“Alta sociedad” en español suena garbancero, como si hubiera mucha distancia entre “ellos” y la democrática clase media-donostiarra (verbigracia, yo) Sin embargo, si dices “High society”, es un concepto más inclusivo, sofisticado y mundano. Te sientes menos trepa y arribista. Un quiero y no puedo más informal, más “urban chic style”, en fin, ya me entiendes. Tampoco voy a entrar si unos y otros son “gente de bien” o “gente bien”, para ese tipo de equívocas sutilezas dialécticas tenemos a Feijóo, que por cierto no le vendría mal un cursillo exprés de oratoria.
La lengua de la tribu une, aglutina, hermana. Y en las CC.AA nacionalistas, es tan indubitable como perturbador (¿Quo Vadis Domine?) Lo he vivido en Barcelona. La fiesta de Santa Eulalia, un éxito (felicito a los sponsor y partners) Servir ostras en un catering es mucho poderío, tío. Los protas del evento, nostálgicos y evocadores (un beso al tándem Sardá-Boris) El paisaje, perfecto. El paisanaje ecléctico y dúctil. Nunca he visto más especies dispares juntas y revueltas: peperos, progres, indepes, ácratas. Lo peor, la alcaldesa Ada Colau, una populista demagoga imputada por “presunta” malversación, convertida en la Juana de Arco de la catalanidad. Demasiado para el “body”, colega.
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