Lo que se considera el período artúrico, por antonomasia, coincide punto por punto con el de la construcción de las catedrales góticas, desde 1150 hasta 1250. En los Pirineos franceses, al occidente de Lourdes, cerca del santuario existe un pequeño lugar llamado Saint-Pé-d’Ardet en el que se encuentra un monumento con una leyenda del período galorromano que indica: LEXEIA ODANNI FILIA, ARTEHE VSLM, O ‘Lexeia la hija de Odan. Así adquiere mérito por sus promesas a Artehe’. El texto refiere, con claridad, que el nombre de Arturo ya era venerado entre los celtas de la Galia como un dios. Y la nómina Artehe (Artus, Arthur) está asociada a las deidades Artemisa y Arcturus; a la par todos se asocian con el oso, que es la representación divina más antigua escogida por los seres humanos. Ya en el año 10.000 a.C., tiempos de los Neanderthales, existen varios santuarios dedicados a dicho plantígrado. Éste es el dios Arturo; claramente se puede subrayar que el lago Leman o Ginebra, nombre de la regia-esposa de Arturo, es la fuente de la idea de que tras su muerte Arturo se embarcó rumbo a la isla de las Manzanas Doradas o de Ávalon. «“Nadie en nuestro siglo -ni Freud, ni Thomas Mann, ni Levi-Strauss- ha hecho regresar como Joseph Campbell el sentido mítico del mundo y de sus eternas figuras a nuestra consciencia de cada día”. Durante toda su vida, Joseph Campbell (1904-1987) estuvo profundamente implicado en el estudio del Grial y sus leyendas inmemoriales. Evans Lansing Smith, catedrático en estudios mitológicos del Pacifica Graduate Institute de California, ha reunido en este volumen un corpus de sus escritos y conferencias en torno al Mundo Artúrico Medieval. Los relatos de Gawain, Merlín, Ginebra, la espada Excálibur o La Dama del Lago, que confluyen en el símbolo del Grial, son narrados y analizados con toda vivacidad, pues para Campbell constituían la primera ‘mitología secular’ de la Historia europea. Coetáneos de la construcción de las Catedrales Góticas, los trovadores, las cruzadas y la fundación de las primeras universidades, forman parte del vigoroso y refinado período cultural que va desde mediados del siglo XII hasta mediados del XIII, y que para él era análogo al período homérico en cuanto a la importancia de su significado mítico». Será el filósofo Charles Musès, el descubridor de la inscripción, quien indique, que estas tradiciones están asociadas, con la cultura celta del período de La Têne, situadas estas excavaciones arqueológicas en el centro de Francia. Otro lugar, es la ciudad de la región italiana de Emilia Romagna, llamada Módena, donde se solía llamar Artusius a los niños recién nacidos; y será entre los años 1099 y 1106, cuando a los escultores y canteros de la catedral modenense, se les ocurrió grabar una escena artúrica en una arquivolta del portal norte. En uno de los bajorrelieves se refleja la leyenda del rapto y del rescate ulterior de la reina Ginebra. Arturo figura en las vetustas crónicas de Gildas y Nennio, contenidas en los siglos VI y VIII, y es calificado como un ‘jefe guerrero’ o ‘dux bellorum’; de donde proviene el vocablo inglés de duque-duke. Los medievalistas consideran, sobre todo los más vinculados al personaje, a Arturo como un tipo de caudillo militar, que formado por los romanos del final del imperio, sería el auxilio de los monarcas britanos meridionales, los cuales estaban tratando de defenderse de la invasión de los germanos, en este caso el conglomerado político-militar de anglos, jutos y sajones; pueblos que provenían de lo que hoy es el norte de Alemania y la Jutlandia danesa. «Las crónicas hablan de doce grandes batallas en las que Arturo, ‘dux bellorum’, este caudillo militar instruido por los romanos, que podríamos comparar, por ejemplo, a un senegalés instruido por los franceses), apoya a los reyes del sur; en la última batalla, Arturo encuentra la muerte y se confirma en triunfo de los germanos». Esta invasión conllevó que refugiados del meridión de la Gran Bretaña huyeran, cruzando el mar, hasta el norte de la actual Francia; en lo que hoy se llama Bretaña, allí echarían raíces, a lo que denominarían la Esperanza de los Bretones, en realidad esta virtud se refiere al deseo ferviente de que su rey Arturo regrese, y les devuelve su territorio ancestral del sur de Inglaterra. Se puede, por consiguiente, contextualizar el hecho de que la leyenda artúrica, con algún tipo de base histórica, puede tener su desarrollo en los años ca. 450 a 550 d.C. A continuación, viene un período de leyendas orales, donde se recitaba, como una epopeya medieval, todas las hazañas de este soberano. El autor compara este deseo ferviente y primitivo con el relativo a la indígena danza de los espíritus, de finales del siglo XIX, sobre todo referida a los lakota o siux, lo que conllevaría el asesinato de Totanka Yotanka o Toro Sentado o Sitting Bull. Aquellos indios consideraban, qué, con esa danza, su dios Wakantanka les ayudaría a recuperar sus tierras, arrebatadas por el hombre blanco; y en sus tierras nuevamente habitaría el bisonte. “Éste es un motivo común en las tradiciones de los pueblos derrotados”. Toda esta mitología oral artúrica se traslada a la escritura en el año 1136. En ese momento histórico, un monje llamado Geoffrey de Monmouth publica su genial obra titulada: HISTORIA REGUM BRITANNIAE. El monje narra la historia británica, remedando desde la caída de la ciudad de Troya, la huida del príncipe Eneas para fundar Alba Longa y Roma, hasta la llegada a Italia de los germanos. Será un troyano llamado Bruto quien, escapando de la ciudad del rey Príamo, cruce el Mare Nostrum o Mediterráneo, y de esta forma llegar a la isla de Britania, donde fundará el linaje de los monarcas celtas britanos. El resto del libro, ¡extraordinario!, lo dejo a la elección necesaria de la lectura de los que tengan la amabilidad de acercarse a esta obra, para tener un exhaustivo conocimiento sobre lo que representa ese concepto más o menos mitológico del Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa o Tabla Redonda. El título lo indica claramente, es la vinculación de Arturo con el cáliz utilizado por Cristo en su Última Cena, el cual se encuentra; bajo la preciosa y enjoyada cubierta protectora del cáliz de la infante leonesa y señora de la leonesa Zamora Doña Urraca; en la urbe imperial de León, capital que fue del Regnum Imperium Legionensis, en el Museo de la grandiosa Basílica románica de San Isidoro de León; donde se encuentra la Capilla Sixtina del Arte Románico, que es el Panteón de los Reyes del Reino de León. «Qui cum sapientibus graditur erit amicus stultorum efficientur similis». Puedes comprar el libro en:
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