Fiel a su pasión por los Pirineos, acaba de publicar en la Editorial Planeta su libro “La larga siesta de Dios”. En la novela narra una estremecedora historia que se desarrolla en la Segunda Guerra Mundial y se centra en vicisitudes que muchos judíos sufrieron en esos años aciagos donde Dios parece que se echó una siesta con orinal y pijama o, por lo menos, unas largas vacaciones. En mayo de 1940, el protagonista de la novela, Samuel Silverstein, un transportista de origen judío, se encuentra atrapado dentro del éxodo de fugitivos empujado por las tropas nazis. A resultas de un bombardeo de la Luftwaffe, Silverstein lo pierde todo y comienza una nueva vida como agente de una organización clandestina que trabaja para salvar a niños judíos, escondiéndolos en las zonas rurales. El trabajo de vendedor ambulante le facilita los movimientos por los pueblos y masías de los valles del Ariège. Pronto descubrirá un monasterio en ruinas donde sobreviven decenas de niños y adolescentes, bajo la amenaza constante de los gendarmes a las órdenes del gobierno de Vichy. Mientras la barbarie nazi arrasa Europa y los judíos esperan que Yahvé se despierte de una vez, atravesar los Pirineos parece la única opción de escape. Ficción basada en hechos reales, cuya historia sigue repitiéndose en nuestros días, “La larga siesta de Dios” está llena de atractivos, con varios niveles de lectura. Novela coral, compleja y ambiciosa en la estructura, en la evolución de los personajes y en el desenlace, es también una historia humana que emociona al lector. Obra inteligente, respeta al lector dándole una visión compleja, y poco complaciente, de los hechos históricos y sus protagonistas. “De esta historia hay diversos aspectos que quería conocer en profundidad y escribir sobre ellos. Quería meter más la nariz en esa historia donde la frontera del Pirineo podía suponer la salvación de muchos refugiados. En Francia, en la zona de Vichy, había ciertos ciudadanos que veían con buenos ojos la invasión nazi”, cuenta el autor catalán durante la conversación telefónica que mantuvimos recientemente. El escritor nos recuerda que “Francia fue la única nación donde los gendarmes persiguieron a los judíos y eso supuso un problema personal para ciertos policías que no comulgaban con la ideología nazi”. Por lo tanto, la novela tiene mucho de hechos reales, de lo que se vivió en esos años de ocupación. Ahí es donde entra la labor humanitaria de la Cruz Roja, que salvó a muchos ciudadanos huidos de Alemania y Francia; y, sobre todo, de muchos niños. Pep Coll, profundo conocedor de las tierras pirenaicas, distingue entre el Pirineo Central y sus extremos. “El Pirineo puede servir de frontera o de unión. Una cordillera separa culturas, en el centro ocurre eso, sus montañas varían entre los 2.000 y 2.500 metros de altura. Sin embargo, por los extremos encontramos una simbiosis entre los pueblos. Lo mismo ocurre con los ríos, si son muy caudalosos separan culturas, si son más mansos, como la ribera del Ribagorza, los une”, describe. Aunque “La larga siesta de Dios” esté basada en hechos reales, Pep Coll quiere dejar claro que “una novela es básicamente ficción. Lo que les ocurre a mis protagonistas ha ocurrido a muchos otros. Los hechos que sucedieron en julio de 1942 fueron lamentables. Se llevó a cabo una razzia contra los judíos para capturarlos y mandarlos a los campos de exterminio del este”, y continúa relatando que “había muchos judíos extranjeros en el entorno de Toulouse. El 26 de ese mes, arrestaron a muchísimas familias judías y se las llevaron en autobuses: las convencieron otros judíos. En Saint-Girons, los despertaron a medianoche y se armó una escena realmente increíble. Lo que levantó un cierto escándalo contra Pétain, el héroe y vencedor de Verdún. Los gendarmes franceses no tenían la frialdad de los nazis de las SS”. “Muchos franceses creían que los únicos que podían luchar contra el comunismo eran los nazis”En su opinión, algo parecido ocurría con la Iglesia Católica, “al igual que muchos ciudadanos franceses, veían a los nazis como los únicos que podrían luchar contra el comunismo. Así que creyeron que los únicos que podrían parar a los revolucionarios eran los alemanes”. El título del libro hace claramente referencia al pensamiento