Tampoco Francisco Huelva, almonteño de dilatada carrera profesional, (librero, militar, concejal…), es un escritor al uso, tanto que, a pesar de tener nueve libros en el mercado, todavía se considera a sí mismo un lector que, de vez en cuando, escribe. Cuando tantos presuntos autores se abren paso a codazos para colocarse en primera fila, la actitud de Paco Huelva nos recuerda que todos estamos en camino y que escritor es un título que te otorgan los demás. Y Francisco Huelva, es un escritor y un escritor con oficio.
Lo primero que llama la atención al adentrarse en estos Cordones Pareados es la heterogeneidad. Aquí conviven el microrrelato con el cuento y el cuento con la novela breve en armoniosa compañía. Nadie pregunta a nadie por su color o su tamaño. No existe tampoco una agrupación temática, ni siquiera cronológica, así que, quien transite las páginas escritas por Paco Huelva, hará bien en dejarse llevar por el azar, que es quien dispuso las teselas en este mosaico.
El primer día toca crónica social con tintes de humor y crónica negra, porque Segundo piso, izquierda es el relato que abre el libro. No será la primera vez que el lector se tope con el mundo del crimen, aderezado con su pizca de sexo y ya, de paso, hará bien en acostumbrarse a que los policías sueltan guantazos en los interrogatorios, guantazos que los interrogados soportan con envidiable estoicismo. “Ya empiezo otra vez, no se ponga usted así, -dijo el detenido al ver que el del bigote se le echa encima de nuevo con la mano abierta.”
Afloran de vez en cuando en Cordones Pareados los recuerdos de la Huelva campesina que Francisco conoció y que dan lugar a narraciones deliciosas como El niño del olivar. “Qué es mu chico el niño, Curro, mu chico”, dice la madre que ve salir al campo a una criatura que debería estar durmiendo, pero la necesidad obliga, y el texto despliega una vigorosa evocación: “Alpargatas de largas cintas, amarradas a los bajos de un viejo pantalón del padre…”. “Pañuelo bajo la gorra, que no calma el frío intenso, zahones sobre el rehecho pantalón, calcetines de lana agujados por madre bajo las alpargatas…”
¿Qué ha pretendido Francisco Huelva con estos Cordones Pareados que, por cierto, tendrán continuidad? Decir lo suyo, como Silvio Rodríguez, “a tiempo y sonriendo”, describir un mundo donde no hay héroes ni antihéroes, un mundo habitado por personas que se adaptan como pueden a su parcela de realidad, como esos dientes de león que nacen entre las piedras, bebiendo el agua de lluvia y aprovechando un dedal de tierra que arrastró el viento.
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