Una trilogía biográfica por la que una editorial desaprensiva y rastrera (como la mayoría de las editoriales) ha pagado 20 millones de dólares por contar miserias y medias verdades. No das pena, Harry, ni a mí ni a nadie. Ponte a currar, tío, que das mucho el coñazo con tu rollo de pìjo caprichoso y consentido abducido por una actriz americana del tres al cuarto. Guapa y estilosa, eso sí, ya ves que procuro ser objetiva y ecuánime.
No es fácil ser objetiva ni ecuánime. Noble o plebeya, la familia es la familia y a ti te encontré en la calle. Puedo entender que Shakira ponga a parir a Piqué en una canción “Estás con una igualita que tú” (temazo, por cierto), y que Ágatha Ruiz de la Prada pulverice a Pedro Jota, o Mia Farrow a Woody Allen. Esto “va de sua” en la mezquindad humana. Solo justificable si con su indignidad tuvieran que dar de comer a sus hijos. Que no es el caso. Tampoco es el caso de Michelle Obama, cuando con su narcisismo ególatra nos cuenta su vida marital por capítulos. La venganza es una terapia que se sirve fría. Solo nos falta Vargas Llosa machacando a Preysler.
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