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Blanca Cabañas
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Entrevista a Blanca Cabañas: “Una novela no es solo el proceso de escritura. Son los meses previos en los que me dediqué a pensar, a idear y a construir los personajes”

Autora de “Perro que no ladra”
sábado 26 de noviembre de 2022, 12:11h

“Perro que no ladra” es la primera novela larga de la escritora gaditana Blanca Cabañas, maestra de educación especial y pedagoga que siempre soñó con ser escritora. Ha ganado un buen puñado de premios de relatos y fue accésit a la Mejor Novela Corta en el XXIX Certamen Calamonte Joven con “Un buen vecino”. Ahora, de la mano de la editorial Suma de Letras, publica su nueva novela, un thriller desasosegante donde el misterio está muy presente aunque venga del pasado.

Perro que no ladra
Perro que no ladra

La protagonista de la novela regresa a Chiclana de la Frontera, población de la autora, después de 14 años sin saber nada de su familia después de huir de allí por la desaparición de una niña. En su regreso, investigará ese suceso y descubrirá que la verdad es siempre más afilada y esconde razones más oscuras que la dejarán sin habla. Blanca Cabañas nos desvela en la entrevista sus motivaciones para escribir el libro y nos avanza algún secreto de su novela.

¿Cómo surgió la idea de una novela tan compleja, que abarca misterio, terror, romance, aventura infantil y juvenil, e investigación policial?

Perro que no ladra es la suma de muchas ideas, tantas como misterios esconde, pero el germen principal surgió en 2020 cuando estudiaba un máster en Atención temprana y Necesidades Educativas Especiales. Así fue que leí al neurólogo Francisco Mora y me adentré en el campo de la neuroeducación, una neurociencia pionera en el estudio del cerebro en tiempo real a través de técnicas de neuroimagen, como la resonancia magnética y el TAC. Es gracias a estas técnicas que hoy en día conocemos la causa neurológica de síndromes para los que antes no teníamos explicación plausible. Esto me lleva a conocer el síndrome de Capgras, un extraño síndrome causado por una lesión en el hipotálamo, el horno de las emociones, que hace a todo aquel que lo padece estar convencido de que algunos de sus seres queridos son impostores y han sido suplantados por dobles idénticos. El tema me impactó tanto que me documenté y leí todo lo que encontré sobre el síndrome de Capgras. No tardé en darme cuenta de lo poco que hay escrito o filmado sobre él, ya que apenas se cuentan cien casos desde 1923 y ese fue mi primer impulso: contar todo aquello que a mí me estaba sorprendiendo acerca de la neuroeducación y de este inusual síndrome.

La historia del grupo de niñas es terrorífica, y por desgracia, las desapariciones de menores siguen siendo de gran actualidad: ¿fue alguna noticia en la prensa la que le inspiró ese hilo de la historia, o quizá una experiencia real de alguien a quien conoce personalmente?

Por desgracia, todos hemos crecido con algunas de estas tragedias sonando en el televisor durante la sobremesa. En mi caso, la primera que recuerdo y que no olvidaré jamás, fue el caso de Marta del Castillo. Para contar la historia de Perro que no ladra, intenté ponerme en la piel de todas esas familias, ya para siempre incompletas, y de todos esos padres y madres, castigados de por vida con el mayor de los golpes. Incluso Lara, la protagonista, siente esa responsabilidad atribuida y esa necesidad inexorable de buscar la verdad, la verdad acerca de la desaparición de una de sus mejores amigas de la preadolescencia. Por eso, al volver a su Chiclana natal, tras catorce años esquivando el dolor, tropieza de bruces con su pasado y pronto, se dará cuenta de que todo el mundo parece tener algo que ocultar.

El aspecto mágico es muy importante en la novela, y llama poderosamente la atención por su variedad y riqueza: magia blanca y negra, para ayudar y para hacer daño, para conseguir el amor y para controlar a una persona. ¿Cómo te documentaste, y es un fenómeno habitual donde te criaste de niña?

No es un fenómeno con el que haya convivido de niña, pero he podido hablar con personas que practican determinados rituales con un fin concreto; personas que creen en una fuerza, una energía. Más allá de la brujería, en la novela se habla mucho de creencias supersticiosas y, estas, están expandidas por todo el país. Todos, en mayor o menor medida, alguna vez, nos hemos acercado a la superstición, ya sea leyendo el horóscopo, llevando un amuleto a un examen, cruzando los dedos al ver un gato negro o quemando incienso en casa. El problema, como ocurre con todo en esta vida, está en el exceso, en perder el control y en lo que somos capaces de hacer guiados por nuestras creencias.

¿Cuánto tiempo le llevó escribir la novela?

El proceso de escritura en sí me llevó unos cuatro meses. Escribía a todas horas y cuando no escribía, pensaba en escribir y anotaba ideas. Pero, una novela no es solo el proceso de escritura. Son los meses previos en los que me dediqué a pensar, a idear, a construir los personajes y a crear una pequeña escaleta con los principales giros inesperados, inicio y final, y los meses posteriores en los que perdí la cuenta de las relecturas y correcciones que hice. Es un proceso muy largo y tedioso.

El paisaje de la costa andaluza, y concretamente los bosques y playas de Chiclana, tienen mucha fuerza y son protagonistas también: ¿en qué medida influyeron en usted, y en la forma en que escribe?

Para mí es fundamental que la ambientación sea un personaje más de la historia y si además es una localización que el escritor conoce, considero que arroja verdad a aquello que cuenta. He vivido casi toda mi vida en Chiclana; conozco las distancias, la forma de vida de la gente, los escenarios. Así que, contar la historia desde aquí me pareció lo más idóneo. Me divertí mucho vistiéndola con esa aura lúgubre y tenebrosa que luce en la novela y destacando, entre todos sus atractivos, uno de los más olvidados: el pinar del Hierro y la Espartosa, escenario nuclear de la novela.

¿Cómo definiría su estilo como escritora?

Creo que todo escritor busca encontrar su propia voz y que cualquier lector lo identifique rápidamente con solo leer dos líneas, pero también pienso que es un camino que no se termina de recorrer. Posiblemente, el estilo que tengo ahora no se parezca en nada al que tendré en diez años, porque habré crecido como escritora. Sin embargo, hoy por hoy, diría que me gusta escribir de forma muy visual; situar al lector en la historia con una buena ambientación, descripciones necesarias, pero no excesivas; sólida construcción de personajes y recreación minuciosa de escenas tensas.

“En Perro que no ladra, no se describe a los personajes, sino que se muestran vivencias significativas del pasado”

¿Cuál fue el mayor reto a la hora de planificar y escribir la novela: documentarse sobre investigación policial, desarrollar dos hilos temporales tan distintos o manejar tantos personajes distintos, y además en varias épocas distintas de sus vidas, como niños, adolescentes y adultos?

Quizá, cuadrar las dos líneas temporales como si ambas conformaran un mismo puzle. A veces, escribía capítulos del hilo temporal pasado y los dejaba aparcados hasta que consideraba que había llegado el momento de armarlos en la historia. En Perro que no ladra, no se describe a los personajes, sino que se muestran vivencias significativas del pasado y con ellas, el lector debe formar su propia opinión sobre cada uno de ellos.

La locura, tema peliagudo ya en sí, recorre los dos hilos, presente y pasado, y afecta de algún modo a cada personaje: depresión, alucinaciones, fantasmas, doble personalidad… Los profesionales de la salud mental también juegan un papel importante: ¿cómo te documentaste?

