“Como decía Bertolt Brecht, el arte no es un espejo para reflejar el mundo, sino un martillo para transformarlo. En estas tres facetas artísticas de Andrés Rábago observamos tres diferentes martillos, tres herramientas de destrucción de los poderes establecidos, a través de la crítica, de la sátira y del humanismo, para lograr en la España de la dictadura y de la transición una sociedad más igualitaria, libre y justa” ha comentado el director del Círculo de Bellas Artes, Valerio Rocco, quien también ha valorado muy positivamente la colaboración con el Centro José Guerrero de Granada para hacer posible esta exposición. Francisco Baena, director del centro granadino, ha recordado que conoció a Andrés Rábago en los Talleres de Arte Actual que se impartían en el CBA los años ochenta. “Ver sus dibujos hoy aquí, cierra de alguna manera el círculo”, ha destacado.
Rábago también ha celebrado esta “vuelta” al Círculo, lugar que frecuentaba de pequeño para visitar exposiciones, “para mí, este espacio es mi santuario y siempre he querido exponer aquí”.
A lo largo de una trayectoria que abarca medio siglo, en la obra de Andrés Rábago se pueden rastrear temas, motivos y símbolos que han persistido, con variaciones, en la producción de sus tres heterónimos y que inciden en distintos aspectos de la realidad, plasmados de diferentes maneras (el bosque, los pájaros, la vigilancia, la familia, la figura del doble, las guerras, el arte, los sombreros, etc). La mirada de OPS los recoge desde un punto de vista crítico y mordaz, que retrata el inconsciente de una época y un país ―los últimos años de la dictadura franquista― y pone en tela de juicio su herencia ideológica y sus consecuencias. Se sitúa en un contexto estilístico próximo al surrealismo y al movimiento Pánico. Las imágenes generalmente carecen de palabras, obedeciendo a un silencio impuesto por la censura.
Los dibujos de El Roto se aproximan en ocasiones a la poética beckettiana del absurdo a través de un deslumbrante y paradójico uso del lenguaje; de hecho, muchos de esos textos podrían recogerse en un libro de aforismos y funcionar de manera autónoma. Su enorme corpus de imágenes, que dio comienzo a mediados de los años 70 y se extiende hasta nuestros días, denuncia los abusos de poder, subraya las taras ideológicas aún presentes en nuestro país heredadas de la dictadura y cuestiona los postulados actuales del neocapitalismo y la sociedad digital. Para Antonio Muñoz Molina El Roto “es un poeta satírico que hace un epigrama diario, un poeta ensimismado y observador del mundo que dibuja cada día un haiku visual, un panfletario que madruga para que cada mañana aparezca pegada por las paredes del periódico la tinta fresca de un pasquín incendiario, un francotirador que cada día dispara un solo tiro que da siempre en la diana” (frag. artículo publicado en El País. 30/11/2013).
El tercer heterónimo es el pintor Rábago, que se sitúa en una zona próxima a lo espiritual y se ocupa de los aspectos que trascienden la mirada automática y superficial de lo que convencionalmente se denomina «realidad». “Rábago busca una nueva aproximación a ese territorio del que el ser humano fue desalojado tras la crítica de los maestros de la sospecha (Nietzsche, Freud y Marx), los sangrientos acontecimientos históricos que salpican el siglo XX y el nefasto papel de las jerarquías eclesiásticas occidentales. Rábago pretende recuperar esa dimensión de lo humano y posibilitar una ventana (el cuadro) por la que pueda filtrase una luz a la vez física y simbólica. En sus lienzos percibimos una atmósfera de calma y sencillez, que no se deriva tanto de lo que sus personajes hacen en silencio, sino de lo que el silencio hace con sus personajes”, escribe Óscar Curieses, escritor y comisario de la muestra, en el catálogo homónimo de la exposición. Para Curieses, la faceta del pintor Andrés Rábago trabaja de forma distinta con respecto a los otros dos heterónimos, “se ocupa del humanismo y de la dimensión espiritual de los seres humanos que el sistema está machacando”.
En una reflexión sobre su trabajo en el presente, Andrés Rábago ha explicado que “no sé si lo que estoy haciendo ahora es más bien arte de futuro o arte del pasado, pero creo que ya no quedan más formas. Necesitamos una pintura transmisora de tradición, de pensamiento y religión que nos aproxime a lo superior. El futuro está en que el arte vuelva a elevarnos a otros territorios. Esa es mi apuesta”.
Las tres vertientes plásticas de Andrés Rábago se hilvanan en la muestra a través de unos textos breves de ficción a los que el espectador puede acceder gracias a un código QR. Todo se repite, pero en otro nivel y con otro significado, gracias a las resonancias que despliegan unas imágenes sobre otras.
Dichas recurrencias configuran buena parte del mundo artístico del autor y la exposición, y prefiguran otra imagen del mundo, la del espectador, que habrá de irse construyendo a medida que transite por la sala Goya del Círculo de Bellas Artes, puesto que el significado de las obras de arte no pertenece solo al autor, a la crítica, a los comisarios y tampoco al mercado o a las galerías. Ese bloque de significado se erige sobre una suma de visiones que se va enriqueciendo de forma complementaria.