Estamos ante una obra magistral, sobre un pueblo de la Edad Antigua inconmensurable, y que conforma una de las grandes civilizaciones de la Antigüedad. Me refiero al pueblo indoeuropeo de Hatti, los hititas, que presentan una pléyade personajes regios de primera categoría. Y, como en todos los libros de la editora Almuzara, la calidad no admite ninguna duda. “Un viaje que combina la grandeza épica y el espectáculo con el acercamiento a las intimidades e idiosincrasias de la vida cotidiana hitita. A finales de la Edad de Bronce, los hititas llegaron a ser la potencia militar más poderosa del Antiguo Oriente Próximo, pesar de que su imperio siempre fue vulnerable al ataque de las fuerzas enemigas y de que su territorio, Anatolia, carecía de ríos navegables, de acceso al mar y de una población numerosa. ¿Cómo explicar entonces el surgimiento y triunfo de este imperio antiguo en contra de tales adversidades? En su tratamiento ágil y novedoso de una de las civilizaciones más misteriosas de la Antigüedad, cuya historia desapareció de los registros hace más de tres mil años. Trevor Bryce arroja nueva luz sobre los guerreros hititas, así como sobre su cultura social, religiosa y política, aportando nuevas hipótesis a muchas de las incógnitas por resolver. En esta obra se revelan y detallan aspectos tan sugestivos como que fueron consumados maestros de la guerra con carros; que Muwatalli II, rey hitita, estuvo a punto de culminar la más desastrosa derrota de Ramsés II en la batalla de Qadesh; muestra que los hititas también fueron fieles adoradores de un nutrido panteón de dioses de la tormenta, y muchos otros; y artífices de un nuevo sistema diplomático que reforzó y consagró su autoridad durante siglos. Este apasionante volumen desvela a los hititas en toda su complejidad, más allá de la tópica imagen de fieros guerreros. Recoge un documentado análisis de su sociedad; de los templos y palacios que construyeron; desgrana sus costumbres y supersticiones, los crímenes que cometieron, su jerarquía social –de rey a esclavo- y hasta los matrimonios y acuerdos prenupciales que contrajeron”. El Imperio de Hatti se divide en dos épocas: ANTIGUO Y NUEVO. Todo comienza con su primer soberano llamado Labarna, fundador de la dinastía hitita, quien expande el territorio de los hititas hasta que conquista, ya, las tierras orientales de la península de Anatolia. Hattusili I establece la capital en Hattusa, y realiza importantes expediciones militares de conquista en Siria y del occidente de Anatolia. Como ocurre, en muchas ocasiones, en los imperios mesopotámicos y del Asia Menor, se producen constantes golpes de estado dentro de la familia real; será por ello por lo que el soberano, citado más arriba, nombre como su sucesor a su nieto Mursili I. Este Gran Rey se dirige, entonces, al otro lado de los montes Tauro, realizando la conquista de las ciudades de Alepo y de Babilonia. Este monarca sería asesinado, dentro de una revuelta cortesana, por su cuñado Hantili, quien sería su sucesor, la corte se encuentra en un pleno estado de debilidad y de inestabilidad. Las luchas familiares intestinas son constantes, sobre todo acerca de quien se sentaría en el trono de Hattusa. Además se produce otro hecho importante, y que consiste en la aparición de un pueblo sumamente belicoso, como fueron los hurritas, quienes aprovechándose de la debilidad hitita, llegaron a conquistar los territorios septentrionales de Mesopotamia, de Siria y de la Anatolia oriental. Es en este momento histórico cuando asciende al trono Telepinu, quien consigue restaurar la autoridad de Hattusa en las tierras secesionistas y, para evitar golpes de estado contra el trono, publica decretos innegociables e inamovibles que regularán, sensu stricto, todo lo relativo al ascenso y a la sucesión de la monarquía de los hititas. Se conoce la existencia de un tratado de paz, el primero en la historia de Hatti, con el soberano de Kizzuwatna. A continuación, y durante cerca de un siglo, existen varios soberanos de una debilidad importante, hasta que hacia el año 1400 a.C. asciende al trono de Hattusa Tudhaliya I/II, quien consigue, de forma y manera fulminante, el restablecimiento de los hititas como potencia internacional; conquista, con relativa facilidad, gran parte de los principados sirios, y la región occidental de Anatolia. Su sucesor Arnuwanda I debe enfrentarse al descontento, generalizado, de los estados de conquista; todo ello va a finalizar con las actividades antihititas derivadas de las denominadas como ‘invasiones concéntricas’. Hatti es asaltada desde diversos puntos geográficos, y las matanzas perpetradas contra el pueblo hitita son terribles. Inclusive la propia Hattusa es saqueada, mayoritariamente, durante el reinado de Tudhaliya III. Pero, ya estamos en el culmen del devenir del Imperio de Hatti, cuando asciende al trono ‘el hermano de armas’ del anterior rey, y que se llama Suppiluliuma I “el Grande”. Su poder es omnímodo, nadie se atreverá con él, e inclusive los faraones egipcios que coexisten con él, desde Amenofis III, Amenofis IV-Akhenatón, Smenkhare-Nefertiti, Tutankhamon y Ay, se verán obligados a reconocer su poder. Destruye, para siempre, a su gran enemigo el reino de Mitanni, que desaparecerá de la historia. Cuando fallezca, por una epidemia de peste bubónica, será substituido por sus hijos, de forma correlativa, Arnuwanda II y Mursili II, quien consigue restaurar la autoridad de Hatti sobre sus varios estados vasallos, mayoritariamente en el norte de Siria, que eran azuzados siempre por Egipto. Será en este momento histórico cuando: “Lo sucede su hijo Muwattali II (1295-1272 a. C.). Durante su reinado las relaciones entre Egipto y Hatti se deteriorarían hasta desencadenar una importante batalla librada entre las huestes hititas y las del faraón Ramsés II en Qadesh, a orillas del río Orontes, en Siria (1274 a.C.). La batalla termina en tablas, pero tras ella Muwattalli obtuvo el control de los territorios en disputa que fuesen el principal origen del conflicto”. A partir de ese momento y hecho históricos, el Imperio de Hatti se desliza, sin solución de continuidad, hacia el final de su devenir histórico. Guerras civiles y el ‘incordio’ habitual de Egipto conllevó que se crease el caldo de cultivo necesario para que, con la llegada de los belicosos ‘PUEBLOS DEL MAR’, todo el Oriente Próximo fuese barrido de la faz de la Historia. En suma, un libro extraordinario, fuera de serie, y que merece todos los parabienes posibles. «Donec Bithynio libeat vigilare tyranno». Puedes comprar el libro en:
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