Desde su propia perspectiva, la actriz Mónica Cano, ha realizado La calle del viento, un trabajo peculiar en donde mezcla las memorias con la crítica social. El libro viene prologado por el escritor cordobés Alfonso Cost, que la conoce bien. Elegir entre todas esas Memorias de la Escena, es complicado, a ellas asoman actores de cine y teatro que fueron los grandes maestros. Algunos vivirán solo en los títulos de crédito o en el antiguo programa de un teatro sin que las generaciones de youtubers hayan tenido jamás el placer de disfrutar de sus actuaciones. Mónica Cano ha accedido a hablar de La calle del viento, volviendo la vista atrás, pero también de las carencias en su sector, siempre castigado por las políticas culturales que se suceden, sean del color que sean. Mónica… ¿O debo llamarte “La Cano”, como hacía Fernando Fernán Gómez? “La Cano”, es un recuerdo ostentoso de Fernando, pero ya todos estas tradiciones están muy abaratadas, “Las Campos”… “La Pantoja”… “La Pantojita”…“La Patiño”…”La Pedroche”. Poner el articulo “La”, delante del apellido era en esta profesión un honor que te hacían los compañeros, un ascenso al talento. Se difundió y ahora cualquier mediocre de cualquier gremio lo utiliza. Qué pena. Llámame Mónica. Mónica, cuéntanos algo más de este proyecto de AISGE. ¿Cómo están respondiendo los autores/actores y los lectores a los que se dirige? Es un proyecto precioso, creado por la compañera Amparo Climent. Imagínate, todas esas memorias. Las mismas situaciones vividas de formas diferentes, con distintos puntos de vista, el testimonio, las vivencias de la gente de la cultura en general. Una riqueza, un tesoro, un monumento infinito al recuerdo. Yo, lo he pasado muy bien con mis compañeros, Antonio Fernández, el hijo mayor de Tony Leblanc, que tiene gran capacidad literaria; Enrique Menéndez, un magnífico actor que ha hecho muchísimo Teatro Clásico; Juan Messeger, muy activo ahora; Antonio Duque, un actor con una vida apasionante, e Isabel Prinz, una mujer bella, culta, adorable. Nos reuníamos una vez por semana en un taller tutelado por otro compañero actor, Juan Jesús Valverde, un amor de persona que lo hace muy bien, eficiente, paciente… Lleva años forjando este proyecto, ya existen ciento y pico memorias. La calle del Viento es el libro número 118. Es un libro modesto, fácil de leer, cuento mis cosas a la vez que hablo de las personas que han sido importantes en mi vida, algunas, la mayoría, coincide que son importantes para la historia de este país en general, y eso tiene un gran valor. He tenido la suerte de que el novelista y poeta cordobés Alfonso Cost me escriba un prólogo precioso, así que el libro arranca de una manera bellísima. ¡118 memorias nada menos! Entonces, la AISGE te pide que escribas sobre tu vida pero…¿Siendo actriz no has vivido ya varias vidas? Muchas. He sido entre otros muchos: “La Chori”, una mujer maltratada que se escapa de la cárcel para huir de su marido que espera a su salida para matarla, de Alonso de Santos… He sido, La bella Beatriz de La divina Comedia del Dante Alighieri…He sido una madre alcohólica, en una comedia de Paula Voguel (Premio Pulitzer)…He sido “La Pichona” en Las Comedias Barbarás de Valle Inclán…He hecho siempre mujeres temperamentales. A cada una de ellas, las dejaba invadirme, les aportaba mi experiencia, mis emociones, mis sentimientos, y ellas me dejaban los suyos. En La calle del viento recuerdas tu Córdoba natal con mucho cariño, una ciudad en la que todos se ayudaban y conocían. De esa ciudad a la globalizada que hay ahora han pasado muchas cosas. ¿Cómo se ha adaptado el mundo de la interpretación a ese nuevo mundo? Todo se ha desdibujado. Cuando yo empecé, éramos una profesión reconocible, una gran familia que se quería…Ahora es muy complicado ser actor, hay gente magnifica, bien formada, la gran mayoría no, no son actores, no tienen vocación, “Quieren ser famosos”. Es rentable ser famoso, los procesos de selección, “Los Casting” son multitudinarios, cualquiera se presenta, la gente tiene unos objetivos que nada tiene que ver con la esencia de este oficio, y los productores aprovechan esta situación para no pagar, ni lo que exige el convenio colectivo. Sacan productos baratos, con caras nuevas que una vez terminado el proyecto desaparecen. Córdoba en cambio, como ciudad, se ha ido puliendo, perfilando, se ha convertido en algo parecido al paraíso, el milagro lo han conseguido los cordobeses con su esfuerzo, su trabajo, las personas modestas que han hecho que los patios de los pobres se conviertan en vergeles, que además de engrandecer el espíritu con la luz de la cal, con la perfección de las flores, con sus olores… son una gran fuente de ingresos para la ciudad. Admirable. Del Teatro Clásico de Mérida a las revistas con Raúl Sender, de Samarkanda de Antonio Gala a Los años bárbaros de Fernando Colomo, de series de televisión como Manos a la obra a interpretar La Casa de Bernarda Alba…Visto así ¿se podría decir que has llegado al tope de todos tus registros dramáticos? Nunca llegas al tope, siempre hay cosas que contar, formas de contar.
Cuánto esfuerzo, Mónica…dos y tres funciones diarias. Y el actor siempre debe ofrecer su mejor versión de sí mismo. Incluso cuando está de luto. ¿Crees que tu profesión sigue siendo una gran desconocida y muy poco valorada? Sin duda. Una vez me encontré con unas personas en el Metro, me reconocieron y se sorprendieron de que fuera en el Metro, “¿Pero que hace una actriz como Vd. en el transporte público?”, dijeron. La precariedad, la falta de estabilidad económica, te produce inestabilidad vital. ¿Cuándo te llamaran para el próximo trabajo? Yo siempre me he defendido muy bien, he sacado a mi familia adelante únicamente con mi trabajo, pero el fantasma del paro siempre estaba ahí. He hecho funciones enferma, con fiebre, con dolores, en días de duelo…es horrible, cuando tienes faringitis y no puedes controlar la voz…la tos… La gente tiene una idea banal de los actores, que nosotros potenciamos, en las galas, con trajes de fiesta, joyas… que normalmente son prestadas por alguna marca para promocionarse. ¡Glamour! Este es un oficio duro, no solo físicamente, emocionalmente, yo tengo lesiones de algunos personajes. Cuando terminé Marat Sade de Peter Weiss, tuve que ir a rehabilitación para arreglarme las secuelas en los huesos que me dejó aquella pobre loca que hice. En Historia de una escalera, mi compañero descontroló y me partió la boca de un bofetón varias veces, podría contarte mil cosas, pero estas son las que se me han venido a la cabeza. En EEUU, si llegas a triunfar superas muchos obstáculos, el económico sobre todo, el cine es un gran negocio, pero aquí tenemos una industria pequeña que no da para mucho. ¿Qué es lo peor que puede pasarle a un actor? Y no me refiero solo a quedarse dormido y no llegar a tiempo a la función… Estar parado, quedarse dormido y no llegar a tiempo, en ese orden. Todos, al comenzar en nuestra profesión, aprendemos de los que llegaron antes. ¿De quién aprendiste tú? De mi profesor de la Escuela de Arte Dramático D. Miguel Salcedo Hierro, de José Carlos Plaza, de Mariano Barroso, de todos los directores con los que he trabajado, de los compañeros. De la gente de la calle en general…Veo un cojo y me quedo extasiada observando su cojera, a un ciego, a una mujer verdulera…cualquier cosa que me parezca curiosa, la observo y la archivo para sacarla en caso de necesidad. La sociedad y, consecuentemente, me imagino que el mundo de la interpretación, ha cambiado mucho en pocos años. Fuiste asidua de la tertulia de María Asquerino y en ella viviste momentos sorprendentes: confesiones, celos, hermanamientos y algún desafío… ¿Sigue habiendo espacio en nuestro mundo para las tertulias de compañeros teatrales? Por desgracia eso también ha desaparecido. La profesión se reunía en la cafetería del Teatro María Gurrero, en el café Gijón, en el Café Dorín…en Boccaccio…Éramos felices juntos, lo pasábamos en grande todos los días, niños, jóvenes, mayores, yo iba con mis hijas. La cafetería del María Guerrero se convirtió en una pequeña sala de Teatro, al Gijón no se puede ir porque utilizando el paso de poetas, autores de Teatro, actores… en otros tiempos…han elevado los precios de manera vergonzosa. Boccaccio ahora es una especie de prostíbulo decadente con intercambio de parejas. ¡Qué coraje! Allí he pasado tantas horas, con la gente más importante de la cultura, con mis queridos amigos María Asquerino, Juan Diego, Juan Echanove, Teresa Vico…José Luis Coll, Balbín, que ha muerto hace muy poco. Balbín después de grabar La Clave se traía a la tertulia a las personas que habían participado en el programa, así que he tenido la suerte de poder escuchar y aprender de las personas más relevantes del mundo. Es muy triste para mí ver como desaparecen los espacios y los amigos, me siento muy sola. Intercambiar conocimientos es una buena costumbre, escuchar, debatir… Ahora la gente se comunica como en los debates de Tele 5, a gritos, pisándose la palabra unos y otros, discutiendo de trivialidades que solo interesan a los analfabetos. ¡Es jodido!
El teatro es efímero…¿Crees que algún influencer conocerá quiénes fueron José María Rodero, José Bódalo, Mary Carrillo o María Luisa Ponte? La sociedad va por un vertiginoso camino, increíblemente absurdo, la ética, la estética, todo es irracional, los chicos se tatúan el cuerpo entero, se parten la lengua en dos, se colocan piercings en cualquier sitio. Existe un comportamiento de autoagresión física y mental por parte de la gente, la especie humana anda buscando otras formas de vivir, o quizá no, y simplemente quieran autodestruirse. Siempre pienso como serán de viejecitos, con la piel colgando y esas figuras tatuadas deformes, un cuerpo lleno de borrones…Dantesco. Tendrán que añadir a las enfermedades de la vejez, las que se han propiciado por modernidad. No veo a los influencers, me horrorizan las chicas con veinte años pidiendo a sus padres un aumento de culo, con las uñas tremendamente largas influenciando a los más pequeños. Qué horror. No saben ni donde esta Badajoz, he visto en una entrevista a un influencer que no sabía dónde estaba Badajoz. ¿Hasta qué punto la obtención de un papel depende de la suerte? Lo digo por lo del perro de Antonio Gala, al que le caíste muy bien y eso sumó puntos. Qué genial Antonio Gala, qué amante de sus perros adorables, las ocasiones en que he estado con él siempre han sido mágicas, inolvidables. Yo siempre he pensado que un trabajo lleva a otro, alguien te ve, le gustas, se acuerda de ti, te propone para el personaje. La buena suerte es maravillosa, yo creo en la suerte. Hay personas que son afortunadas, también hay otras que son perseguidas por la mala…Lo realmente importante en esta profesión es hacer todos los días la función como si fuera la última, lo mejor posible. Me gustaba mucho hacer a Saly el personaje de Gala, era muy bueno, me entendía bien con mis compañeros, hacíamos unas funciones preciosas. Una vez en Donostia al terminar la función, cuando salíamos por la puerta de actores, un chico me agarró por la cintura, me cargó en su hombro y salió corriendo conmigo calle arriba, mis compañeros Alfredo Alba y Pepe Lara, pensaron que era amigo mío, no hicieron nada a pesar de lo extraño. Yo no sabía qué estaba pasando, cuando llevaba cierto trayecto conmigo acuestas le pedí a gritos que me soltara, me dejó en el suelo y muy educado me dijo: “Perdóname te llevaba conmigo porque me he enamorado de tu personaje, te llevo a mi casa” , le di las gracias y volví con mis compañeros confusa pero halagada. Siempre me acordaré. ¿Qué le sucede a esta sociedad que encumbra a los actores cuando tienen barba cana y oculta a las grandes actrices cuando les encuentra una arruga? Pues está claro: la sociedad es machista en todos sus aspectos. Las mujeres son sometidas ancestralmente por el hombre, sus labores están definidas, limitadas en todas las culturas, culturas patriarcales. Yo soy de una generación que ha sufrido el machismo intensamente, solo mi rebeldía y la SUERTE me han ayudado en momentos durísimos que me ha tocado vivir, y que continuamente trato de olvidar. La Literatura, el Teatro, el Cine, son reflejos de la vida y en la vida cuando eres mayor ya no interesas. Todas las actrices en todos los países se quejan por estas cuestiones. Hay gente extraordinaria: Helen Mirren, Judi Dench, Maggie Smith, que a edades avanzadas hacen un cine maravilloso. En La calle del Viento te has confesado completamente, al menos, es mi impresión. Se desprende de tu libro el amor que tienes por tu familia (tus hijas y nietos y el recuerdo a su padre, el gran actor Pepe Yepes), la vocación actoral que ya asomaba en tu niñez cordobesa pero también un gran compromiso social. ¿El actor debe hablar solo en escena o también tiene derecho a gritar en la calle? Adoro a mis nietos, son pequeños genios, y mis hijas son mis acompañantes en la vida. Hace falta valor para elegir este oficio como forma de vida, el actor es valiente, es un gran observador, los personaje te aportan conocimientos… creo sin petulancias, que poco a poco, nos vamos convirtiendo en seres evolucionados, a fuerza de analizar situaciones, momentos de la historia, la rebeldía y el sentido de la justicia se van instalando en nosotros, y…llegamos a tener conciencia social, y protestamos por las injusticias. Creo que las calles del mundo deberían estar llenas de gente de todos los oficios exigiendo a los gobiernos que se acabe la guerra, que se acabe el hambre, que se acabe todo lo malo que sufrimos por pasividad. El Teatro nació en Atenas como forma de transgresión. Antonio Gala, Rojas Zorrilla, Valle-Inclán, Plauto, Buero Vallejo…y García Lorca. ¿Quién de todos ellos te dio la fuerza para saltar las candilejas y escribir tus propias obras de teatro? Pues mira, ninguno de ellos, la fuerza me la dio el tema de la pregunta sobre la edad en las actrices, cuando empecé a escribir funciones, había llegado a mayor, la oferta de trabajo era: la criada, la madre del joven, la abuela del niño…personajes más pequeños cada vez, con menos sustancia. Empecé a escribir para mujeres de mi edad, y en eso sigo. La ultima es un monologo de una mujer mayor con trastornos mentales. Se pueden contar muchas historias de mayores. Yo siempre he tenido amigos muy mayores me parecían más interesantes que mis contemporáneos, aprendía de ellos. El gran inconveniente es que se te van muriendo y te vas quedando solita. Muchas gracias, Mónica, por dejarnos ver lo que hay detrás del telón. Seguro que en estos momentos estás oyendo, como yo, la canción de Billy Joel Just the way you are. Te la envío como despedida. La oigo Carolina. Que gratificante. Eres una gran novelista y una persona encantadora. Un abrazo. Gracias. Puedes comprar el libro en:
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