Cuando Aleksandr Ogoródnik fue destinado a la embajada soviética de Bogotá, nunca pensó que una mujer española se cruzaría en su camino. Ogoródnik estaba casado con una compañera de estudios, probablemente un matrimonio de conveniencia impuesto por la Nomenklatura soviética. Pero la vida trae esas sorpresas y Aleksandr se enamoró perdidamente de Pilar Suárez. Fruto de esos amores clandestinos nació en Madrid Alejandra Suárez. Su padre había sido requerido en Moscú, poco antes de nacer ella, algo que no era muy halagüeño; y su madre al verse sola regresó a su tierra. Conocí a Alejandra Suárez en 2019; nuestro común amigo Pere Cardona me habló mucho sobre su historia. “Es como la serie de televisión The Blacklist, pero en real. La tienes que entrevistar”, me dijo. Ahora, al hablar con ella, me apunta que “la serie The Americans también tiene mucho que ver con la historia de mi padre, sobre todo las últimas temporadas”. En cualquier caso, el libro tiene la suficiente entidad para convertirse en película o serie de plataformas. Su historia, y más como lo cuenta la autora, te sobrecoge desde la primera página. “El libro se compone de dos partes. La primera parte está bastante modificada. He querido explicar ciertas cosas de la relación de mis padres. He añadido anécdotas divertidas y alguna cosa más que no aparecía en la versión anterior”, cuenta con acento madrileño matizado por la dulzura del deje canario y añade “el plato fuerte del libro son las memorias de mi padre que estaban guardadas en una caja fuerte. Además, hemos incluido muchísimas fotografías que yo no conocía hasta hace poco”. La historia de Alejandra es muy impactante. “Mi madre me contó, cuando yo tenía 13 años, una versión muy censurada sobre la vida de mi padre. Nunca me enseñó sus memorias. Me dijo que era un matemático alemán que murió en un accidente del tráfico en Colombia”, recuerda. Como verán toda una serie de patrañas. Las que los padres suelen contar a sus hijos, creyéndoles bobos. Alejandra no se lo debió creer y siguió investigando. Todo lo que averiguó la autora sobre su padre fue por su cuenta. “Con unos 18 años descubrí que mi padre se llama Alexandre Ogoroknik y que no era alemán sino ruso. En 2016 doy con el libro de Martha D. Peterson The Widow Spy: My CIA Journey from the Jungles of Laos to Prison in Moscow, donde hay muchas referencias a mi padre. Sigo investigando y encuentro más información en un documental de la CNN donde aparecen bastantes testimonios sobre mi padre. También vi una serie rusa donde cuentan su historia, que hoy día sigue reponiendo”, cuenta la autora de “Mi padre, un espía ruso”. “He recibido muchas críticas y mucho escepticismo al contar la historia de mi padre”“Para mí, tiene mucho valor lo que él hizo. Pese a eso, he recibido muchas críticas y escepticismo. Y me duele. Es más, me da un poco de rabia que no me crean. Parece que quiero hacerme famosa, pero no es verdad. Lo que quiero es conocer cómo fue la vida de mi padre y ponerlo en su justo valor. Por otra parte, la gente lee poco. Suelen leer novelas del género romántico o temas policiacos. De hecho, una novela tiene más difusión cuando se hace una adaptación para el cine o la televisión”, se queja un poco Alejandra Suárez con toda la razón. Martha D. Peterson fue un punto de inflexión en su investigación. “He sabido muchas cosas de mi padre gracias a Martha. Yo como no soy espía, cuento las cosas desde fuera, pero hay muchas cuestiones que todavía no se saben de mi padre”, señala Alejandra que va a seguir investigando la vida de su padre. “Fui a ver a Martha a su casa y en 2021 vino ella a mi casa y a Tenerife Noir”, recuerda. “Todavía hay mucha información que se tiene que desclasificar. Evidentemente, más por parte de los estadounidenses porque los rusos no son muy transparentes”, afirma Alejandra. Bueno, los rusos no es que sean poco transparentes, es que no lo son nada. Alejandra piensa ir a Rusia para conocer a su familia rusa, e ir a la tumba de su padre a rendirle homenaje, y eso que le han advertido que tenga cuidado en Rusia. “Creo que me estoy exponiendo mucho, pero merece la pena”, subraya.
