Solemos pensar que solo es la tecnología la que evoluciona, el aspecto material, y que la mentalidad humana es la misma desde el inicio de nuestra historia biológica. Pero lo cierto es que durante muchos siglos las sociedades fueron mucho más espirituales, animistas, de lo que somos capaces de imaginar ahora mismo en occidente.
Por eso en esta novela hay algo que sería fácil de clasificar como fantasía, cuando lo cierto es que no es nada más que el esfuerzo de Orozco por hacernos partícipes de un mundo donde las montañas, el cielo o los árboles eran considerados como seres con alma, partícipes de la vida humana y seres a tener en cuenta a la hora de tomar cualquier decisión.
En este sentido La hija del loto (Edhasa, 2022) se sitúa en la tradición de los primeros libros de occidente –pienso sobre todo en la Iliada− donde el papel de los dioses y los espíritus era tan importante, o más, que las acciones de los héroes o heroínas.
Si el libro homérico tenía como centro la batalla de Troya, el de Orozco nos conduce, con la inevitabilidad de todo destino –porque el destino, tan presente también en la literatura griega, es otro de los grandes personajes de esta novela y quien lo dirige todo−, a la batalla de Sekigahara, una batalla decisiva en la historia de Japón que tuvo lugar el 21 de octubre del año 1600 y que enfrentó a las dos facciones en que se había dividido el país en la época. Por un lado, quienes consideraban que Toyotomi Hideyori, hijo de uno de los grandes unificadores del Japón, era quien debía convertirse en el dirigente del país. Por otro lado, los seguidores de Tokugawa Ieyasu, uno de los señores feudales más importantes y poderosos de la época.
Ese logrado esfuerzo de Orozco por aunar la mentalidad del momento, una mentalidad animista, con los hechos verídicos de la, para nosotros, desconocida Historia japonesa es uno de los méritos de La hija del loto.
El otro es la trama interior, el hilo con el que el destino va tejiendo sus redes. A destacar, especialmente, la relación entre la pequeña Tomoe, destinada a convertirse en la mejor mujer samurái de Japón, y su sombra, Haruki, un personaje destinado a atraer sobre ella todas las desgracias que el destino tenga reservada a su ama.
Una relación marcada por el férreo código de honor feudal que, sin embargo, se irá suavizando y humanizando pese a las dificultades propias de la situación histórica, marcada por ese enfrentamiento entre clanes samuráis que, como siempre ocurre con la guerra, dará al traste con los sueños y esperanzas de las protagonistas, sometidas al fatum como lo están siempre los héroes de los textos clásicos.
Mezcla de hechos históricos, antiguos ritos y tradiciones y personajes que luchan por escapar a su destino, Paloma Orozco nos brinda con La hija del loto una historia deliciosa, a caballo entre la aventura, la leyenda y la poesía en el Japón del siglo XVII.
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