En este sentido, no son pocos los libros que pueden destacarse entre los géneros que ha cultivado, como 34 posiciones para amar a Bambi (1988), con el que obtuvo el premio Ámbito Literario de poesía, u Otoño en el jardín de Pancho Villa (2011), que reúne su poesía completa entre 1977 y 2010 y fue Premio de la Crítica de Madrid 2011 y Libro recomendado por la Asociación de Editores de Poesía; Cuentos de Madrid (2008) y Yo, Lope de Aguirre, rebelde hasta la muerte (2014) en narrativa; o los ensayos Felipe II. La intimidad del Rey Prudente (1997), Carlos V (1998), Madrid y sus literaturas. Del modernismo y la generación del 98 a nuestros días (2002), Felipe III (2003) o Cervantes. Biografía razonada (2005) por mencionar algunos ejemplos. Con motivo de la publicación de su último libro de poemas, Todoliteratura ha querido conversar con este licenciado en Filosofía y Letras que, en su día, también estudió música en el Conservatorio de Madrid. Sin duda, su señalada labor como escritor desde hace más cuatro décadas ha supuesto la elaboración de obras imprescindibles para conocer en profundidad episodios, tendencias y personajes fundamentales de nuestra historia y literatura, así como la construcción de una obra poética con una voz propia e inconfundible. -¿Qué valoración de conjunto puede hacer a día de hoy de su trayectoria como escritor, con más de cuarenta títulos publicados que siempre han obtenido muy buena acogida por parte del público lector y la crítica? -Me cuesta mucho verme a la vez como lector y escritor de mi obra, ejercer esa bicefalia, digo, de ser un monstruo con dos cabezas pensantes. Para releer —como si fuera otro, con ecuanimidad— necesito poner una distancia, tierra por medio; generalmente, de años. El balance no es siempre positivo, depende de cómo salga el día, con que pie me levante. Algunos libros como Reducto (1977), por ejemplo, están más à la page hoy que cuando se publicaron por primera vez, lo sé; el ecologismo y la poesía urbana resultan ahora en la poesía penúltima una reivindicación no extraña, moneda corriente —de uno o dos euros—. Y eso que yo no me las he dado nunca de innovador, profeta o niño raro. Cuando era niño. - Con respecto a su obra… -Como conjunto mi obra me resulta coherente, claro, me lo resulta a mí; no es frecuente, ya lo sé, que el mismo tipo escriba un diccionario del Renacimiento, del Quijote, del Siglo de Oro…; dos biografías de Cervantes o dieciocho —no recuerdo cuantos— libros de poesía. Dicho sin prepotencia ni ánimo peleón o follonero alguno. Cierto es que cuando me releo en mis cosas más viejas, me veo sobre todo como lector, y me saco muchas, muchísimas faltas. Me pondría de nuevo a meterle mano a cada uno de mis libros. -Entre sus ensayos cuenta con dos libros sobre la figura y la obra de Miguel de Cervantes: Cervantes. Simbología de lo universal (1988) y Cervantes. Biografía razonada (2005). Dígame, ¿qué significación e influencia ha ejercido en usted el universal don Miguel? -Una influencia directa y una influencia interpuesta. Me explico, lo he ido leyendo yo y lo han ido haciendo otros escritores, profesores, eruditos…, que “han creado escuela”, a su vez, nos han influenciado en mayor o menor medida a los demás. ¿Sabía usted que Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis moderno, quiso aprender español para leer en su lengua original el Quijote? -Sinceramente, no lo sabía… -Cervantes es el inventor de la novela moderna española y el inventor del teatro para ser leído, y eso que no fue el gran dramaturgo capaz de igualarse a la talla del grandísimo Lope, su teatro carecía en escena de la modernidad del otro. No fue tampoco de los mejores poetas de su tiempo, en el sentido en que entendemos hoy ser “poeta”; pero ¿qué decir de su soneto al túmulo de Felipe II en Sevilla? Un soneto con estrambote que es una mini obra de teatro, entre otras muchas cosas. Es decir, une una estructura poética y una estructura dramática, en la que el estrambote a modo de coda rompe además con el ritmo circular del soneto barroco. En fin, no sigo con Cervantes. Un escritor que no fue un ídolo de masas en su tiempo, dicho sea de paso; y de cuya vida conjeturamos y fantaseamos más que tener certezas. -Ha investigado y escrito sobre Carlos V, Felipe II, Felipe III, Lope de Aguirre…, exceptuando a Cervantes, del que hemos hablado, ¿qué personaje o personajes de aquellos sobre los que ha fijado su atención le ha sorprendido más? -No lo dudo. El vascongado Lope de Aguirre —el primer independentista en Indias, en América—, a quien la Historia ha tratado a pescozones y al que Simón Bolívar profesó confesa admiración. -¿Piensa que deberíamos prestar más atención a nuestros clásicos del Siglo de Oro? ¿Han perdido vigencia o, por el contrario, aún tienen mucho que aportar y habría que leer más a menudo a los autores y autoras de aquella época? -Se trata siempre de cuestión de prioridades. ¡Hay que dedicar nuestro tiempo a tantísimas cosas!, y, en principio, “nuestros clásicos” ofrecen una traba añadida al lector neófito: básicamente, su lenguaje. Tienen mucho que aportar, conforme; ser algo clásico es estar fuera de la moda, permanecer en el tiempo, según decía Azorín. En cuanto a leerlos, sí; pero no por obligación, sino por el propio gusto que acarrea per se la Literatura, en casos. No sé puede obligar a nadie a casi nada. Autores y autoras. Pocas mujeres hubo en nuestras letras. Entre otras razones porque el leer —y más el escribir— estaba reservado a los hombres, a una exigua minoría de ellos. Citaría a una mujer cuyos poemas yo suelo recomendar, pese a ser una buena parte difíciles: sor Juana Inés de la Cruz, una monja mexicana de la segunda mitad del siglo XVII. -¿Qué periodo de nuestra literatura le resulta más atractivo? -Dos: El Siglo de Oro y el último tramo de nuestra llamada Edad de Plata. -En una sociedad audiovisual en la que se tiende a promover más la cultura del entretenimiento que la cultura de la reflexión, ¿cree que debería haber más educación literaria y promoción de la cultura? -Sí. -Sobre todo ha cultivado la poesía y el ensayo. ¿Se considera más poeta que ensayista o a partes iguales? -Poeta, de tener que elegir. Si algo ha de perdurar de Manuel Lacarta, espero que sea ese montoncito de libros como Reducto, mi Bambi, El rojo de sus labios o Como necesidad el silencio. Amén. Aunque yo no creo en eso de los géneros literarios —lo he repetido hasta la saciedad—, noto que la poesía simplemente “llama” inesperada y el ensayo se “lo encuentra uno” sin tanta alaraca, y, ya ve, se venden dos o tres libros de poesía por varios cientos de un ensayo histórico bien traído o una novela. -¿Qué puede decirnos de Para que me leas en noviembre, publicado este año 2022 por Ediciones Vitruvio? ¿Qué supone este poemario en su trayectoria de poeta? -Es una obra que me gusta, y lo digo sin sonrojo. Pretende lograr con pequeños textos uno mayor y único, a la manera en que los ladrillos componen una casa, una unidad. He hecho con él un poema en prosa, no ya, claro, un libro de prosas modernistas. La prosa es tan poética como la poesía, decían los escritores de los años veinte, y coincido plenamente en ello. Admiro Les Iluminations, de Rimbaud; los Petites Poèmes en Prose, de Baudelaire; Ocnos, de Luis Cernuda; y Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, aunque mis —hasta el momento— cinco libros de poesía en prosa quieran ser “algo más”. En Para que me leas en noviembre me veo con mayor seguridad en esta vía que en mis cuatro anteriores libros de poesía en prosa; la tensión entre el “yo” y el “nosotros” me parece mejor resuelta. -¿En los tiempos que corren qué papel debe jugar la poesía? -No lo sé, de verdad. A mí desde luego, la poesía me sirve. Diría que “me alimenta”, Pero eso, ¿no es algo cursi? Sí, es cursi. -No sé si es usted de navegar, pero en caso de naufragio, ¿qué libro o libros de poesía le harían más llevadera la espera hasta ser rescatado? -Soy más de caminar; pero, entiendo la pregunta. Libros. Pues algo de Juan Ramón Jiménez, Gabriel Celaya, José Moreno Villa, José Hierro, el primer Rosales, el primer Gerardo Diego, Aleixandre (me gusta más últimamente), todo Jorge Guillén, Hölderlin, Lope de Vega, Garcilaso… Si leo con mesura, tendré hasta el rescate, ¿no? -Ya puestos, le pregunto: ¿Nuestro mundo está naufragando una vez más? -Sí. Pero —de momento— vienen barcos al rescate cada vez que eso sucede, y ¡se salva! Como esas lagartijas a las que se les corta la cola y al poco se auto regenera. ¿No jugaba usted a eso de niño, a cortarles el rabo a las lagartijas? -Usted siempre tiene algún proyecto literario encima de la mesa. ¿En qué está trabajando Manuel Lacarta en la actualidad? -Poesía, poesía, más poesía. En los últimos años, me encuentro cómodo en ella. Siento que el poema y yo nos entendemos, como esas parejas que andan juntas sin sobresaltos cuarenta o cincuenta años. Puedes comprar su poemario en:
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