Tras recuperar en dos novelas la hazaña de Magallanes y Elcano, vuelve ahora a un periodo de nuestra historia que ya visitó en una novela anterior. ¿Cómo elige los tiempos sobre los que quiere escribir, más allá de la celebración de efemérides? La elección depende de lo atractivo que un determinado personaje o un acontecimiento me resulte. La vuelta al mundo, por ejemplo, me parecía un acontecimiento tan transcendental, que no quería dejar pasar la ocasión del V centenario de esa épica epopeya, sin dedicarle una novela Por eso escribí La Ruta Infinita. Luego, la figura de Elcano me atrapó de tal forma que decidí escribir La Travesía Final. Ahora me parece que un episodio como la Primera República reunía los ingredientes para hacer una novela. Viajamos al tiempo de la I República de la mano de un Fernando Besora que nos guía por un periodo convulso… ¿Cómo ha sido el reencuentro con Besora? Ha tenido mucho que ver el hecho de que cuando pensé en la forma de escribir esta novela, decidiera hacerlo en primera persona. Fernando Besora había contado como vivencias propias Sangre en la calle del Turco; como había transcurrido poco tiempo entre al acontecimiento que entonces novelé —la muerte del general Prim— y los acontecimientos que tienen lugar en nuestro país a lo largo de 1873, pensé que Besora podía de nuevo tomar la palabra. ¿Por qué era importante recuperar esa primera experiencia republicana, tan preterida? Me parece que la proclamación de la Primera República es un acontecimiento importante de nuestro siglo XIX. Fue el primer ensayo de república en España, toda una novedad. Resultó en un monumental fiasco y acabó manu militari, que fue una práctica habitual de nuestro siglo XIX. Es posible que los republicanos, pese a que algunos de los prohombres del aquel momento son referentes, como Pi y Margalj, Salmerón o Castelar, no tengan mucho interés en recordarla porque no fue lo que esperaban. "Cada época tiene sus propias circunstancias y no se pueden establecer paralelismos ya que nos llevarían al presentismo"¿Se pueden establecer paralelismos entre la España de entonces y la de ahora? No lo creo, ni es recomendable. Cada época tiene sus propias circunstancias y, desde luego, las situación económica, social y política eran muy diferentes. Esos paralelismos, con frecuencia, llevan al presentismo. En la España de 1873, por ejemplo, se luchaba porque el sufragio fuera universal, pero exclusivamente masculino. Piense que en torno al ochenta por ciento de la población no sabía leer ni escribir. Entonces, ¿era su intención al escribir darnos alguna lección concreta, advertirnos sobre algún peligro en especial? En modo alguno. Mi deseo con El año de la República ha sido escribir una novela histórica. Situar al lector en un momento concreto de nuestro pasado lleno de atractivos políticos, cuajado de grandes figuras. Lo que supuso el movimiento cantonal cuyo epicentro estaba en Cartagena. Recrear el ambiente de la época. Piense en las tertulias de los cafés donde se daban cita escritores, pintores, políticos periodistas. Los duelos, la vida en los balnearios. La preocupación por ganarse el pan, que no era fácil… Entiendo que ser historiador pesa, y mucho, pero ¿por qué esta fidelidad inquebrantable al género de la novela histórica? He dicho en alguna ocasión que soy un historiador que disfruta escribiendo novelas históricas, que es una forma amena de acercar la historia a los lectores. Añadiré que al ser fiel a los acontecimientos —condición imprescindible para que una novela sea histórica—, a poco que se sepa algo de historia, se conoce el final de la novela. Por eso suelo entremeter una trama de intriga verosímil. En El año de la República, es la desaparición de unos valiosos ejemplares de la Biblioteca Nacional. Por aquellos años la bibliofilia o bibliomanía llevaba a algunos coleccionistas a pagar sumas fabulosas por un ejemplar.
Escribir una novela que transcurre en otro tiempo obliga a incorporar modismos y vocablos desaparecidos del habla actual. ¿Cómo lo hace? La lengua, efectivamente, es algo vivo y en continuo cambio. Hay palabras que siguen teniendo vigencia en nuestro vocabulario, pero que han sido sustituidas. Por ejemplo, hoy se habla de dormitorios, en la época eran alcobas. El usted, a la hora de dirigirse a otra persona, era obligado, mientras que hoy se ha impuesto el tuteo. Había diligencias, tiendas de abastos o ultramarinos, palabras como digo vigentes entonces, pero poco usadas hoy. De la I República muchos solo conocen el episodio de Pavía y su entrada en el Congreso. Los episodios curiosos menudean… Le diré que Pavía no entró en el Congreso para acabar con la República, mucho menos a caballo, como dice la leyenda. Entraron tropas de Pavía. Pero hay numerosos episodios verdaderamente curiosos. Como que un presidente se marchara a París, sin despedirse, o que en el castillo de Galeras (Cartagena) ondease una bandera otomana al proclamarse el cantón. Incluso que el gobierno declarase piratas a barcos de la Armada. Al margen de Besora, un personaje ficticio, ¿con qué personaje real se queda, y por qué? Besora es el narrador. Es quien cuenta al lector lo que está pasando, bien porque asiste a las sesiones del Congreso, como periodista, bien porque forma parte de una tertulia en uno de los más famosos cafés del Madrid de la época. Hay personajes de primera fila en la novela muy atractivos. Por ejemplo, escritores como Galdós o Valera, a los que admiro. Castelar me parece un orador sublime —he manejado el diario de Sesiones del Congreso de aquel año de 1873—. Cánovas del Castillo, que aparece por la tertulia, tiene un gran concepto de Estado. La promoción de una novela es una tarea casi tan extenuante como su escritura. ¿Cómo la afronta? Con el mismo entusiasmo que si fuera mi primera novela. Me gusta explicar las razones por las que he escrito El año de la República. Me gusta el contacto con los lectores en las presentaciones. Establecer coloquios y aprender de los lectores. La promoción de un libro supone, en cierto, modo, culminar el proceso de escritura. ¿Hay ya una nueva novela en el horizonte? Hay dos cosas en el bastidor. Veremos cuál se lleva la palma. Es posible que vuelva al siglo XVI tras La Ruta Infinita y La Travesía Final —en esa centuria hay momentos apasionantes de nuestra historia— que para mí tiene numerosos atractivos. También lo es que me quede en el siglo XIX. Puedes comprar el libro en:
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