La autora madrileña siempre tuvo un sueño, escribir un libro. Lo que no sabía es que la enfermedad la impeliese a hacerlo. Hasta ese momento, nunca se había atrevido, pero fue todo lo que pasó con el Covid lo que la hizo que sintiese la necesidad de contar su traumática experiencia. “Mi marido estuvo en la UCI y yo pasé 11 infernales semanas con la enfermedad, en las que me ahogaba. Fui víctima del pavor en esos días. Nunca he tenido tanto miedo en mi vida”, recuerda. Una vez repuesta, aunque las secuelas siguen permaneciendo en su cuerpo, Paloma quiso reflejar en el papel todos sus sentimientos sobre lo que había sufrido por la enfermedad. “Iba a todos los sitios con mi libreta de mano e iba apuntando mis impresiones de lo vivido. Yo llevo muchos años meditando, pero no me servió de nada contra la enfermedad. Ningún recurso de los que tenía me aportaba nada, incluso me iba sintiendo peor. Cada día estaba más desorienta, no me salían las palabras, me dolían las articulaciones, tenía blefaritis y muchos órganos inflamados. Además, las taquicardias eran continuas. Todo un cuadro de COVID persistente”, expresa con dolor Paloma San Román Gómez. A nuestras autoridades políticas y sanitarias no parece que les preocupe el COVID persistente –son los grandes olvidados del sistema- y eso que son más de un millón personas las afectadas. Los dolores musculares, las neuralgias, la desorientación son algunos de los síntomas que padecen. “Yo leía y no entendía nada. Mis movimientos eran lentos y descoordinados y según iba pasando el tiempo tenía muchos más síntomas, pese al año que estuve en rehabilitación. Así me encontraba hasta que un amigo, con el que solía meditar, me propuso escribir mis reflexiones. Hace un año me puse a ello y el resultado es este Y llovieron ángeles”, explica la autora madrileña. “Tengo que reconocer que mi estilo es bastante complicado porque es muy personal, pero hay mucha gente que se puede sentir identificada con lo que cuento. Yo lo denomino poesía espiritual”, apunta Paloma durante la entrevista mantenida en un café de la Plaza de Ópera. Cuando tuvo el libro preparado, lo mandó a tres editoriales y una de ella rápidamente la contestó que lo querían publicar. El sueño de esta profesora de escribir y publicar se cumplió de la noche a la mañana. “Me han ayudado muchos amigos para confeccionar este libro que lo he escrito al dictado de mi corazón. Me he desnudado bastante en él”, subraya. “Para escribir, parto de la base de no juzgar”Paloma San Román parte de la base para escribir de “no juzgar. Me decanto por la mística. Soy una persona muy espiritual y me identifico totalmente con el ideariocristiano del colegio en el que trabajo” y eso que trabaja como profesora en un colegio religioso del que dice que se han portado muy bien con ella. “Podrían haberme despedido, pero me volvieron a dar una oportunidad sabiendo de mis muchas limitaciones tanto físicas como mentales. A veces en las clases me pierdo y tiene que ser los niños los que me recuerdan lo que estaba diciendo”, confiesa con rubor. Pero Paloma no se amilana por los problemas cotidianos y sigue trabajando duramente. “Mi guerrero interior me ayuda”, afirma. Lo que ha querido es narrar su experiencia por si le sirve a alguien. No podemos estar lamentándonos eternamente y llorando, hay que levantarse todos los días y seguir viviendo. Afortunadamente, tengo que reconocer que mucha gente me ayudó, nadie me falló. Con el libro quiero expresar mi agradecimiento a todas estas personar. La gratitud es sanadora”, apunta la autora.
Pese a las dificultades por las que ha tenido que pasar, piensa que “la vida me ha abierto las puertas a un mundo nuevo que es la escritura y escribir el libro es una forma de devolver todo lo que me han dado. Hay una gran diferencia entre el antes y el después, y me ha encantado poder escribir pese a mis dudas”. Perdió el miedo que tenía a escribir y gracias a eso ha encontrado una comunión con los demás, y no solo con sus lectores. Así que, como dice ella “¿mala suerte por qué? La escritura me ha hecho sentirme unida con lo demás y dejar de pensar siempre en la enfermedad”. Para Paloma no es lo mismo la compasión que la conmiseración. “Compasión es sentirse uno al lado del otro, pero la conmiseración es ponerse en su lugar, implicarse en su vida y eso es lo que hemos vivido en este tiempo de pandemia. La gente se ha esforzado para sacar todo adelante. Ha faltado humanidad en algunos, pero no en todos. Yo que soy un paquete para mi empresa, han querido adaptar mi puesto para que pudiese seguir trabajando y ahora me siento útil”, desgrana. Para terminar, Paloma San Román nos quiere dejar algunos de los pensamientos que ha escrito en su libro: “El error es maravilloso y hay que aceptar la perdida. El dolor no es lo mismo que el sufrimiento. El dolor es inevitable y el sufrimiento es el añadido que cada uno gestiona”. Se podrá decir de forma más sesuda, pero no tan clara como nos lo ha dicho esta poeta que ha sabido superar los malos tragos con una sonrisa en los labios. Puedes comprar el libro en:
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