“Putin no perdona, me dicen. Los casos de espionaje no se cierran nunca. A Martha, cuando estuvo encarcelada en Moscú no le sacaron absolutamente nada. Ella sigue estando de mucha actualidad. Su caso y el de Trigon se siguen estudiando en las escuelas del KGB”, apunta la autora. La historia de su padre puede parecer la historia de una persona al que le engañó la CIA, pero fue mucho más que eso. Alejandra es la prueba viviente de que la historia de sus padres fue un amor real. Como hemos señalado anteriormente, lo más importante del libro para la autora es la parte de las memorias de Trigon. “Hace un retrato alucinante de lo que fue la Unión Soviética. Mi padre fue Doctor en Economía, especialista en la geopolítica de China, pero era un idealista inocente. Hizo de guía de una delegación colombiana a Moscú, para abrir la embajada de ese país en la Unión Soviética, eso le hizo conocer otra realidad. Al principio de las memorias se ve cómo se peleaba por defender los ideales soviéticos y luego va cambiando poco a poco su idea. Sus memorias tienen la autoridad moral del que ve las cosas de cerca. Realmente, Rusia sigue igual y todas las ex republicas soviéticas también. Y Occidente está afrontando muy mal el problema de Ucrania”, analiza la autora. “Hay que cambiar todo desde dentro. Hacerles ver la mentira en que viven. En Ucrania hay algo más de occidentalización, pero viven en una mentira. Con la postura que mantiene Occidente, no conseguiremos convencer a mucha gente de la verdadera realidad”, opina y agrega “mi padre tuvo puestos destacados en las juventudes comunistas (Consomol). La falsedad del comunismo soviético, tanto para el pueblo como para la élite, es notoria. Si estas memorias fueran leídas detenidamente se darían cuenta de muchas cosas”. En la época soviética, “nadie se fiaba de nadie. El objetivo del KGB es que hubiese un confidente por cada cinco vecinos”, señala. Para la autora, “la primavera de Praga fue un punto de inflexión total. Lo que vino luego es su consecuencia. Ya se había cambiado la mentalidad. También hubo muchas cosas que él las había visto, ya desde otro punto de vista. Cuando vio como se vivía en Occidente, de una forma más libre, debió ser un shock para él. Es verdad que, estando en el extranjero tuvo más libertad, lo que le permitía otra forma de vida mejor. De todas formas, el KGB nunca estuvo encima de él y nunca fue miembro suyo”, cuenta la autora. “Fue la CIA la que fue a buscarle. Y vivió otro momento muy duro. Creo que escribió sus memorias para justificarse y que la gente entendiese por qué hizo lo que hizo. Si fue reclutado por la CIA, fue gracias a enamorarse de mi madre. Aquello truncó su vida. Fue el amor de su vida. Hubo pocos momentos en los que pudieron estar juntos. Fue una relación muy esporádica. Leían mucho, oían música. Había una admiración intelectual muy fuerte”, expone. Pilar Suárez sabía desde el minuto 1 que Aleksandr estaba casado, se lo contó la tata a Alejandra. “Él no llega a decir en las memorias que sienta un gran amor por su mujer. Fue una relación de conveniencia para que ambos pudieran salir del país. Mi madre y la tata conocieron a su mujer. Mi madre era de una familia muy humilde. Era muy guapa y la belleza abre muchas puertas, de ahí que cayese con la jet set de Bogotá. Hubo grandes figuras de la política y de las artes enamoradas de ellas. El colofón fue conocer a Aleksandr”, evoca.
Una de las partes más interesantes del libro es el prólogo de Alejandra. “Dudé mucho si tenía que escribirlo. En el prólogo reflexiono por qué Occidente es culpable, al menos, del 50% de lo que está pasando a Ucrania. No ayudaron a Gorbachov en su momento a hacer una buena transición, a Occidente no le interesaba. El proceso de independencia de Ucrania es tan ilegal como lo fue el supuesto referéndum de Cataluña. Sin embargo a Ucrania la apoyó todo el mundo. A Occidente le interesaba una Rusia desunida y descuidada”, sintetiza la autora. Alejandra Suárez tiene el temor de que “Zelenski se convierta en un Bin Laden. Rusia al principio lo que pidió es que Ucrania no entrase en la OTAN. Si no lo hubiese hecho no tendríamos este conflicto. Se podía haber manejado políticamente mucho mejor para no haber entrado en la OTAN. Ahora, Zelenski está defendiendo a su país que es hijo del comunismo soviético. Mucho cuidado con encumbrar a Zelenski. No es él el culpable de la situación sino Occidente. Gorbachov, por bondad, debió tener muchos puntos de encuentro con mi padre. Se abrió un proceso y se le fue de las manos”, recapitula. Para la autora madrileña, “la Guerra Fría aún no ha terminado. Siempre ha seguido habiendo dos bloques enfrentados. El conflicto es muy importante. No tanto como la crisis de los misiles de Cuba, pero muy peligroso. Cada uno va a seguir sacando sus propios beneficios. Podríamos decir que la Guerra Fría ha seguido, pero sumergida como un iceberg. El espionaje y los medios de inteligencia en la actualidad son ingentes. En los dos bloques sigue habiendo muchas cosas que aún están vigentes del pasado”, concluye. Puedes comprar el libro en:
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