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Las redes sociales y el limbo

miércoles 22 de marzo de 2023, 00:23h

Cuando éramos pequeños en clase de religión, entonces se enseñaban esas cosas, nos decían los curas con sotanas hasta los tobillos, que cuando uno fallecía, si había sido bueno iría al cielo y si fue malo al infierno; pero si fuiste ni fu ni fa al limbo. Aquello debía ser como una nebulosa blanca donde vagaríamos los humanos a la espera de poder entrar en el reino de los cielos.

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Ahora, el limbo se ha instalado en las redes sociales y puede vagar por él tranquilamente hasta perderse o al menos perder su tiempo. Uno puede creer que Facebook es una corrala de vecinos enfadados, o que Twitter, Instagram o Tik Tok son el limbo que está sobre nuestras cabezas y a los que entramos cuando estamos aburridos. Cuando vamos en los medios de transporte, podemos observar a todo el mundo con el móvil en la mano, ya se ha perdido aquella costumbre de ir leyendo libros, y casi siempre o están jugando o escribiendo en cualquier red social.

Eso es lo que les ocurre a algunos de los personajes de la obra “Limbo”, de Guillermo Laín Corona, que él mismo dirige. Este profesor de literatura española y teatro de la UNED conoce a la perfección la idiosincrasia de los jóvenes de hoy en día, por algo es profesor universitario. Sus protagonistas, viajeros que esperan trenes o aviones, viven colgados del móvil, viven en ese limbo, donde se da más importancia a la tecnología que a las relaciones humanas, aunque pueda parecer un medio para comunicarse.

“El limbo es ese espacio intermedio entre la salvación del cielo y la condena del infierno, al que llegan las almas inocentes de quienes mueren sin haberse bautizado y, por tanto, tienen la mancha del pecado original. La Iglesia católica niega que el limbo exista, y lo atribuye a una suerte de teología popular. Sin embargo, el limbo es una imagen poderosa de la cultura occidental: un icono del miedo ante la tierra baldía y un símbolo en potencia de nuestra sociedad, que es una sombra digital o un reflejo deformado en una pantalla de litio. Así, el limbo es el jardín de los vuelos de bajo coste, en el que se conocen y aman Carlos y Clara, Pedro y Paulino. El limbo es el espacio de los dioses posmodernos, en el que Steve Jobs fabrica una manzana y Carlos Marx transiciona a su verdadera identidad. El limbo es un muro tecnológico, que nos grita y nos araña, que nos separa e incomunica. Por eso, al final, el limbo siempre nos encuentra destrozados”, nos cuenta el autor.

Entre ellos surge el amor y el desamor, y nos lo cuentan en algunos monólogos, pero también en diálogos donde el móvil es pieza importante. Amores a distancia, amores intermitentes que pueden o no estar condenados al fracaso. Esos amores intermitentes pueden vivir el aquí y el ahora o pueden vivir en la rutina, que destruye cualquier atisbo de amor.

Pero la obra va más allá. En ese limbo aparecen personajes como Steve Jobs, el creador de la manzana más famosa del mundo después de la de Eva. Su diálogo con Carlota, trasunta de Carlos Marx, pero en femenino, es de una originalidad prodigiosa. Muchos de los principios teóricos del más marxista de todos se ponen en entredicho, en otras partes se crítica la nueva concepción del feminismo excluyente. No se burla el autor de ello, se burla de cómo nos tomamos esos principios que creíamos inmutables.

Los cuatro actores dan la talla, en ocasiones se muestran más íntimos y reflexivos, en otras más iracundos y reivindicativos, pero siempre con la contención necesaria para que los espectadores sigan sus discursos. No es una obra fácil la de Guillermo Laín porque el autor ha tenido la mala ocurrencia de hacernos pensar, en vez de entretenernos con una obra ligera y banal. Hacernos pensar en el futuro que se nos viene encima, siempre con humor, y éste está envuelto de la inteligencia necesaria para atraernos. Una obra que merece la pena y que va a estar en la cartelera todos los jueves hasta finales del mes de abril. Por allí nos veremos.

Elenco: Salva Buitrago, Belén García, Andrea Markotegi, Jorge Silvestre Martín

Dirección y dramaturgia: Guillermo Laín Corona

Ayudantía de producción: Sojoteatro s.l.

Diseño del cartel: Nacho Contreras

Medios audiovisuales: David Huergo

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