En su libro no propone al lector tratar de derrumbar al sistema que nos esclaviza, sino que el sistema se quede sin esclavos que esclavizar; si se lograra este objetivo, ¿en qué nuevo sistema viviríamos? Como bien dices no se trata de derrumbar nada, ni de hacer cambios desde el punto de vista intelectual, se trata de que cada uno de nosotros vayamos cambiando el nivel de conciencia en el que vivimos, eso nos llevará a vivir de otra manera y sutilmente, conforme la conciencia va subiendo todo va cambiando. También puede darse al revés, claro. El sistema pues, no es un producto teórico a ser alcanzado desde la antigua conciencia. Al revés, primero la conciencia y, a través de ella, una mayor apertura en la manera en la que somos y hacemos las cosas. ¿Qué es, a su juicio, lo más importante que tenemos que hacer, que necesitamos y que no tenemos para ser felices? La verdad es que no se trata de hacer más, sino menos. Como digo en el libro, ya hacemos demasiadas cosas que en realidad no necesitamos y que en realidad hacemos porque nuestra mente está hiperestimulada y no puede para de “hacer”. En cuanto nos demos cuenta de que estamos operando desde un estado mental “alterado”, entonces podremos comenzar a desactivar ese estado y a través de la relajación ganar en claridad sobre lo que realmente nos hace felices a cada uno de nosotros. Se refiere al mercado laboral como una gran maquinaría que nos tritura sin pestañear, pero ¿cómo prescindir de ella para poder cubrir nuestras necesidades? La respuesta a esto es ver si realmente eso que llamamos necesidades son realmente necesarias. Eso es lo interesante, porque la cuestión es que la mayoría de lo que sentimos como necesidades no son más que deseos generados por la sociedad en la que vivimos y que al tratar de satisfacerlos, nos empobrecen. En su libro asegura que vivimos en un sistema que nos quiere escasos para poder vendernos cosas para tratar de llenar esa escasez, ¿cree usted que si tratáramos de vivir únicamente con lo básico seríamos más felices? La pregunta aquí es, de nuevo, qué entendemos por lo básico. ¿Entendemos que es lo importante o pensamos que lo básico es poco y que necesitamos más para ser felices? A veces somo como niños que son felices con un helado pero que al ver que otro niño tiene un helado más grande, ya no nos gusta el nuestro…
Cita en numerosas ocasiones a Jesús, pero también afirma que la Iglesia cronifica el pecado para que seamos sus clientes de por vida, ¿es necesaria la religión para ser feliz? Como decíamos más arriba, uno ha de encontrar por sí mismo lo que le hace feliz. Así que puede ser que para alguien la religión sea muy importante para lograr ser feliz. Para otros no lo será. A mí siempre me ha gustado lo que decía Buda cuando señalaba que cada uno había de probar si lo que él predicaba le iba bien o no y entonces hacerlo o no. Asegura que su obra no es un libro de crecimiento personal, sino de crecimiento social. ¿Considera que entre la libertad, la igualdad y la fraternidad la más importante para ser feliz es la fraternidad? Una idea que me gusta mucho es la que dice que toda la dicha nos llega al buscar la felicidad de los demás y que toda la desgracia nos llega al buscar la felicidad personal. Uno, al dar a los demás, se acaba dando también a sí mismo. Y al buscar la pequeña felicidad personal, con demasiada frecuencia acabamos sumidos en la falta de sentido. ¿Es la meditación que nos propone una práctica imprescindible en la búsqueda de la felicidad? En absoluto. La meditación es sin duda una buena herramienta porque nos hace detenernos y encontrar el espacio para ver lo que hacemos bien y lo que no hacemos tan bien. Pero si a alguien le funciona pasear junto al mar para hacer las paces con uno mismo y con la vida, entonces adelante. En realidad no es la meditación, sino lo que nos haga vivir de una manera menos reactiva y más consciente. Escribe que a veces esperamos ser felices cuando una situación cambie y nosotros somos los que creamos esas circunstancias. Sin embargo, hay circunstancias que no dependen de nosotros mismos, como puede ser el Covid, la guerra de Ucrania o que se te muera un hijo… La espiritualidad nos dice que el dolor es inevitable, pero que nosotros somos responsables de la cantidad de sufrimiento que añadimos a ese dolor. Siempre podemos hacer algo en un sentido o en otro, para acrecentar el dolor o para suavizarlo, para perder el equilibrio o para ganar en compasión… También asegura que hemos forjado toda nuestra identidad en torno al dolor, pero ¿cómo se puede dejar de sentir dolor cuando alguien muy cercano te traiciona o tienes esclerosis múltiple? Esta pregunta tiene relación con la anterior y es precisamente la esencia del libro que va en contra de una sociedad que casi nos obliga a tener que estar supuestamente felices todo el tiempo a base de minimizar o infravalorar los otros sentimientos. Cada sentimiento responde a una experiencia del mundo y cada uno tiene su mensaje de sabiduría. ¿Cuál sería en su opinión el asunto más relevante que debería contener esa agenda personal que necesitamos para ser felices? Uno ha de mirarse a sí mismo con amor y compasión, dejando atrás ese discurso con el que nos solemos tratar. Solemos tener una mala relación con nosotros mismos y andamos censurándonos todo el tiempo. ¿Hicimos algo mal? Intentemos hacerlo mejor la próxima vez. La pedagogía hace mucho que entendió que la mejor manera de avanzar es a través del apoyo, de la empatía y del amor. Mirémonos y tratémonos así para luego podernos relacionar con los demás y con el mundo del mismo modo. Puedes comprar el libro en:
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