Coincido con Víctor en las VI Jornadas madrileñas de Novela Histórica donde es uno de sus organizadores, además participaba en una mesa sobre Carlos V, que lo trataba como emperador y hombre. Él jura y perjura que no tuvo nada que ver con esa decisión. En la presentación diseccionó al de Gante de manera magistral. Así, aproveché el encuentro para entrevistar al autor de “Mühlberg”. Una novela coral donde los personajes llevan la acción al campo de batalla. Una espectacular obra que hará las delicias de todos los amantes de la historia. En la entrevista, nos da ciertas claves sobre su novela histórica, no todas, claro está. Esta es su segunda novela sobre Carlos V. ¿Qué es lo que más le interesa del emperador? Realmente, la persona en sí. Tiene tantas luces como sombras. Desde un punto de vista humano debió de ser una persona realmente compleja, con graves carencias afectivas que trasladó a las personas que tenía a su alrededor a lo largo de su vida. Por poner un ejemplo, a su esposa, la emperatriz Isabel, la estimaba como gobernadora en su nombre y como paridera —tal cual— para sus alianzas matrimoniales. Al morir, poco menos que la idealizó e iba llorando por las esquinas cada vez que la evocaba. Y desde el punto de vista político, ¡qué decir! Protagonista de innumerables hechos, batallas, guerras y disputas en todos los territorios que abarcaba su territorio. Una figura así es una perita en dulce. Respecto a su personalidad. ¿Qué rasgos destacaría? Su complejidad. Es lo que te decía antes. Cierto que la política de consanguinidad de la familia hizo también su trabajo, por lo que trajo de serie una serie de defectos/enfermedades que le llevaron por la calle de la amargura durante toda su vida, caso de ataques de melancolía, episodios depresivos, etc. Otras, como la ya famosa gota, fueron cosa suya. Psicológicamente es un chollo, así como también físicamente, por la cantidad de enfermedades y dolencias que desarrolló durante su vida y que, en muchos casos, afectaron a su modo de gobernar, de relacionarse con los demás. ¿Qué le atrae más, el emperador o el hombre? Difícil pregunta, porque ambas facetas son igual de atractivas. En Mühlberg le expongo a ojos del lector o de la lectora de esa manera: capaz de alentar a sus soldados a lomos de su caballo aunque la gota lo estuviera matando, y de acariciar el retrato de su amada esposa con una ternura que desarma. ¿Se le podría considerar como el último rey guerrero español? En mi humilde opinión, sí. Participó en la toma de la Goleta, en la conquista de Túnez, en el desastre de Argel, en la batalla de Mühlberg, en el asedio de Metz… De su hijo, Felipe, se recuerdan algunos episodios en su juventud, y a una cierta distancia, para después hacer de El Alcázar de Madrid o de el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial centros de los que apenas salía salvo era para moverse entre ellos, o bien en desplazamientos por la Península. El duque de Alba todavía lo tiene que estar esperando en Flandes tal y como le prometió, aunque es cierto que la muerte de Isabel de Valois le provocó un importante vacío. Su obra “Mühlberg” se la podría considera una novela coral. ¿Qué es más complicado tratar, los personajes históricos o los ficticios? Tan fáciles como difíciles de tratar son unos y otros. Cierto es que los segundos te permiten jugar con muchas más posibilidades, pues no tienen pasado ni futuro, ni tampoco un aspecto físico al que atenerte, pero tienes que cuidarlos con el mismo mimo que dedicas a los históricos. Y éstos, qué decir. Gracias a la nunca suficientemente reconocida labor de los historiadores, puedes construir un personaje protagonista de unos hechos conocidos, con una personalidad determinada, lo que te da pie a fantasear con ellos dentro de los límites de lo que fueron. La novela va alternando ambos bandos, luterano e imperial. Algo que nos recuerda a los thrillers. Además de novela coral, ¿podríamos hablar de thriller histórico? Podría ser. De hecho, en más de una presentación he contado que mi idea era recrear un ’Dunquerque’, la excepcional —para mí— película de Christopher Nolan, en el siglo XVI. La batalla de Mühlberg, al desarrollarse en veinticuatro horas, te permite pasar de punto a otro aunque, sobre el plano, estén separados por apenas una decena o centenares de metros. Es más, vi la película como dos o tres veces durante el proceso de escritura incluso para imitar secuencias o de qué manera describir determinados planos o escenas. ¿Cómo se consigue mantener la tensión literaria pese a conocer el final de la historia? Eso te lo permiten los personajes. La batalla es la que es, el resultado ya se conoce, pero no conocemos qué pensaban los personajes históricos durante aquella jornada, cómo se comportaron, qué les llevó hasta allí. Cada uno, tanto históricos como de ficción, arrastra una mochila vital a cuestas, son prisioneros de su manera de ver la vida, de cómo la viven. La batalla extrae de ellos lo que realmente son, es un potenciador de su ser, de sus emociones, de su manera de vivir. Y hay personajes que merecen ser conocidos, como es el caso de Barthel Strauchmann, que reveló la existencia de un vado al duque de Alba simplemente por venganza, pues soldados de Juan Federico de Sajonia le habían robado dos caballos. Después, fue