Con tan sólo 27 años de edad -yo a esa edad ya tenía familia numerosa, dos chicas y un bebé y tenía que trabajar dando clases de literatura y escribir por las noches cuando dormían-, publicó “El baile”. La novela es el retrato de una generación, de unos nuevos ricos rusos blancos huidos de la revolución por su condición, entre otras cosas, de judíos. Fueron antes los soviéticos que los nazis los que los persiguieron.
Némirovsky describe, desde un punto de vista bastante inmaduro y con la rebeldía propia de la adolescencia, cómo eran aquellos millonarios que se habían enriquecido con la Bolsa y con la especulación dineraria. Un claro reflejo de una sociedad decadente que su única motivación era el lujo y la vida desenfrenada. La autora refleja en las páginas de su novela corta, algunas de sus frustraciones: una educación demasiado elitista muy ajena a la visión que tenía cuando escribió la obra, y el trato que su madre la dispensaba, volcando en la narración todo el comportamiento materno que sufría o que creía sufrir. El personaje de Antoinette tiene muchas características de la vida de la propia escritora de Kiev, vida relajada y acomodaticia en el alegre Paris de finales de la década de los años 20 y que todavía no veían lo que iba a venir: el crack de la Bolsa del 29.
El lenguaje que emplea la narradora es sencillo e incluso demasiado directo. Parece que la narradora sea la propia joven protagonista. Por lo que hubiera sido más adecuado utilizar la primera persona en la voz de la joven hija. Sus padres no se preocupan en exceso de ella, la madre exigente y el padre indulgente. Ambos más preocupados por seguir escalando en la pirámide social que en otra cosa. El padre, con sus relaciones económicas y políticas; la madre empeñada en seguir medrando en la escala social. Ante la postura de ambos, la joven Antoinette se rebela de una manera bastante cruel.
Dicen, y yo lo he comprobado personalmente, que los niños suelen ser muy crueles con sus amigos, pero que lo sean con los padres es algo bastante extraordinario, aunque cada vez menos. Estos progenitores, orgullosos y altivos, querían dar una baile –de ahí el título del libro- para aumentar sus relaciones sociales y presumir de los logros que han ido alcanzando. Con una lista, cercana a los 200 invitados, ambos padres quieren organizar una fiesta perfecta en la que todas esas personas queden sorprendidas por la riqueza que atesoran. Una treta de la hija hará que el final sea doloroso para todos.
El leitmotiv del libro es la venganza pergeñada en un momento de odio incontrolable que hará que termine como todos nos imaginamos. Sorpresas, las justas. Un corazón lleno de odio supone el camino hacia la autodestrucción. Irène Némirovsky no se autodestruyó. Aunque su final fue muy dolorosa ya que los nazis la hicieron prisionera y acabaron con su vida en el campo de Auschwitz. Nadie se merece un final tan cruel, pero cuando en su corazón se oculta la maldad, ya se sabe lo que se atrae. En su caso, parece una premonición de lo que la sucedería, una década después. La historia demuestra que fue la madre la que se vengó de su hija, no ayudándola cuando más lo necesitaba y los nazis la apresaron terminando sus días en la cámara de gas.
Esperaba mucho de esta obra y quedé decepcionada. Pese a ello, la daré una nueva oportunidad y compraré otro libro de Irène Némirovsky para ver si merece la pena seguir leyendo su obra.
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