El 23 de septiembre de este año se llevará a cabo el estreno de Música para Hitler en Santander, bajo la dirección de Juan Carlos Rubio y la actuación de Emilio Gutiérrez Caba, Kiti Manver, Cristóbal Suárez y Marta Velilla. Había sido escrita por Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio entre 2013 y 2015 y retocada en 2021. Ahora nos toca analizar la obra desde un punto de vista literario en la edición que ha llevado a cabo ETC Libros, en su colección La Calderona, bajo la dirección del escritor Gonzalo Campos Suárez. Una magnífica edición precedida del análisis de la obra por Enrico di Pastena, un epílogo de Juan Vives y una entrevista a los autores de Campos Suárez donde desarrollan las grandes claves y el proceso, la eliminación de personajes, la música y el poder de la emoción vertebrando la pieza con los seis movimientos y la dificultad de crear un hombre real, de apariencia frágil y sumido en la depresión. Es una obra muy oportuna en los tiempos que corren con el despertar de la guerra, los nazismos y toda clase de populismos llamando a la puerta y la rememoración de tiempos pasados. Estando en el exilio en el sur Francia, en Prades, el prodigioso violonchelista catalán Pau Casals recibe la visita de dos nazis que lo invitan a Berlín a tocar ante el Führer. Casals se niega, a sabiendas de que corre peligro su vida y la de toda su familia. Una historia que está documentada con datos precisos en torno al 3 de noviembre de 1943 y con un potencial dramático extraordinario que es conducido con mano experta y tensión dramática hasta el final de la representación. La dificultad de este tipo de obras radica tanto en la verosimilitud de lo dicho, en la escaleta que recoge los acontecimientos y la construcción de un tempus dramático adecuado para que su desarrollo no se vea enturbiado por situaciones secundarias. La estructura en cuatro secciones (Preludio, Alemanda, Courante y Zarabanda) se corresponde, como recuerda Di Pastena, con otros tantos movimientos de la Suite número 1 para violonchelo en sol mayor (BWV 1007) de Bach completados con Danza galante y Giga. Habría un Preludio efímero donde dialogan el Oficial Nazi y el hombre joven sobre la música de Bach y se ensalza la memoria de Casals a quien el oficial nazi visitará. Pero es en Alemanda donde se centra el conflicto dramático y en Zarabanda donde se concentra el mayor clímax y la incertidumbre final que no desvelamos. La acción trascurre en el salón de la modesta casa de Prades donde vive Casals con su mujer Tití y su sobrina Enriqueta. El diálogo raudo, irónico y memorial de los esposos nos va introduciendo en sus vidas sentimentales: “No estabas enamorada de mí”, le dice Pau en un momento a Tití. Y ya observamos dos visiones: Casals está cansado de luchar y se muestra crítico con las dictaduras: “Escapamos de un dictador y hemos terminado bajo la bota de otro”. Un mundo problemático en lo social y personal. Sabemos de la próxima visita de la Gestapo encarnado en los nazis Johann y Thomas, que se reparten los papeles de mayor agresividad y cercanía. Son aficionados a la música, hablan de ella y ya se va observando la discrepancia entre ellos, afirmando Casals que la música “debería ser fuente de comunicación” y la relación de música y poder. Quieren que Casals les toque y él se niega ante su edad avanzada, pero también porque “Abomino de cualquier régimen dictatorial”; sin embargo, insisten en la invitación a Casals a tocar ante Hitler y él se niega: “¿Tocar para un loco?” El enfrentamiento está servido. La tercera parte, Courante, es muy breve, una página donde Thomas limpia su pistola y ensalza el nazismo. Y, en la última, Zarabanda, tras la preocupación por la sobrina y que sea descubierta su ayuda a los conjurados, se recrudece el enfrentamiento con Tití que le habla de su obligación de seguir luchando y el riesgo en que pone a la familia, y que “la música es tu manera de mantenerte vivo”. Pero él se niega hasta que de nuevo con la presencia de Johann y la amenaza sobre la sobrina, la atmósfera se vuelve irrespirable. Los personajes están muy bien caracterizados pero sobre todo brota la fuerza ética de Casals y su pensamiento humanista (como decía Di Pastena: “Tenemos que pensar que somos la hoja de un árbol. Y el árbol es la humanidad”), tanto como la simbología que en toda esta disposición dramática juega la música y cómo puede ser utilizada por el poder. No obstante, añadirá Casals: “La música es rebelde y libre, la música no agacha la cabeza ni dice sí a todo”. Una obra de singular altura en donde no solo comprendemos el sentido del compromiso en el ser humano sino la fortaleza de las ideas y la sabiduría al ser conducidas oportunamente en una época de incertidumbre y guerra.
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