Pueblecitos muy pintorescos, que nos abren sus puertas a cal y canto, en pleno corazón, de una magnífica naturaleza.
Ellos se convierten cada día más, en los destinos de viajes más codiciados y más placenteros para huir del excesivo estrés que nos producen las ciudades ,el ruido, la rutina…
No solo nos invitan a disfrutar de sus bienes más preciados sino a beneficiarnos de esos paisajes que nos seducen con hermosos paseos a la vera del río, nos motivan con sus rutas de senderismo, sus tradiciones…, nos invitan a probar sus ricos y suculentos platos, a degustar sus vinos y como no, a todos aquellos amantes de la fotografía, a deleitarse con esos fabulosos óleos en vivo que nos ofrece.
Hace unos días tuve la ocasión de poder visitar uno de esos hermosos pueblos, Espera, situado al norte de la provincia de Cádiz, un pueblo que limita con Sevilla, al norte con Utrera, por el este con Villamartín y Bornos, por el sur con Jerez de la Frontera y Arcos de la Frontera, y al Oeste con Lebrija.
Cuando me acercaba a él, bajo aquel inmenso cielo estrellado quedé totalmente impresionada por la belleza, sencillez y al mismo tiempo elegancia de este pueblo.
Ante mí se asomaba majestuoso Espera, a las faldas del Cerro de Fatetar, en cuya cima se halla el Castillo de Fatetar (del siglo XIII al XV), toda iluminada por la presencia de las luces de sus farolillos que hacían destacar notablemente, toda su grandeza.
Un pueblo que confirma vestigios de antiguos pobladores de más de 3000 años, por el yacimiento de Esperilla.
Se han encontrado restos arqueológicos pertenecientes al paleolítico, así como numerosos hallazgos pertenecientes a las culturas turdetanas, íberas y cartaginesas y dos ciudades pertenecientes a la época de la conquista romana Carissa Aurelia y Esperilla, que se encuentran situadas a los alrededores de este pueblo.
Espera también ofrece diferentes lugares de interés a visitar como La Iglesia de Santa Maria de Gracia, La casa de la Cilla o los Diezmos, actualmente molino de aceite, su Museo Arqueológico, etc.
El pasado 20 de agosto, Espera celebraba su XIV Noche en blanco, un gran y maravilloso evento, muy esperado tras los dos años suspendidos por la pandemia.
Y que tras esos duros años que desgraciadamente todos hemos sufrido, esa noche pude comprobar y vivir por mi misma, como un pueblo entero y todas aquellas personas que llegaron a él de diferentes lugares del mundo se unían y entregaban con alegría y entusiasmo a esa noche que sin duda alguna proporcionaba innumerables actividades, como mercados de artesanía, juegos tradicionales, talleres y espectáculos infantiles u otros, recitales de poesía, diferentes grupos musicales, que con su música y canciones hacían bailar a todos los presentes, batucadas, la danza de las llamas protagonizadas por la compañía Arsalabrasa, diferentes pasacalles, exposiciones, etc.
El ambiente de sus calles era espectacular, sobre todo, a los ojos de un visitante como yo, que asistía por primera vez a este evento cultural.
Habían diferentes pancartas adornando sus calles que iban apareciendo conforme caminabas en una dirección u otra, e iban dejando mensajes, quizás ya leídos o escuchados tiempo atrás y que en muchos instantes hacen reflexionar como, “La vida te da razones para llorar, demuéstrale que tienes una y mil razones para reír” o “La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón”, frases que son pura poesía para el alma, en una noche tan especial donde los cinco sentidos vibran al compás del latir de un pueblo que se viste de blanco, pero al mismo tiempo brilla de toda la luz y color.
Una noche inolvidable en la que todos compartimos un poco de nosotros mismos, y donde se transmite una vez más el puro sentimiento de un pueblo movido por algo tan importante como es promover, y mantener vivo a lo largo de los años el espíritu de algo tan sumamente bello y de tan incalculable valor como el arte y la cultura de un país.