del pensador Primo Levi que al final de su vida dijo que “si Auschwitz existió es porque que Dios no existe”. Esta frase sugiere que Dios no es que haya muerto, ya que no apareció en aquellos años, sino que, por lo tanto, estaba haciendo la siesta. “Ahora se ve claramente cómo Putin asiste a la misa ortodoxa. Y ves cómo el patriarca bendice las armas. Los regímenes autoritarios tipo el de Bolsonaro, o como gobernó Trump en sus cuatro años de presidencia americana, se acogen a una falta de ideología. Que es a veces sustituida por la idea de Dios”, expresa Pep Coll y añade: “son dioses tribales que defienden a su pueblo. Son religiones oficiales, jerarquizadas. No son religiones personales sino públicas”. Podemos calificar a “La larga siesta de Dios” como una “novela coral compleja”, y reconoce que “me gusta meterme en estos berenjenales. Y, a veces, lo que me pasa es que imagino la trama de una manera y se me va de las manos y tiene más trascendencia. He tardado unos tres años en escribir la novela”. Pep Coll escribe en catalán y le tienen que traducir sus libros al castellano. “Es difícil dominar una lengua en forma literaria. Yo me expreso bien coloquialmente, pero me cuesta en el aspecto literario”. Sus personajes principales son fruto de su imaginación, si bien hay varios personajes reales, como el capitán de la Gestapo, que tienen un papel muy secundario. “El protagonista está creado desde cero y los niños también, aunque es verdad que mi experiencia como profesor de instituto me ha servido para recrear a los niños refugiados y acogidos por la Cruz Roja suiza. Solo los he moldeado y los he hecho crecer desde que estaban acogidos en Bélgica hasta llegar a Francia.”, apunta el autor.
Pep Coll es muy imaginativo y visual cuando dice cómo prepara una novela. “Es como una hamburguesa, coges pedacitos de aquí y de allá y los vas juntando y cocinando. Utilizas carne real y de ahí que salga una novela real, aunque difícil de comprender. La imaginación humana nunca llegará a entender lo que ocurrió en los campos de concentración. Te podrían contar cualquier barbaridad, por eso a los propios judíos no les interesa contar lo que pasó allí”, señala. Y se sigue mostrando muy crítico con algunos judíos. “Algunos se bestializaron, Hannah Arendt habla de que los mismos rabinos habían ayudado a los alemanes. Habían obedecido sin rechistar porque creían que no iba a pasar lo que sucedió. Es inimaginable lo que puede pasar con el ser humano. Si Hitler hubiese ganado la guerra no se hubiese creído nadie lo que ocurrió en los campos de exterminio. Por eso, el sentimiento de culpa que te queda es muy grande. Acciones morales muy discutibles y muy bestias”, analiza. En cuanto a su técnica de escritura, nos da alguna de sus claves. “Algunos personajes, como Helmut, tienen al final un papel que no había imaginado. A medida que voy escribiendo una novela, voy cambiando rasgos de ellos. Si no empiezas a escribir no te viene a la cabeza. Yo no lo podría hacer, tengo que empezar a escribir y luego la propia escritura te lleva a describir hechos que no habías imaginado. En una trama policíaca sí lo debes tener todo muy atado porque tiene que haber una lógica y un final sorprendente”, sostiene con acierto. “Yo he procurado situar a los personajes en posiciones extremas, como colaborar con el enemigo para salvar su vida o trabajo, o traicionar a su conciencia. Lo que habitualmente es inimaginable. En mi caso, no hay buenos ni malos, todos luchan por la supervivencia. Los jóvenes, sobre todo, tienen mucha energía. Pasan épocas de desánimo porque no saben nada sobre sus padres. Son huérfanos, aunque ellos no lo sepan. Cantaban, rezaban como consuelo. Otros se suicidaban. Son situaciones tan dramáticas que todos son muy vulnerables, aunque no lo sepan”, expone el escritor catalán. Para finalizar, nos habla de lo que para él es escribir. “Yo lo hago para emocionar, sorprender y, también, por cuestiones morales. Para hacer ver que aquellos hechos pasados también son actuales. Para que no se repitan los mismos errores. Desgraciadamente, no ha cambiado tanto el mundo como estamos viendo en las guerras actuales”, concluye Pep Coll. Puedes comprar el libro en:+ 0 comentarios
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