En su alocución para anunciar el inicio de la invasión de Ucrania en febrero de 2022, Vladímir Putin recurría como legitimación a dos argumentos principales. Primero, que el actual Gobierno de Kiev es nazi. Segundo, que esos nazis estarían llevando a cabo un genocidio de la población rusófona en el este del país. Esas proclamas no son nuevas. Se enmarcan el uso estratégico desde hace lustros de la memoria histórica, y en especial del recuerdo de la Segunda Guerra mundial, para defender los intereses de Rusia en política exterior. Desde el inicio de la era Putin, el Estado ruso reinterpreta la remembranza pública de la Gran Guerra Patriótica de 1941-45 en términos similares a los de la época de Jhurschov y Brezhnev, desde los años sesenta.
La memoria del frente del Este, campaña de Rusia o Gran Guerra Patriótica, según sus diversas denominaciones (1941-45) dista así de ser un mero recuerdo del pasado. El conflicto germano-soviético fue el escenario principal, más sangriento y decisivo de la Segunda Guerra Mundial, y que sigue siendo la mayor contienda terrestre y convencional de la historia de la Humanidad. Más de la mitad de las víctimas totales perecieron entre Moscú y Berlín. Y en esa guerra tomaron parte desde soldados soviéticos del Pacífico y Asia Central hasta voluntarios portugueses enrolados en las filas de la División Azul española. El frente oriental evoca batallas apocalípticas como Stalingrado, Kursk, Leningrado o la caída de Berlín, pero también escenas envueltas de épica en paisajes helados, y la barbarie industrial aplicada en la retaguardia ocupada, pues constituyó el escenario por naturaleza del Holocausto.
Este libro plantea un análisis comparado de las distintas interpretaciones de la guerra germano-soviética desde su final hasta las vísperas de la guerra de Ucrania, con especial atención a cinco ámbitos: Alemania (tanto la RFA como la RDA, y la República de Berlín tras 1990); la URSS y la Rusia postsoviética; los Estados sucesores de la URSS, con particular atención a los países bálticos, Ucrania y Bielorrusia; Finlandia como ejemplo particular de memoria heroica en un panorama cada vez más postheroico; y, en fin, la particular memoria de la participación de tropas italianas y españolas en el frente oriental.
Lejos de componer un paisaje memorial uniforme, las divergencias interpretativas muestran una gran variedad, tanto en lo que afecta a las políticas públicas de la memoria antes y después de 1989, como a las elaboraciones literarias y fílmicas de la guerra germano-soviética.
Xosé M. Núñez Seixas es doctor en Historia Contemporánea por el Instituto Universitario Europeo de Florencia y catedrático de la misma materia en la Universidad de Santiago de Compostela. Entre 2012 y 2017 también lo fue en la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich. Sus ámbitos de investigación son los nacionalismos y las identidades territoriales en España y Europa, las migraciones transatlánticas, la historia social y cultural de la guerra, y la memoria de las dictaduras y de los pasados violentos. Entre sus últimos libros destacan Camarada invierno. Experiencia y memoria de la División Azul (Crítica, 2016; ed. inglesa: University Press of Toronto, 2022); Suspiros de España. El nacionalismo español, 1808-2018 (Crítica, 2018; ed. alemana: Hamburger Edition, 2019), por el que recibió el Premio Nacional de Ensayo 2019; Guaridas del lobo. Memorias de la Europa autoritaria, 1945-2020 (Crítica, 2021; ed. inglesa: Routledge, 2021); y con Oleg Beyda la edición de "Un ruso blanco en la División Azul", las memorias de Vladímir Ivánovich Kovalevski.
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