Estamos ante un libro conformado por una pléyade, muy esclarecedora, de todos los pueblos o etnias que perdieron frente a otros congéneres de su misma época histórica. Existe una frase, claramente patognomónica, que se atribuye a George Orwell, y que indica que: ‘LA HISTORIA LA ESCRIBEN LOS VENCEDORES’. Existe un hecho conspicuo, entre cientos, en la evolución de la Historia, y que estriba en el genocidio realizado por Roma sobre Cartago, república ciudadana a la que no se le dejo ni los ojos para llorar. Curiosamente el autor no toca este hecho histórico gravísimo, ni tan siquiera de pasada. No obstante, deseo destacar el buen gusto de la edición, la imagen de la portada nos presenta a un grupo abigarrado de personas, que fueron algunos de los republicanos que cruzaban la frontera francesa, escapando de su derrota en la Guerra Civil española. Los que han sido derrotados en la confrontación de la evolución histórica han perdido en dos ocasiones, la primera sensu stricto cuando pierden, y en segundo lugar cuando son eliminados de la historia, como si nunca hubiesen existido. Y, para agravar más la cuestión, si cabe, los analistas consideran que su derrota o desaparición es correcta o esperada. “Un homenaje a los agentes de la historia que han quedado fuera de la crónica oficial o han sufrido su desprecio. Dicen que la historia la escriben siempre los vencedores y, al hacerlo, dejan fuera a los perdedores, los ignoran o los tratan de tal manera que provocan hacia ellos desprecio e incluso odio. El pasado debe narrarse como fue, o al menos como el historiador, a la vista de sus fuentes, cree que fue, sin hipotecas de ideas o intereses, desde la honestidad y el rigor intelectual. Y hacerlo así exige dar voz a quienes han sido privados de ello y escuchar al menos su versión de los hechos para construir un relato equilibrado de nuestro acontecer como especie. ‘Historia de los perdedores’ no habla de guerras ni de batallas; habla de personas, gentes y pueblos. Por sus páginas desfilan herejes y extranjeros, locos y marginados, brujas y mendigos; pero también reyes desheredados, soñadores a destiempo, rebeldes sin causa, amantes de lo prohibido, caminantes sin camino…y pretende, sobre todo, contar la historia de otra forma, distinta a lo tradicional. Como escribió Nietzsche: ‘Necesitamos de la historia, pero la necesitamos de otra manera a como la necesita el holgazán mimado en los jardines del saber”. Cada guerra entre estados es una lucha de ideas, y de interesas. El autor nos indica, de forma paladina que los inuits o esquimales solucionan sus conflictos mediante intensos duelos de canciones. Las guerras exigen una justificación ante el resto de los seres humanos y, por supuesto ante uno mismo. En el caso de los historiadores, lugar en el que milito, como medievalista, disiento total y absolutamente de un número cierto y abundante de historiadores, ya que yo pienso que el historiador no tiene porque ser aséptico o ecuánime, ya que se puede tomar partido por uno de los dos contendientes, juzgando comportamientos de los que se enfrentan, pero lo que tenemos que ser es rigurosos, no manipulando documentos y crónicas; por lo tanto los historiadores podemos ser subjetivos y no objetivos, pero sí serios y rigurosos. Lo que no es aceptable es falsear la verdad de las crónicas. Esto es prístino en el caso del Reino de León y de su adversario del Reino de Castilla; cuya relación se ha manipulado, total y absolutamente, hacia el bando de los del torreón, inventando una Castilla inexistente y anhistórica, frente a León que fue quien realmente inventó todo, desde la foralidad, hasta el parlamentarismo y el infantazgo. Por consiguiente es difícil, y coincido totalmente con el autor, de aceptar la deshonestidad de los historiadores. “Los historiadores deben ser necesariamente honestos, es decir, deben acercarse a las fuentes e interpretarlas desde el conocimiento lo más completo posible de lo que sus colegas han escrito y desde el reconocimiento sincero de su propia ideología, pues negar que se tiene una sería lo más deshonesto de todo, y siempre abiertos a escribir lo que descubran, sin ocultar ni deformar nada. Hacer de las ideas preconcebidas un tamiz para filtrar las fuentes y desechar las que nos dicen lo que no encaja en ellas sirve, quizá, para escribir alegatos políticos, pero no libros de Historia”. Coincidencia absoluta con el autor. Ya que no es aceptable que los historiadores sean publicistas al servicio de los vencedores, aunque hay algunos de ellos. El Poder, sea del color que sea, trata de asegurarse siempre la complicidad de la Historia. Se cita el ejemplo, más que curioso, de cómo los historiadores del siglo XIX, en la Inglaterra o Reino Unido de la Reina Victoria, hacían una historia de panegírico o hagiográfica de aquella soberana, y todo lo que representaba en la Europa del momento histórico; por ejemplo se atrevieron a calificar a los seres humanos de la Prehistoria, como de los que utilizaban las relaciones sexuales solo para la procreación, ya que era lo que ellos pensaban de la sociedad que estudiaban, y lo aplicaban todo sobre lo que desconocían suficientemente. Otro ejemplo interesante de lo analizado, se refiere a como se ha estudiado el fenómeno de la esclavitud entre los romanos, prestando poca atención al hecho y a los humanos que lo padecían, pero esto es lo que hacían los romanos. Igualmente se seguía a los historiadores romanos en lo relativo a los pueblos bárbaros, ya que las descalificaciones de los habitantes del SPQR eran habituales. Con este libro se ha pretendido paliar o corregir los fallos tenidos hacia los pueblos o civilizaciones que perdieron, muchas veces sin merecerlo, frente a la Historia de los vencedores. Desde los neandertales hasta las mujeres, los ancianos o los homosexuales, pasando por los bárbaros, los campesinos egipcios y tantos otros, todos ellos son contemplados de forma pormenorizada. Por lo tanto, recomiendo vehementemente este libro, que es más que necesario, para dejar muchas cuestiones en el lugar en que deberían estar. «Romani ueteres peregrinum regem aspernabantur». Puedes comprar el libro en:
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