La traducción, el prólogo y las notas que se recogen en el mismo, han sido maceradas por las entendederas de Manuel Moya, uno de nuestros grandes poetas, narradores y traductores de este país, especialmente del italiano y el portugués, destacando a mi entender el trabajo realizado con la obra completa de Fernando Pessoa y su ristra de heterónimos que no vamos a citar.
Se trata de ciento doce epístolas cruzadas entre ambos o, en su caso, con otras personas conocidas por uno o por otra, pero, relacionadas con esa atracción tormentosa que se generó entre ellos entre el 22 de julio de 1916 y el 17 de enero de 1918.
Empaquetada con exquisitez por El Paseo Editorial, esta turbulenta atracción entre dos personas, amantes de las letras y de la vida, pero con universos disímiles, completamente distintos, viene a introducirse en los entresijos del ser humano como expresión de las dicotomías existentes en nuestro interior entre lo que “es” y lo que “debe ser”. Algo tan añejo como las relaciones entre los individuos y los postulados de las sociedades que a cada cuál les tocó vivir, en función del medio en que nació, de la educación que recibió, los embates que la vida le asestó y, por medio de todo ello, la influencia del deseo o de la pasión irreprimible cuando se manifiesta.
Sibilla Aleramo, que vino a nacer en 1876 en Roma, y que fuera muy conocida en su país como periodista y novelista, siempre con un cargado acento autobiográfico y sobre todo feminista en sus obras, que incluso la llevó a la política, vivió los extraños aconteceres de una violación en su juventud, con todo lo que ello suponía en una mujer en aquella y en todas las épocas, y pasó además por un matrimonio de conveniencia para terminar liberándose de esas ataduras, al menos de la segunda, y pasar a llevar una vida completamente atípica en esas fechas con un buen número de relaciones tanto con hombres como con mujeres. Destacan sus obras “Una donna”, “Il Passaggio”, “Orsa minore”, sus columnas en prensa y este libro de epístolas del que hablamos.
Dino Campana, el otro interlocutor de esta obra, nació en Marradi, una localidad de Florencia, y se le conoce especialmente por “Canti Orfici”, un poemario que fue enjuiciado en Italia como una obra maestra. De carácter visionario y errabundo, difícil y complicado en el trato, acabó sus días en un manicomio asaetado por la esquizofrenia. Toda su obra se ha ido reconstruyendo de forma póstuma y, no lo negaremos, pero, tiene muchos adeptos, como suele ocurrir con ciertos individuos catalogados dentro del segmento del malditismo, de la exageración o de la extravagancia, que, como es sabido, los hay y muchos, porque no todo ha de estar reglado; es necesario también conocer los porqués de aquellos que se salen de los cenáculos y de los conciliábulos establecidos por el poder, así como sus razones. El arte también ha evolucionado con estos alucinados seres que nos hacen ver “la trama de la película” desde otros estándares ajenos a lo normalizado, y podríamos citar una extensa nómina según las preferencias o los intereses de cada quién.
Un excelente texto para profundizar en el “alma” humana y en los impulsos de los deseos incontrolados, viene a resultar “Un viaje llamado amor”.
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