiento, no una posesión”Cree firmemente que “se puede aprender a escribir poemas, aunque la poesía es un advenimiento, no una posesión. Yo suelo aprovechar el estado REM para crear”, -que es cuando se sueña y el cerebro se energiza- para después apuntar palabras que aparecieron por ahí, aunque a veces se ha encontrado con que no existían. Como gemiandando, para describir cómo aprietan unos zapatos cuando estás andando. Pero eso no es suyo, sino de su pareja, también poeta.
Alberto es un poeta contento y divertido, ¿cómo se crea belleza si los poetas alegres no escriben bien? Con guasa, nos dice que “estoy deseando morirme para vender libros”, y es que en España tratamos mejor a los muertos que a los vivos. “No te mueras, aunque vendas menos”, le digo. Dedica su poemario a las voces inertes, a los muertos, a sus padres explicándolo a través de un oxímoron porque “me enseñaron a ser humilde con mucho orgullo”, afirma entre risas. Define su estilo como “un ritmo de versos blancos que no se ciñen a una métrica determinada. No entiendo que haya escritores que sufran en el proceso creativo, ¡con lo fácil que es no escribir!” Esperemos que Alberto no abandone el oficio porque, seguro, aún tiene mucho que decir… Se despide recitando uno de los poemas del libro. Gran parte de su esencia está aquí: Pisando encintada avenida, ¡no! Mejor adoquines; más corto el paso, Más humilde la distancia, Trabajoso recorrido; Hollando el duro suelo de la palabra, Animando la pisada Una huella de pensamiento y La táctil resonancia de tu pie Que destile la esencia de tu huida Puedes comprar el poemario en:
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