La editora nos resume, agudamente, la trama. «En el siglo XV, el mundo está cambiando, pero la medicina se encuentra estancada en la vieja fórmula de la TRIACA establecida en la Antigüedad clásica, sin embargo, siempre hay hombres y mujeres en busca de nuevas maneras de sanar el cuerpo y el alma que ensayan fórmulas alquímicas para conseguir la piedra filosofal o el elixir de la vida eterna. A menudo pasan por dementes o hechiceros, y Magí Surroca es uno de ellos. Por su parte, Beatriu, una joven rebelde y arisca, intenta combatir los estigmas de una sociedad en decadencia, solo la fuerza del amor, la amistad y la entrega absoluta a un ideal le permitirán alcanzar una vida auténtica, de libertad y plenitud, dos destinos marcados por la osadía de oponerse al poder y a los valores de una época. Una lucha cargada de esperanza; poética, vital y científica al mismo tiempo, en una novela que preludia el instante del Renacimiento en el que el ser humano empezaba a ser la medida de todas las cosas. Una apasionante novela histórica que desvela los secretos de la Triaca: un remedio natural capaz de curar cualquier enfermedad». La traducción de esta obra ha contado con una ayuda del Institut Ramon Llull. Según define la propia autora: “La alquimia, por lo que tiene, pues, de no estrictamente científico -de no químico, de no matemático-, de no reducible a fórmula, es todavía, en este sentido, una afirmación, quizá desesperada, de la libertad humana”. La autora ha nacido, en el año 1960, en el pueblo tarraconense de Reus, patria chica del general del siglo XIX Joan Prim i Prats. En esta obra magnífica, con una riqueza de léxico narrativo estupendo, una joven se marcha de su pueblo de nacencia, que se llama Vallbona de les Monges buscando esta libertad que anhela, con la finalidad de comenzar un periplo geográfico y, sobre todo de autodescubrimiento personal y de liberación, que le conducirá al conocimiento del alquimista, denominado como ‘el Brujo’; que en la obra, y así era la forma de cualificar a estos personajes en la época, se dedicaban a la alquimia pura y dura, se llama Magí Surroca, y que vive en el pueblo de Llivia; otro personaje de dicho pueblo y muy bien delineado es el médico del lugar que se nomina como Pau Vinyes, médico y alquimista colaboran, sin ambages. Desde Llivia, donde se encuentra situada la farmacia más antigua de Europa, llegarán hasta Barcelona, la antañona capital condal, y todo ese periplo, una evidente peripecia, revierte en una auténtica transformación vital. La época comienza a transformar sus planteamientos culturales y científicos, con personalidades como Thomas Moro o Erasmo de Rotterdam o Juan Luis Vives, entre otros de mayor o menor enjundia. El teocentrismo creado por los seres humanos, y no por el propio Yahvéh-Dios Todopoderoso, que buscarán siempre un ser superior que alivie sus debilidades o deficiencias, comienza a dejar paso a un remedo de ciencia, pero que trata de asomar su inteligencia al raciocinio, al considerar que las enfermedades no son un castigo divino, por aquello de que las creaturas de Dios no pueden tener defecto, salvo que se tuerzan del camino creado por el Sumo Hacedor; sino causas de morbimortalidad patológica. La trama de esta destacada novela histórica gira en derredor de la denominada fórmula magistral de la ‘TRIACA’, que era una especie de remedio universal, para todas las enfermedades habidos y por haber, y ya desde el siglo II d. C., por consiguiente, tanto para la plebe como para los soberanos; todo conllevaba una auténtica parafernalia ceremonial, con toda la prosopopeya posible. Detrás de todo ello, se encuentra la denominada como ‘piedra filosofal’, cuyo secreto, sensu stricto, demostrado en la actual modernidad como posible, pero ciertamente muy caro, consistía en la transformación de los metales en oro; la autora considera que estos chamanes pseudoquímicos se encargaban de escrutar todos los plausibles secretos de la naturaleza y, de este modo y manera, conseguir hallar el principio de las fuerzas telúricas, las cuáles serían las que moverían al planeta Tierra. Coia Valls indica taxativamente que: “Ninguna transformación es posible sin casar a la luz lo que guardamos en nuestra obscuridad más íntima, nuestras propias sombras”. La escritora pretende, con esta obra, realizar un homenaje a todos aquellos seres humanos que, desde el punto de vista de la sanidad sea como sea y de la época de que se trate, han intentado, con esfuerzo titánico y una cierta dosis de altruismo, cuidar del resto de los hombres del planeta, y como médico que asimismo soy me considero nominado, y estoy agradecido al aserto de Coia Valls. En el Prólogo, Llivia, enero de 1473 se describe al protagonista, con una riqueza extraordinaria: “Un tenue silencio presidió aquella habitación, que poco a poco despertaba al nuevo día. Después de una noche sin tregua, enderezó su espalda maltrecha. Había pasado muchas horas encorvado sobre la mesa de trabajo y sus ojos, de un azul líquido que la edad iba enturbiando, se cerraban bajo el peso abrasador de los párpados. El hombre sabio, de cabello largo y barba blanca, miró a su alrededor. Había colocado por la estancia una buena retahíla de velas, pero muchas se habían consumido y se habían convertido en una estructura de cera deshecha que formaba pequeñas colinas a sus pies. La lámpara de aceite que guardaba para ocasiones especiales no ayudaba demasiado a sus propósitos. Las sombras, cada vez más débiles sobre las paredes de la casa, parecían la señal de un mal presagio”. También la obra tiene unos ingredientes múltiples de intriga y de acción, a la par que se encuentran delineadas, con gran perfección todas las grandes pasiones de los varones y de las mujeres, tales como son: el amor y el odio, como las dos caras del dios romano Jano, e inclusive la soledad en la que se encuentra el ser humano. En suma, recomendación, sin circunloquios o reservas, de esta novela-histórica más que necesaria para conocer el pasado, y la sociedad que se movía en derredor de la alquimia. «Nobis cum semel occiderit breuis lux». 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