Hoy tengo el honor de presentar otra obra, plena de rigor y esclarecedora en grado sumo, sobre la religiosidad y el culto a los dioses, que era inherente al comportamiento religioso de los hombres y de las mujeres del río Tíber. El cuidado y la elegancia de la presentación de las obras de la editorial Síntesis son exquisitos. El profesor Marco Simón, autor de la obra, es catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Zaragoza. «Los romanos se consideraban los más piadosos de los hombres, y religiosa es sobre todo la base que justifica sus relaciones diversas con otros pueblos. Esta obra, centrada en el ritual como elemento nuclear de la religión romana, analiza las diversas modalidades del ‘cultus deorum’, que resume la relación entre hombres y dioses, los dos polos que estructuran la ‘civitas’ romana (incluyendo la visión ‘emic’ de autores como Varrón o Cicerón), así como las diversas vías de análisis mediante las cuales la historiografía moderna ha abordado los problemas planteados por la documentación existente, desde el modelo de la religión cívica al de la ‘individualización religiosa’ o a los nuevos enfoques cognitivos, espaciales o materiales. Se plantean las líneas claves en las transformaciones religiosas, sus agentes y contextos, y se analizan finalmente las identidades religiosas en el marco de la globalización imperial. Este libro se dirige a estudiantes universitarios en sus diversos grados, pero también a investigadores, docentes o a cualquier interesado en la Antigüedad». El planteamiento de los romanos, sobre su autocalificación de ser los más piadosos de los seres humanos que conocían, raya en el habitual cinismo y desvergüenza de los hombres del Lacio, que se atrevían a criticar la piedad de los cartagineses verbigracia, siendo esta civilización carente de impiedad, ya que todos los nombres de los púnicos y de sus mujeres eran teóforos. La idea de religión, que proviene de la cultura occidental, se refiere a la forma de volver a ligar al género humano con sus dioses. Este concepto está muy relacionado con la forma de cómo veían el hecho del culto los cristianos-protestantes, los cuales tienen una forma individual de acercarse a Dios Todopoderoso, sin intermediarios clericales, como existen entre los católicos; existe un texto sumamente esclarecedor, que no me resisto a colocar, de como juzgaban los romanos lo que pensaban sobre sus múltiples dioses, los cuales tenían comportamientos claramente humanos, presentando pasiones indomeñables e hijos y familias por doquier, con apetencias pecuniarias obvias. Según Polibio de Megalópolis, quien fue el cronista y amigo ferviente del genocidio de la Tercera Guerra Romana o Púnica, perpetrado por Publio Cornelio Escipìón Emiliano “Numantino y Segundo Africano” contra la gran urbe y civilización cartaginesa: “Pero la diferencia positiva mayor que tiene la constitución romana es, a mi juicio, la de las convicciones religiosas. Y me parece también que ha sostenido a Roma una cosa que entre los demás pueblos ha sido objeto de mofa: me refiero a la religión. Entre los romanos este elemento está presente hasta tal punto y con tanto dramatismo, en la vida privada y en los asuntos públicos de la ciudad, que es ya imposible ir más allá. Esto extrañará a muchos, pero yo creo que lo han hecho pensando en las masas. Si fuera posible construir una ciudad habitada solo por personas inteligentes, ello no sería necesario. Pero la masa es versátil y llena de pasiones injustas, de rabia irracional y de coraje violento; la única solución posible es contenerla con el miedo de cosas desconocidas y con ficciones de este tipo. Por eso, creo yo, los antiguos no inculcaron a las masas por casualidad o por azar las imaginaciones de dioses y las narraciones de las cosas del Hades; los de ahora cometen una temeridad irracional cuando pretenden suprimir esos elementos (…) Entre los demás pueblos es difícil encontrar un hombre político que se haya mantenido alejado del dinero público y esté limpio de delitos de este tipo, pero entre los romanos es difícil hallar un político que no haya observado una conducta así”. Pero, sorprende la cualificación de integridad, que Polibio, utiliza para enaltecer, la historia ha demostrado que falsamente, el comportamiento ético de los romanos, los cuales parece ser que se sentían constreñidos al buen comportamiento, a causa del miedo religioso a lo desconocido; siendo, por lo tanto, la religión la que mantenía cohesionado a aquel estado depredador e imperialista por antonomasia. Los seres-humanos de Roma se consideraban superiores al resto de la humanidad, basándose en el cuidado escrupuloso con el que veneraban a sus innumerables dioses. Sobre este hecho, relativo a que los mejores hombres estaban dirigiendo las magistraturas y los sacerdocios en la Roma republicana, está citado, de forma taxativa, por Marco Tulio Cicerón: “Muchos son, pontífices, las innovaciones e instituciones de nuestros antepasados realizadas por inspiración divina, pero nada más admirable que su voluntad de que unos cuantos mismos hombres se encargaran del culto a los dioses inmortales y de los asuntos públicos más importantes, con el fin de que los ciudadanos más influyentes y distinguidos mantuvieran los cultos divinos con una buena administración del Estado y al Estado con una sabia interpretación de los cultos divinos”. La importancia de la religión entre los ciudadanos de Roma, se manifiesta, sin circunloquios, en las declaraciones, que se encuentran contenidas en las fuentes epigráficas. Lo que llama más, si cabe, la atención, es que los romanos no trataban de obtener adeptos a sus dioses, es decir no realizaban ningún tipo de proselitismo. La religión se encontraba, constantemente, en la cotidianeidad del ciudadano de Roma; existían, asimismo, diversos colegios sacerdotales y, por supuesto, que ninguna persona podía pertenecer a más de uno de ellos a la vez. “La religión constituye un observatorio privilegiado para analizar los procesos constitutivos del pensamiento romano, especialmente las relaciones entre el saber y la tradición, y la santificación del ‘mos maiorum’ tanto en los discursos como en las prácticas”. Como era de rigor, los rituales y los sacrificios se ofrecían para poder obtener la necesaria prosperidad, no solo de la familia, que era la primigenia unidad de Roma, sino del propio Estado del SPQR o SENATUS POPULUSQUE ROMANUS. Los ritos religiosos romanos eran muy complejos, y existían, por consiguiente, desde los públicos muy espectaculares, hasta los individuales más intimistas y crípticos. En suma, estamos ante un volumen magnífico, necesario y que recomiendo vivamente; a un servidor le ha sido de una importante utilidad para el conocimiento de lo que fue la Roma republicana, que luego el Imperio arruinó, con el Emperador César Augusto, Pontifex Maximus, fautuor de ese comportamiento paradójico. ¡Extraordinaria obra! «Ea quam pulchra essent intellegebat. ET. Cecinerunt tubae». Puedes comprar el libro en:
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