considerado un traidor por los suyos, aunque eso ya es otra historia. “El duque de Alba es uno de mis personajes históricos preferidos. Si era cruel o no lo era es mejor verlo con los ojos del momento”Uno de los personajes más importantes de la novela y de ese episodio histórico fue el duque de Alba. ¿Qué destacaría de su personalidad? ¿Fue tan cruel como la historia lo presente o fue una militar pragmático? El duque de Alba es uno de mis personajes históricos preferidos. Si era cruel o no lo era es mejor verlo con los ojos del momento. A los nuestros, lo podría ser. En el siglo XVI, su manera de actuar era la habitual. Misericordias, las justas. Por eso no podemos juzgar los actos de una persona porque el tiempo es el que es. No obstante, era todo un líder, una personalidad fuerte, arrogante, muy inteligente y con un enorme respeto y admiración hacia los que llamaba sus “señores soldados”. De hecho, no pocos de ellos lloraron al enterarse de su muerte. ¿Qué consecuencias tuvo esa victoria imperial? Pues no mucha, la verdad. Es más, casi se considera el punto de inflexión en la vida política de Carlos V, pues a partir de ese momento le llovieron por todas partes. Sí dio paso una especie de paz, lo que se conoce como Interim de Augsburgo, que trataba de encauzar la situación entre católicos y protestantes, pero ocho después, en 1555, la Paz de Augsburgo demostró que la victoria en Mühlberg, lejos de derrotar al Protestantismo, le dio más alas para volar muy alto. Como curiosidad, uno de los aliados de Carlos V en la batalla, Mauricio de Sajonia, un luterano convencido, pero con intereses políticos en el momento de la batalla, estuvo a punto de capturar al emperador en Innsbruck, en 1552; de donde tuvo que salir por patas y casi con lo puesto. ¿Duró poco la alegría? Eso me dice que a lo mejor está usted pensando en una continuación. Duró un suspiro. Y hasta aquí puedo leer…
En la novela se retratan diferentes personajes, tanto del bando luterano como del imperial, pero también aparecen muchas emociones. Hay mucho odio en ciertos personajes. ¿Por qué ha querido reflejar esos sentimientos? Somos lo que somos, no lo podemos ocultar, y las situaciones extremas sacan lo mejor y peor de nosotros. Qué puede ser más extremo que una batalla. Luego, cada uno arrastra una mochila vital en la que guarda de todo: odios, rencores, amores no correspondidos, rencillas, cuentas que saldar… Eso esta ahí, a la espera de manifestarse, de explotar sin medir las consecuencias porque necesitamos expulsarlo. Una batalla es una ocasión ideal para sacar todo lo que se lleva dentro y mostrarlo sin vergüenza alguna. La venganza también está presente en muchos de los protagonistas de la novela. ¿Le gusta retratar en sus libros a las personas que afloran sus sentimientos y sus emociones? Siempre digo que trato a los personajes como lo que son, tipos que tienen su propia vida. Eso implica atarlos en corto porque, a la mínima, te la lían. Se encierran en sí mismos, te cuesta sacarles lo que llevan dentro; y ese material, una vez extraído, es tan valioso que no lo puedes desperdiciar. ¿Qué puede haber más valioso que el amor o el odio? Traiciones hay muchas en su libro. ¿Qué tiene de literario los sentimientos que provocan esta acción? ¿Vienen de la infancia como apunta algún personaje? Viven, y eso les hace atesorar una serie de emociones que, dependiendo de la personalidad, expresan por completo o se callan. Lo interesante está en provocarlos para que estallen, para que suelten lo que llevan dentro; para que expresen esos sentimientos sin pudor alguno. Luego, claro está, está la vida de cada uno, y en algunos casos hay episodios tan intensos que entiendes los sentimientos que pueda guardar tal o cual personaje. Sólo hay que esperar el momento oportuno para sacárselos. Mójese, ¿cuáles son sus personajes favoritos de ambos bandos y cuáles los que más le provocan rechazo? Rechazo, ninguno. Cada uno es de su padre y de su madre, pero por todos sientes cariño. En algunos casos los ves crecer a lo largo de la novela, desarrollarse de tal manera que llegan a sorprender al lector. Son como son y te tienes que quedar con todos. Quizás simpatizas más con unos que con otros precisamente por eso, por cómo son, y ahí me quedo con Fernando Álvarez de Toledo, Cristóbal de Mondragón, Wolfgang von Schönberg y Norbert Bachmann. ¿Cuál es el personaje con el que más se identifica? Este último. A ojos del lector puede parecer soberbio, muy seguro de sí mismo, con una personalidad a prueba de bombas. Lo que guarda en su interior es un respeto por el otro cuando usa sus mismas reglas: honor, dignidad e integridad. La pasada edición de las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica ha sido dedicada a Carlos V. ¿Qué responsabilidad ha tenido usted en ello? Juro que no tuve que ver nada, ja ja. Surgió de manera espontánea. Carlos V es un personaje más ligado a la historia de Madrid de lo que se pueda creer, y de ahí su elección para esas jornadas. Simplemente, como curiosidad, a él le debemos la primera fábrica de cerveza en Madrid, junto al Manzanares, pues sus aguas eran de tanta calidad que sirvieron para elaborarle una buena cerveza. Ahí lo dejo. Puedes comprar el libro en:
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