El hilo de la psicología y la salud mental parte del estudio de la neuroeducación. Es por ello que necesitaba un personaje que diera voz a todas esas ideas y de esta forma justificar toda su sabiduría. Así surge el personaje de Ángel, el psiquiatra de Lara, rimbombante y sabelotodo, acompaña a la protagonista hasta el fondo de sus traumas. Y es que, en muchas ocasiones, como nos ocurre a todos, Lara es su propia antagonista.

El mercado laboral no da respuesta ante tanta demanda

¿Cómo le parecen los jóvenes de tu generación hoy día: satisfechos o frustrados, equilibrados o fragilizados, confiados o amenazados? ¿En qué aspectos, y por qué? ¿Cuál es su experiencia personal en ese sentido?

No me corresponde generalizar, pero sí que es verdad que últimamente, quizá porque hemos cruzado el umbral de los terribles treinta, algunas de mis amistades se encuentran perdidas o frustradas. Se nos exige estabilidad, independencia económica, pero el mercado laboral no da respuesta ante tanta demanda. Y eso que, según dicen, somos la generación mejor formada de la historia.

El final es agridulce: feliz y triste, tranquilizador pero terrorífico a la vez. ¿Qué mensajes quería transmitir al lector con su novela?

Perro que no ladra habla de las relaciones pasadas y de cómo estas tejen nuestro presente y perfilan nuestra personalidad, de cómo un solo hecho puede arrasar con la vida de unos pocos. Habla de creencias supersticiosas llevadas al extremo, de tradición, del amor como algo nocivo, de miedos irracionales que confieren a lugares sensación de abismo. Lara, como bien se cuenta entre las páginas, vuelve a la cicatriz, al centro de la tormenta, al origen de sus pesadillas y el lector la acompañará hasta sótanos oscuros, a recorrer bosques malditos y a prender la luz, para vencer los miedos que nos impiden ser quienes somos. Eso quería transmitir en mi novela: que las heridas solo se sanan si hacemos frente a nuestros fantasmas.

La novela combina varios géneros: ¿en cuál de ellos se encuentras más cómoda, y cuál es para usted el mayor reto? ¿Por qué?

El género en el que me siento más cómoda y con el que más disfruto es el thriller, pero además de entretener, busco divulgar, formar en algo. Perro que no ladra se nutre de la neuroeducación y esa es la línea que quiero seguir en mis próximas novelas. Pretendo contar historias usando el suspense y mostrando distintos mundos, fuentes de conocimiento, para que el lector, al finalizar la lectura, además de haber disfrutado, haya descubierto algo novedoso e interesante, como ocurre aquí con el síndrome de Capgras.

En “Perro que no ladra” tienen mucha importancia los diálogos. ¿Qué es para usted más complicado los diálogos o la trama?

Los diálogos dicen mucho de si una novela está cuidada o no. Deben contar cómo es el personaje, tener su propia voz y no sacar de la lectura. No todos pueden hablar igual, usar las mismas expresiones ni tener el mismo nivel cultural, por ejemplo. A veces, los escritores omitimos los verbos descriptivos que acompañan a las intervenciones de los personajes y, pese a ello, el lector debe saber quién habla en cada momento. Si conseguimos que no se pierda, lo hemos hecho bien.

Después de una novela tan compleja, técnica y sicológicamente, ¿cuál es el siguiente proyecto, en qué género, y con un enfoque análogo, o totalmente diferente?

Octubre y noviembre van a ser meses de promoción y, entre tanto, quiero seguir con el borrador de mi segunda novela, que ya está escrita, pero no terminada. Es una historia diferente, que al igual que Perro que no ladra, se origina de un mundo desconocido para mí hasta la fase de documentación y del que no se ha hablado desde el thriller. Quiero romper con lo que hasta ahora he hecho, ponerme a prueba y ofrecerle al lector lo mejor de mí. Es una novela en la que tengo puestas muchas ilusiones porque, por primera vez, tanto los lectores de la autopublicación como los de la edición de Suma de letras leerán una misma versión.

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Blanca Cabañas
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