Ibáñez es hombre polifacético (renacentista, diría el pedante), ensayista, poeta, novelista, músico, libretista, yogui y crítico, además de profesor de español. Escritor e intelectual raro (en el doble sentido de escaso y precioso) en el panorama español por su manejo de la fantasía, escasamente presente en el generalmente prosaico realismo de la novela nacional. De su ya larga trayectoria, podemos destacar el premio Ojo crítico a La música del mundo (1995), El mundo en la era de Varick (1999) y el Nacional de Crítica a Brilla, mar del Edén (2014), seguramente su obra más ambiciosa hasta esta monumental Leonís, algunos de cuyos aspectos comentamos con su autor. Su reciente libro “Leonís. Vida de una mujer” se inspira, según la información editorial, en el Orlando de Virginia Woolf, pero es también una historia de la literatura en español; me recuerda aquello que decía Nabokov sobre “La dádiva”, que por encima de la pareja protagonista era la historia de la literatura rusa (Gógol, Tólstoi, Pushkin…) lo que quería narrar. Háblenos sobre estos varios perfiles de su libro. Sí, uno de mis propósitos, junto con algo así como hacer una “historia de las mujeres en España” era escribir una personal historia de la literatura española, en la que quería decir ciertas cosas que son importantes para mí. Decirlas en una o dos frases, desde luego, ya que esto es una novela y no un ensayo, o decirlas por medio de acciones y personajes. Quería decir ciertas cosas sobre la literatura caballeresca (recordar, por ejemplo, que la “materia de Bretaña” con personajes como el rey Arturo, Merlín, Tristán, también pertenece a nuestra tradición y a nuestro imaginario), sobre la literatura pastoril, siempre mal entendida, sobre San Juan de la Cruz, sobre el romanticismo… Y hablar de innumerables escritoras olvidadas o poco reconocidas, algunas de ellas personajes del libro como Pilar Sinués, Carolina Coronado o Elena Fortún. Cubriendo un marco temporal de 1485 a 1999, ¿cree que se puede aplicar el término “progreso” a la literatura y otras artes? Creo que estamos en una época en que el “progreso” ha revelado su cara más horrenda. Es difícil hablar del progreso sin ser injusto, o sin caer en el fanatismo, que es la lacra de esta época. El progreso es occidente, porque de todas las del planeta, la cultura occidental es la única que progresa, que evoluciona, que cambia. Todas las otras, asiáticas, africanas, indias, chinas, aborígenes de cualquier lugar, ignoran la evolución y también la evolución en las artes. El progreso es lo que ha traído la noción de libertad individual, la democracia, la ciencia, la medicina moderna, los derechos humanos. No podemos despreciar el progreso. Pero el progreso lleva asociadas cosas tan letales como la explotación inmisericorde de la naturaleza. Por eso estamos en una época en que tenemos que parar el progreso. Se impone un “regreso”, que es siempre un regreso a casa. Hay que analizar esto bien, porque no tiene dos caras sino muchas caras. “Regreso” significa volver a una vida más sencilla, pero también volver a todas esas cosas que ahora se están poniendo en cuestión, tales como los derechos humanos, la democracia, la libertad individual, la sociedad de bienestar. Pero su pregunta se centraba en el arte. Siempre se ha dicho que en el arte no hay progreso, y es cierto que una cantata de Bach o un cuadro de Giorgione nos emocionan hoy tanto como en el momento en que fueron creados. Pero sí hay evolución, desde luego. Hay una continua búsqueda de expresar la totalidad de la realidad, externa e interna, humana y no humana. Eso explica la aparición de distintos géneros, de distintas escuelas y estilos: la literatura rococó, el simbolismo, el surrealismo… La idea de progreso implica una idea de mejoramiento, de mayor eficacia. No, eso no hay en el arte, porque en cada cambio se gana algo nuevo y se pierde algo antiguo. Pero sí hay evolución. Muchos de los avatares de la pareja de amantes Inés y Luis darían para varias novelas independientes ¿no le tienta, por ejemplo, escribir una novela de piratas con ese Conrad Arrowhead que aparece como corsario en el siglo XVIII? Claro, llevo un tiempo pensando en la idea de escribir otra novela paralela que cuente en primera persona, supongo, la vida de Don Luis de Flores. Sería una gran novela de aventuras, más aventurera todavía que la de Inés, que como mujer que es se ve siempre limitada en sus correrías, por muchas y variadas que sean. Luis ha luchado contra los turcos, ha peregrinado a pie a Jerusalén y luego desde allí a la India, ha sido corsario, ha cruzado el