Estamos ante un libro de un interés preferente, sobre todo para los que vivimos, desde el final de la infancia y de la primerísima juventud, esta época del generalísimo y caudillo, títulos que le otorgaban la propaganda y las leyes del momento histórico, llamado Francisco Franco Bahamonde, quien gobernaba desde la autocracia del régimen franquista, introduciendo, de forma espuria, como aliado a la ‘voluntad de Dios’; como siempre suelen realizar las autocracias de derechas, salvo el nazismo o el fascismo, ambos sistemas ateos por esencia. Para sostener aquel régimen político, se creó todo un sistema represor, policial por antonomasia, con la policía secreta o brigada político-social y la policía armada “los odiados grises”. Este volumen trata de esa policía, que se amoldó, luego, sin la más mínima vergüenza, al estado democrático que hoy nos ocupa y preocupa. «Tras el brutal golpe de Estado de 1936, la represión franquista puso en marcha todos los mecanismos a su alcance para la construcción de un ‘Nuevo Estado’. Entre ellos, destacó la creación de la Brigada Político-Social (BPS), o Policía política, que, en palabras del escritor Manuel Vázquez Montalbán, era la ‘verdadera guardia pretoriana’ de la dictadura. Pablo Alcántara, en un riguroso y exhaustivo trabajo de investigación, demuestra la evidencia de esas palabras a partir del estudio y la recopilación de información inédita de los expedientes personales de sus principales agentes, de sus boletines de investigación, de la documentación de los tribunales militares y civiles, así como de diversas entrevistas. En esta obra, la primera que trata la historia de esta institución en todas sus dimensiones, se desvelan asimismo sus relaciones con la Gestapo, la CIA y el FBI, o sus técnicas de tortura contra los militantes antifranquistas. Y analiza qué fue de los agentes de la BPS tras la muerte del dictador, cuando, de la noche a la mañana, se convirtieron en policías ‘demócratas’, sin ser juzgados por su actuación durante los años de la dictadura». Está claro, que los vencedores de la Guerra Civil tomaron la violencia como arma, para dejar claro que ellos decidían, quien era aceptable o no para el nuevo régimen. El autor presenta unas cifras, que podrían ser reales y, como dijo el Presidente Manuel Azaña, ‘matar a un ser humano ya es matar’, sea como sea las utilizaré como verídicas, entre 1936 (18 de julio) y 1939 (1 de abril) fueron fusilados unos 100.000 españoles, de los partidos o la ideología que conformaban el arco político republicano: desde republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas, hasta trotskistas, siendo represaliados inclusive católicos republicanos, y hasta miembros de la jerarquía católica, tal como el cardenal de Barcelona, Vidal y Barraquer. El número se incrementa hasta 1952 en otras 50.000 personas. “Como bien señala Julio Gil Pecharromán, durante esta etapa los castigos contra los republicanos obedecían a un calculado propósito de consolidar el Nuevo Estado sobre el miedo de los derrotados y la exaltación del triunfo de los vencedores”. En los años 40 y 50, la primera oposición al franquismo parte de los hijos de altos cargos del régimen, y disiento del autor de que la BPS no actúo porque tenía respeto y miedo de con quien se iban a meter. En los años finales de los cincuenta, la oposición universitaria incorporará a la clase media de todos los niveles, alta-media-baja, y en esta tesitura la BPS ya no tiene el menor inconveniente en torturar a estos estudiantes y, a la par, a numerosos intelectuales y trabajadores liberales, que comenzaron a movilizarse ya en esos años. La oposición a Francisco Franco Bahamonde ya se ha organizado, y sabe cuáles son sus enemigos, y los auténticos verdugos torturadores del franquismo. Para ese sistema de autodefensa, se comenzaron a editar manuales, con el famoso ‘ciclostil’ replicador de fotocopias en exceso. Según varios intelectuales de la época, como Pere Ysás, Alberto Sabio o Nicolás Sartorius y Álvarez de las Asturias-Bohorquez, quienes indicarán, de forma taxativa, que toda esta movilización popular sería la causa fundamental y la piedra angular para que se finalizase el régimen de Franco, en 1975, y luego se instaurase la afamada Transición. No obstante, tanto los jueces, como los altos cargos de la milicia, siguieron ocupando y manteniendo sus cargos, prebendas y privilegios tras la muerte del dictador. “Lo mismo cabe decir de la Policía, cuerpo en el que la ‘reforma’ de los primeros años de la Transición fue claramente insuficiente. La Unión de Centro Democrático (UCD), con Rodolfo Martín Villa como ministro del Interior, y con la justificación de la ‘lucha antiterrorista’, mantuvo a numerosos miembros de la BPS dentro de la Policía democrática”. En los primeros años, del primer postfranquismo, la concepción ‘autoritaria’ del orden público siguió estando presente en la sociedad española del momento, existiendo múltiples desórdenes públicos, que en ocasiones finalizaron con víctimas mortales, a veces, entre policías y manifestantes. “Los antiguos miembros de la BPS habían pasado a ser de la noche a la mañana policías ‘demócratas’, sin que se hubieran llevado a cabo ni juicios ni la menor autocrítica sobre su actuación durante los años de la dictadura. Por ello, muchas de las técnicas policiales empleadas -como la tortura- siguieron usándose en los primeros años de la Transición”. En 1977 se aprobó la Ley de Amnistía, que conllevó, el error que se sigue pagando con intereses, de perdonar los desafueros perpetrados por los policías, siempre represores, de la BPS. Lo que no se puede negar es que, tanto en el franquismo como en la democracia, esos funcionarios fueron eficaces colaboradores del poder, reprimiendo en ambas ocasiones al pueblo sobre el que ‘depredaban’ o, cuanto menos, trataban de controlar. El 10 de octubre de 2019, el periodista Gregorio Morán, en el diario Vozpópuli escribió: “Roberto Conesa era una especie de Villarejo, con la diferencia de que sus manejos, manipulaciones, su pasado, en definitiva, formaba un currículo que ocultaba su tortuosa biografía de sádico torturador -sería el maestro de González Pacheco, ‘Billy el Niño, que trabajó a sus órdenes-. Ahora que se prodigan las series televisivas sería una excelente y pedagógica idea la de seguir los vericuetos de este criminal con placa de comisario”. Durante los años que duró la guerra y los primeros años de la postguerra, el nuevo Estado se fue perfeccionando y, por consiguiente, la represión era más sádica, calculada y legal. La cuestión estribaba en que, para los vencedores, los republicanos, no eran casi ni seres humanos, por su ideología e idiosincrasia izquierdista. El Servicio Nacional de Prisiones se hizo cargo de la depuración y represión de los elementos republicanos, que estaban prisioneros en las cárceles franquistas. De esta forma, los militares comenzaron a estar en los lugares rectores de las prisiones. Libro vivencial, de cómo se produjo la represión policial franquista. ¡Estupendo y esclarecedor! «Rex tamen, atque idem egregius virtute bellica». Puedes comprar el libro en:+ 0 comentarios
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