Es gestora cultural a través de proyectos de vinculación Universidad-Sociedad. Se ha dedicado a escribir desde la edad de 9 años, antes recitaba poesía. Publicó poemas en diversas revistas literarias dentro y fuera del país y ensayos literarios en varias revistas científicas nacionales e internacionales, pero hasta el 2019 salió a la luz un poemario que tenía 25 años de existencia “Honduras y superficies”, luego a inicios del 2021 publicó su segundo poemario: “Anclajes”. Luego dos libros de cuentos: “Game over , así como: “Con Olancho en el corazón” y otros cuentos” en el 2021. Ha publicado el tercer poemario titulado: De certezas y avatares en el año 2022 . Está en proceso de publicación el cuarto libro de poesía: “De lenguajes”, también un libro de cuentos titulado: “De boca en boca”.
Ofrendas de fuego
Voz convocada de miradas,
brazos fuertes abrazables, guerreros incansables
de asir mi cuerpo que te anhela.
Despliega tu nave hacia el puerto del destino,
busca la ruta a mi corazón, no te detengas en la piel,
eso es solo el inicio, hay un joyel de paz detrás de esa frontera.
¿Le llevaremos el incienso al amor? O ¿solo encenderemos el fuego
de la pasión? dímelo vos para alistar flores secas o vivas.
Llevaré la mejor ofrenda, porque nuestros cuerpos son templos.
mi espíritu espera la unión de tu alma y todo el ser.
Mis pasos te buscan en el sendero de la incertidumbre,
puse mis oídos en la tierra que ha besado tus pies,
espero silente que encuentres las huellas en el camino,
tienes de compañía el canto de los pájaros,
la voz de la vegetación- niña con vestido verde-
por sombrero -el cielo y su listón azul-
Pídele al sol una mirada anaranjada que derrita el miedo de amar,
más allá de los instintos, de los consabidos prejuicios.
El viento te regalará su sonrisa que congelará el ardor indebido
y pondrá una pizca de amor con su traje real, sin mentiras ni tretas…
No te tardes, que el templo espera con la paciencia en la justa medida
o el fuego se apagará.
La niña rota
La niña rota con el alma marchita lloraba en las noches
lloraba en el día a escondidas del sol, ocultándose de la luna.
Abría sus grandes ojos en presencia de la soledad, su amiga.
La niña con el espíritu marchito volaba sobre el fango de
los gusanos negros, aspirantes fallidos a mariposas.
Corría por el escarnio de los bichos rastreros vestidos de blanco.
Bañados de la luz oscura y calor helado.
La niña con el cuerpo marchito buscaba nutrir su carne
con el plato servido de la madre esperanza, sabía que
profundamente en su pecho yacía en los amaneceres grises,
en la parsimonia del día y en la noctámbula noche.
El mucho dolor consumió su vestido
que raído por mil cuchillos exhibía andrajos.
El mucho rechazo ocultó su sol y luna que peleaban
cual gatos en celo sobre la mirada de la luz.
La niña rota camina con sus pies luminosos,
Su sien despejada en alto.
Su ser entero expele canciones de arpegios de sol y luna.
La niña rota, gustaba de tocar las espinas con sus ojos
sus manos tocaban el sol en las noches y la luna de día
navegaba en mundo paralelo de dulzura amarga en su boca
cargaba las estrellas en su cabeza
no bajaba sus ojos al suelo.
Niña que comió dulces de dolor,
inundaba el espacio con su llanto
que corría para que esa agua no la sumergiera
en un mar que no podía navegar.
Quise decirle: niña rota saca el océano de tus ojos
el amor vuela en la superficie del aire
te alcanzará solo con respirar quedo.
La niña rota no regresó a la morada rosa del seno de su hogar,
se quedó vistiendo los amaneceres de dos vidas surgidas
en la casa de su vientre, supo que la dimensión de la luz
la alumbraba desde adentro, que el amor era una canción
que la arrullaba con sus notas dulces, que ya no necesitaba
ser consumida por las llamas de los hados negros ni blancos.
La niña rota, dejó la piel en las piedras, después de tanto caminar
y vivir a medias, se zambulló en el río de la unidad etérea
que consumió todo el dolor, todo apego y soledad.
La niña rota camina con sus pies luminosos,
Su sien despejada en alto.
Su ser entero expele canciones de arpegios de sol y luna.
A vos niña rota, uno mis manos con las tuyas,
no llores más, hay una montaña con estrellas en su falda,
construida por la alegría de nadar en un mar de calma,
ponte el vestido de la fe, maquíllate con los colores
del arcoíris y pisa el oro con la piel del universo.
Pídele prestado a la luna su collar de plata,
al sol una ráfaga de rosado rubor.
Canta las plumíferas notas de los pájaros
sueña junto al mar y siente su rumor azul.
Arrulla tu al aire y no al revés,
vuela con tus propias alas y gánale al viento
esparce estrellas en el camino que finalmente
te llevarán a un feliz puerto.
Enciende luceros con tus dos manos,
espanta la oscuridad, que saldrá amedrentada
con sus pícaros ojillos.
Baila junto al pino, al cedro que te darán cobijo
-alegres señores con corbatas verdes-
Dile a las flores que harás una guirnalda para tu hija,
te regalarán su efluvio-perfume celestial-
Riega plegarias por tu hijo en la piel del río,
te dará frescura-un sorbo de aliento de vida-
Préstale a la noche su lucero azabache
y colócalo en tus cabellos con olor de azahar.
Las guerras de la vida son para conquistarlas,
se pierden muchas batallas, pero eso no importa
se gana la más preciada que es conquistar tu paz,
con la claridad de una mente y corazón robustos
que obnubilan la fragilidad de las roturas del alma,
que fueron costuradas en la inmensidad del tiempo,
en la bóveda más profunda de la mansión de luz.
Finalmente, ya no somos niñas rotas,
caminamos con los pies luminosos,
nuestras sienes despejadas en alto.
nuestros seres enteros expelen canciones de arpegios de sol y luna.
A lo no buscado por miedo a la sucesiva pérdida,
te miro desde mi ventana interior y observo tu ser
lleno de estrellas, son tantas luces que me enceguecen…
Quisiera pensar que esto es eterno, etéreo y asible,
el camino me cansó y estoy sentada en esta piedra al inicio de la ruta,
si me das de tu agua, que no sea solo de instantes,
que tu cántaro esté listo todo el tiempo.
Si es de otro modo no sigás con tus luces despampanantes,
que mi corazón es la autopista de rutas calmadas,
prefiero recordarte iluminado, saturado de palabras por la piel
de mi memoria que te lee a lo lejos con amor.
En el siguiente enlace Fanny Meléndez nos comparte unos poemas de su autoría: