La lengua patina, pero también el pensamiento se cree más libre, se perciben las cosas de distinta manera. Es cuando nos quitamos la piel de cordero, cuando se pierden las vergüenzas, cuando todo nos resbala y cantamos lo que creemos como verdad única e insondable o, por lo menos, la nuestra. Nuestra verdad.
El alcohol y sus consecuencias. Que solo se apreciarán al día siguiente, si es que de algo se acuerdan. Nos exiliamos de nuestras acciones, de hecho es un eximente para algunos delitos, entramos en un territorio hostil, aunque nos dé por reír, quizás por llorar, por ser sinceros, por romper con los estereotipos de lo que de nosotros se espera.
Iván Viripaev, nos trae varios argumentos, varias escenas entrelazadas que pueden ir en declive o hacia arriba, según se mire. Según el personaje, según la situación, según las ganas de creerse en posesión de la verdad, de creer en Dios, de creer en uno mismo o de no creerse absolutamente nada.
Los niños y los borrachos dicen que dicen la verdad. Pero, ¿la verdad está en un vaso de alcohol? Cuando los pies no notan el suelo, cuando todo parecen inmundicias, cuando uno confiesa lo que debiera haberse callado y ahora tiene que afrontar las consecuencias, cuando somos presas fáciles de la sociedad que nos condena, cuando nos dan ganas de vomitar, cuando la basura la llevamos en nuestra forma de ser, cuando nos sentimos como una botella vacía, desechable, intercambiable, sin fuerza.
Borrachos para olvidar y querer emprender una vida nueva. Para cerrar heridas y eximirnos de problemas.
Son historias cotidianas, pero desgarradoras, de huida, de encuentros, que queman, esperpentos donde todo arde, donde los espejos cóncavos y convexos tienen el azogue desprendido y ni siquiera devuelven la imagen.
Como siempre, Irina Kouberskaya, se sube a un corcel en el que domina a la perfección las riendas. Nos habla con la claridad del sentir interno, con la fe de quien cree en lo que hace, descarnadamente, sin importarle en contarnos el fondo humano de los personajes. Removiendo conciencias, aunque nuestra paz quede tocada por mostrarnos la realidad desnuda.
Tres contenedores, donde habrá que echar todas las inmundicias, donde solo una sin techo o mendiga, será testigo de estos personajes que no huyen porque no saben, o no pueden, correr. Y cada intérprete, hasta 15 nada menos, ardiendo en el papel de sus vidas mojadas por el alcohol, ya sin tapujos, con sus miserias, las mismas de esta sociedad en las que la pareja y la familia son apariencias, en las que la culpa se tapona con el exceso, en las que la impotencia es una falsa sensación de buenas costumbres, en las que es jodido comprobar que después de la resaca vendrá, de nuevo, la desidia, la rutina, el sufrimiento de vivir cada día.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Irina Kouberskaya
Autoría: Ivan Viripaev
Intérpretes: Matilde Juárez, David García, Rocío Osuna, Catarina de Azcárate, Miguel Pérez-Muñoz, Enrique Sánchez, Ana Peiró, Juan Matute, Virginia Hernández, José Manuel Ramos, Kike Lafuente, Juan Sanz, Iván Oriola, Badia Albayati, Inma Barrionuevo
Espacio: Teatro Tribueñe