¿Cómo se va de Noche de difuntos del 38 a El gran detective? Me gusta escribir novelas de aventuras, reelaboraciones de las historias que me fascinaron de crío. Noche de difuntos del 38 (Malnazidos) era mi versión de una de esas películas de acción y terror de los 80, al estilo de John Carpenter o Sam Raimi. El gran detective Byron Mitchell es mi versión de las historias de detectives con un asesinato, muchos sospechosos y un escenario interesante: en esta ocasión, la Barcelona modernista. ¿Quién es ese detective al que no conocíamos aún? Byron Mitchell es un detective cuyo nombre se conoce en toda Europa, ya que ha asesorado a la policía de diversos países del continente. Ahora se ha retirado y pretende mantenerse alejado de cualquier clase de investigación, por motivos que no puedo mencionar. Por desgracia, un asesinato que afecta a una familia burguesa cercana a él le obliga a volver a la acción. ¿Es la de Sherlock Holmes la única referencia detectivesca que vamos a encontrar? Como dice la contraportada de la novela, Byron es un detective alumno de un Hercule Poirot que finge ser un Sherlock Holmes mientras investiga como un Philip Marlowe. Aparte de algún otro investigador de novela, también me confieso seguidor de muchos detectives televisivos, desde la maravillosa Jessica Fletcher de Se ha escrito un crimen hasta la actualidad. ¿Qué hay de fascinante en esos investigadores decimonónicos, que tanto hacían con tan pocos medios? Son un enlace entre tiempos antiguos y la modernidad, un paso intermedio entre los héroes de los libros de caballerías y los superhéroes actuales. Una suerte de caballeros andantes empeñados en restablecer el orden cuando un subconjunto definido de la sociedad queda consternado por el peor de los crímenes: el asesinato de uno de sus miembros, probablemente a manos de otro de ellos. ¿Y qué hay de fascinante en la Barcelona de 1901? Es una época de mutación de la ciudad. Apenas medio siglo antes se derriban las murallas medievales y la ciudad se extiende por el llano de Barcelona, donde proliferan las construcciones lideradas por la burguesía enriquecida en las Américas. También aumenta el número de fábricas y la llegada de trabajadores. Es un tiempo con muchos conflictos en juego: burgueses y obreros, el antiguo régimen contra los nuevos valores, las tendencias de ruptura artísticas y arquitectónicas del momento… Usted nació en Zamora, pero se crio en Santa Coloma. ¿Hay en el escritor y en esta obra algo de la fascinación por Barcelona de aquel niño? Cada vez que cogía el metro desde la periferia de la ciudad, al salir en el centro me maravillaban esos edificios antiguos apenas ocultos entre los más modernos de vidrio y acero. Siempre quise ambientar una historia en la época a la que pertenecían y desde bien pronto quise que esa historia fuera la de un detective clásico… que tuviera sus propios secretos, ocultos como aquellos edificios que descubrí de pequeño. En estos tiempos hipertecnificados, cuando todos sabemos qué es el luminol, ¿qué placer encuentra en una historia de detectives de las de toda la vida? Al prescindir de las técnicas de investigación científicas modernas, en una novela de estas características lo fundamental son las interacciones entre el detective y el resto del elenco. Los lectores disfrutamos de ir desentrañando el misterio de la historia al mismo tiempo que el protagonista y mientras este descubre qué ocultan el resto de personajes (y mientras nosotros descubrimos cómo es en realidad el protagonista). Aunque el suyo es un detective “de toda la vida” menos clásico de lo que puede parecer… Sí, aunque de cara al exterior Byron se comporta como un Sherlock Holmes, guiado por una secreta metodología hermética de investigación, en realidad indaga pateando las calles. Entre nosotros, se parece más a un callejero detective americano de los años cincuenta que a la imagen del clásico detective victoriano o de los de la época de entreguerras. ¿Se siente cómodo con la etiqueta “novela negra”? Me siento cómodo con la mayoría de los géneros, ya sea novela negra, histórica, fantástica, terror, ciencia ficción… Siempre me ha parecido que las convenciones particulares de cada género, bien utilizadas, ayudan a desarrollar la historia y los personajes. Normalmente, cuando se me ocurre una idea para una novela, ya me viene a la cabeza asociada a su género particular. ¿Qué placer encuentra en escribir, qué le anima a seguir en ello? Lo mejor de escribir son esos momentos en los que te pierdes en el texto que estás tecleando, cuando te olvidas de estructuras y reglas y vuelcas fragmentos descriptivos y partes de acciones y diálogos. Luego ya llegará la hora de arremangarse para poner orden en ese batiburrillo de palabras. Parte esta que, por otro lado, también tiene su gracia.
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