Atlántico muchas veces, ha sido abandonado durante años en una isla desierta, ha sido mago, ha conocido a Mesmer y a Mozart… Desde 1999 en que finaliza el presente narrativo del libro hasta hoy han pasado muchas cosas en el ámbito de la literatura y la mujer. ¿Cuál es su opinión del momento actual? ¿no está Leonís un poco “a favor de corriente” hoy día? Yo nunca me planteo estar a favor de corriente o en contra de corriente. Escribo, como suele decirse, lo que me pide el cuerpo. Todos los que lo leen me dicen que este es un libro muy “feminista”. Desde luego que lo es. El machismo no solo lo sufren las mujeres, yo lo he sufrido, y de forma muy dolorosa, cuando era niño y adolescente. El machismo, incluso en sus formas más caballerescas y aparentemente educadas, esconde en realidad un tremendo desprecio a las mujeres y a todo lo femenino. En cuanto a mi opinión del momento actual… Creo que todo el mundo tiene derecho a ser libre y feliz, y que el único límite de la libertad es que esta afecte a la libertad de otro. Me parece que estamos viviendo un momento apasionante en que estamos descubriendo, o aceptando, cosas sobre nosotros mismos que antes no sabíamos. Era un descubrimiento inevitable: que la radical separación de los roles genéricos es en gran parte cultural. Pero solo en gran parte. También somos parte de la naturaleza. Creo que lo más difícil de la vida es encontrar esa “vía de en medio” de la que habla el Buda. Y desde luego no creo en las cancelaciones, ni en las venganzas mediáticas, ni en el fanatismo de ningún signo. En alguna entrevista le hemos escuchado que este libro difería mucho de su producción anterior, pero hay asuntos, como la reivindicación del romanticismo, que le ocupan desde hace mucho ¿cuáles son esos elementos novedosos que quería destacar? Bueno, sobre todo una forma de entender el arte narrativo. Un proceso de despojamiento: escribir de la forma más clara y sencilla posible, sin detenerme en descripciones o reflexiones, ponerlo todo al servicio de la acción. También entrar en temas históricos, escribir sobre el siglo XVI o el siglo XVIII, cosas que hace unos años me hubieran parecido temerarias, imposibles. Incluso escribir sobre la Guerra Civil. Jamás me hubiera imaginado a mí mismo escribiendo sobre estos temas, sobre estas épocas. La propia idea de escribir una “novela histórica”. Escribir sobre el Madrid de Galdós. Incluso el hecho de adoptar una perspectiva femenina, algo que yo jamás había hecho. Contar un proceso de la Inquisición con todo detalle. Describir la vida de una monja de clausura. Todo eso es radicalmente nuevo para mí, y no sé ni como me he atrevido a hacerlo. Entre las muchas reflexiones que se entrelazan con la peripecia las hay respecto a la forma de escribir y el estilo, ¿se puede hablar de una novela metanarrativa? Podría decir, para salir del paso, que todas las novelas son metanarrativas. Es verdad que Inés se pasa cientos de años escribiendo dos novelas que luego se unen en una, El olivo, y que podemos sospechar que El olivo es precisamente la novela que tenemos entre manos. Sí, es posible que Leonís sea la novela que Inés de Padilla lleva quinientos años escribiendo. Nos queda algo de espacio, diríjase, si lo desea, a los lectores para animarles a la lectura de esta novela y decirles algo sobre sus nuevos proyectos. Gracias. Hay algo de lo que nadie desea hablar, aunque es una de las grandes verdades de la vida. Los niños no vienen de París, los Reyes Magos son los padres y los artistas crean sus obras en busca del éxito. Si encuentran éxito en una forma, en un estilo, en un género, continúan por esa vía. Si fracasan, buscan otra forma, otro género, o abandonan. Eso es cierto para los más grandes creadores de todos los tiempos, es cierto para Beethoven, para Melville, para Mozart. ¿Por qué? Porque un creador tiene que vivir de lo que crea. Una de las razones de que mis libros sean tan diferentes es que ninguno ha tenido éxito ni ha pasado de un reducidísimo número de lectores. Lo normal sería que yo hubiera abandonado después de mi segunda novela, un estrepitoso fracaso que me llevó cinco años o más de trabajo enloquecedor. Quince libros después, aquí sigo, aunque siento que Leonís es mi último intento. Si este libro fracasa, no sé, honestamente, qué más puedo hacer en este mundo. En cuanto a animar a los lectores a que lean Leonís, yo les diría que todos los que lo leen lo devoran en pocos días a pesar de su larga extensión, y que es una obra maestra del arte narrativo. Puedes comprar el libro en:
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