Estamos ante otra obra destacable de esta editora, que todo lo que presenta me resulta admirable, y merecedor de los mejores blasones literarios habidos y por haber. Y la obra es una especie de visión cinematográfica medieval relativa al devenir del soldado que alteró, sine die, la evolución del mundo romano per saecula saeculorum. Como ya es sabido, la gentilidad de los godos estaba dividida en dos, la del oeste o visigodos y la del este u ostrogodos. “Nacido cerca del río que marcaba la frontera entre el Imperio y el territorio de los godos, a quienes los romanos consideraban unos ‘bárbaros’ violentos e incivilizados, Alarico tuvo una infancia dura: separado de los brazos de sus padres, creció sin los privilegios de la supuesta ‘pax romana’ en una sociedad fracturada donde la intolerancia y los prejuicios contra los extranjeros estaban a la orden del día. Años después, Alarico buscó la gloria alistándose en el Ejército imperial, pero, a pesar de sus hazañas militares. Roma le negó una y otra vez convertirse en ciudadano de pleno derecho. Decepcionado ante tal injusticia, su grito de furia congregó a los godos marginados y los convenció para marchar contra el opresor y poner fin a su injusto gobierno. El historiador Douglas Boin nos revela con maestría narrativa una cara desconocida del mundo romano, consumido por las guerras civiles, la intolerancia religiosa y la discriminación hacia los forasteros, y relata la rebelión de un hombre en busca de respeto y dignidad. En ‘Alarico el Godo’ cobra vida la compleja, plural y abierta sociedad de los godos, totalmente alejada del estereotipo de los ‘bárbaros’ y cuyo legado ha dado forma a nuestro mundo”. La narración tiene una tal riqueza de léxico que parece una novela histórica, sensu stricto, descripción perfecta de los protagonistas de la obra, con un análisis magnífico de su idiosincrasia. El caduco y trasnochado Imperio de Roma tiene el injusto atrevimiento de negarle el derecho y privilegio de ser ciudadano romano a nuestro personaje. Los godos siempre lo respetaron y lo valoraron; en ese siglo V d.C., Roma está en el final de su devenir histórico. Se puede realizar un traslado objetivo de esa época hasta la actualidad, cuya época vivencial abarca desde el año 370 hasta el 410 d.C. Los romanos relegaron y estigmatizaron a aquellos pueblos bárbaros, que no deseaban asumir, pero a los que utilizaban como tropas auxiliares o para proteger las fronteras de Roma. La imagen que tenemos de los ostrogodos es muy compleja y difícil; pero de los visigodos es más nítida, ya que estos últimos conformaron durante unos doscientos años la esencia hispana del Reino Godo de Toledo. El historiador del siglo XVIII Edward Gibbon ha dejado una imagen goda de pueblo violento y bárbaro, que se encargo de destruir la civilización del momento, que no era otra que la romana; aunque ésta construida, in illo tempore, sobre la sangre, el sudor y las lágrimas de los pueblos que eran provincializados por Roma. El relato del profesor Boin, catedrático titular de la Universidad de Saint Louis, en el Estado norteamericano de Misuri, realiza un acercamiento; que subscribo y aplaudo total y absolutamente; enérgico, vibrante, y rigurosamente correcto, sobre la realidad de aquellos múltiples pueblos y etnias que, por su comportamiento, simil, fueron hermanados o ‘germanados’ por los hombres y mujeres del SPQR. Alarico piensa que al otro lado del gran río Danubio el futuro es mucho mejor y más positivo. El profesor Boin indica, sin ambages, la transformación política del godo, desde su puesto de general leal al emperador romano Teodosio I “el Grande”, nacido el soberano en la ciudad hispana de Cauca-Coca, hasta ir paulatinamente sufriendo una catarsis o purificación, cuando contempla como mueren miles de sus amigos y compatriotas defendiendo el orgullo y los interés de Roma; y la desilusión es ya absoluta. El SPQR nunca agradece los esfuerzos que se realizan en la defensa de sus intereses, que nunca serán los de sus aliados. “Nacido junto a un río que separaba a dos países, sobrevivió a una política fronteriza que apartaba a los hijos inmigrantes de sus familias, cosechó un éxito fulgurante como soldado y se convirtió en un líder muy respetado por su pueblo, los godos. También vio cómo truncaban su sueño de alcanzar la dignidad básica que suponía la ciudadanía en una época de parálisis política, una frustración que lo convirtió en el paladín de su gente y en enemigo del Imperio romano”. Los derechos de los que, hoy, se pueden denominar ‘inmigrantes’ con todas las salvedades semánticas posibles, propician carencia de valores morales, miedo a lo que les depare el futuro y, sobre todo, mucha violencia hacia esos pueblos denominados ‘bárbaros’, a los que mutan su primigenio significado de ‘extranjeros’ para transformarlo en ‘bárbaros’, por violentamente incivilizados. “En 377, las patrullas fronterizas empezaron a separar indiscriminadamente a los muchachos godos de sus padres”. Los conflictos políticos y sociales en la Roma del siglo V d.C. están a la orden del día, ya que es una sociedad decadente y xenófoba. En las fronteras de los ríos Rin y Danubio se encuentra un importante conglomerado de pueblos, listos y preparados para cruzar esas fronteras, penetrar en el suelo romano y tratar de mejorar sus vidas. Se pueden destacar, entre otros de mayor o menor enjundia a: vándalos, alanos, suevos, longobardos, francos, borgoñones, hunos, sármatas, ávaros, etc, y por supuesto los godos. Todos ellos llenarán las páginas de la Europa del momento de hechos sublimes y, a la par, violentos. “Pero fueron los godos, liderados por Alarico, quienes lanzaron el ataque más demoledor contra la ciudad de Roma en sus más de mil años de existencia. Su historia era la que más intrigaba”. Cuando llega a la convicción de que de la mediocridad imperial nada se puede esperar, es cuando llega al aserto de que, estamos ya en los albores del siglo V d.C., la venganza, y que sea lo más violenta posible, es la única forma de recuperar la dignitas de su pueblo, que no es ni tan bárbaro ni tan primitivo como piensan en Roma o en Rávena. Uno que es medievalista, como historiador, desea felicitar de forma absoluta a la editora por la maravilla de libros que publica, creando hitos que merecen lo mejor de lo mejor en el proceloso mundo editorial. ¡Fantástica obra! «Nulla crimen, nulla poena sine lege». Puedes comprar el libro en:
+ 0 comentarios
|
|
|