De nuevo otro libro de la editorial Desperta Ferro que me despierta admiración indubitable; ya que soy un modesto estudioso y admirador de los indios de los EE. UU. y del Canadá. Elegante encuadernación, y tratando siempre temas históricos de primera calidad e interés. La obra narra todas las relaciones existentes entre los indígenas del Territorio del Noroeste conformado por los Estados de: Ohio+Illinois+Indiana+Míchigan+Wisconsin y los blancos, siempre extrañas y atrabiliarias. En el mes de julio del año de 1811, el gobernador norteamericano del Territorio de Indiana, William Henry Harrison, se encontró con la horma de su zapato en la persona del gran jefe de los indios shawnees, Tecumseh, y no le quedó más remedio que alabar la inteligencia, la sagacidad y la tenacidad del caudillo indígena; el elogio realizado por W. H. Harrison hacia un jefe indígena es uno de los más laudatorios realizados a lo largo de toda la historia de los enfrentamientos entre indios y blancos. La táctica empleada por Tecumseh fue de lo más conspicua que se pueda concebir en cualquier negociación política. El jefe shawnee había desbaratado y replicado, con una enorme lucidez, y elocuencia conspicua, cada uno de los argumentos de Harrison, negándose a entregar un territorio que para los blancos era: “UNO DE LOS MÁS GRATOS RINCONES DEL GLOBO, PERO GUARIDA DE UN PUÑADO DE SALVAJES MISERABLES”. Aunque, de forma absolutamente obvia, Tecumseh no era un indígena miserable, como tampoco lo habían sido y lo serían la casi totalidad de los indios norteamericanos, mayoritariamente plenos de un dignidad encomiástica. La vida de muchos de ellos era de lo más didascálico que se pueda concebir. “LA OBEDIENCIA Y EL RESPETO QUE LE PROFESAN SUS SEGUIDORES ES EN TODO PUNTO ASOMBROSA, CIRCUNSTANCIA QUE, MÁS QUE NINGUNA OTRA, REVELA QUE SE TRATA DE UNO DE ESOS GENIOS POCO COMUNES QUE DE VEZ EN CUANDO SURGEN PARA OBRAR REVOLUCIONES Y REVERTIR EL ORDEN DE LAS COSAS. DE NO SER POR LA CERCANÍA DE LOS ESTADOS UNIDOS, PODRÍA LLEGAR A SER EL FUNDADOR DE UN IMPERIO CUYA GLORIA RIVALIZASE CON LOS DE MÉXICO O EL PERÚ”. Al gobernador y luego 9º presidente de los EE. UU. de América, el susodicho William Henry Harrison, le maravillaba la energía y el enorme vigor de aquel ser humano, que era más civilizado y lógico que los denominados como ‘rostros pálidos’. “NINGUNA DIFICULTAD LE DETIENE. SU ACTIVIDAD E INDUSTRIA SUPLEN SU FALTA DE LETRAS. HA ESTADO EN CONSTANTE MOVIMIENTO DURANTE CUATRO AÑOS. HOY LE VES EN EL WABASH Y AL POCO TIEMPO RECIBES LA NOTICIA DE QUE ESTÁ EN LAS ORILLAS DEL LAGO ERIE O DEL LAGO MÍCHIGAN; O EN LAS ORILLAS DEL MISISIPI Y DONDE QUIERA QUE VAYA OBTIENE UN RECIBIMIENTO FAVORABLE A SUS PROPÓSITOS”. Está claro que estamos ante un ser humano magnífico, que llamaba la atención inclusive hasta entre sus enemigos. Tecumseh, en comandita con su hermano menor Tenkskwatawa, conseguiría crear un contubernio que daría origen a una de las mayores confederaciones indígenas de toda la Historia norteamericana; ni tan siquiera la de los lakotas, cheyennes y arapahoes creada alrededor de Toro Sentado y de Caballo Loco se le ha podido comparar. La Unión debió emplearse a fondo para romper esa alianza, y casi no lo consigue. Tecumseh representaba el indígena noble por antonomasia; y tenía muy claro todo lo que era necesario realizar para defender a su pueblo y a sus tierras de la voracidad imperialista de los norteamericanos, y esto era admisible y admirable hasta para los hombres blancos. Su hermano era todo lo contrario, ya que representaba y defendía una solución mesiánica divinizada, que aquellos anglosajones protestantes consideraban absurda. Para agravar más, si cabe, el rechazo hacia Tenskwatawa, el hecho estribaba en el aspecto físico del joven, quien era un ex-alcohólico que tenía el rostro desfigurado, ya que cuando era joven se había enucleado un ojo con una flecha. Un agente indio lo había calificado sin ambages: “UN HOMBRE DESPROVISTO DE TALENTO O MÉRITO, UN DEMAGOGO INDIO, TAIMADO Y PENDENCIERO”. Este mismo agente indio, y las biografías de ambos hermanos, consiguieron divinizar a Tecumseh y demonizar a Tenskwatawa. A. M. Josephy escribe: “TECUMSEH ES EL MAYOR DE TODOS LOS LÍDERES INDIOS ESTADOUNIDENSES, UN SER HUMANO MAJESTUOSO QUE PODRÍA HABER PROPORCIONADO UNA NACIÓN PROPIA A TODOS LOS INDIOS”. Inclusive este autor, asesor federal de los presidentes J. F. Kennedy y R. M. Nixon desprecia, sin el más mínimo motivo, al hermano menor, y falsea la realidad de las relaciones fraternas de ambos, cuando manifiesta que el mayor intentó asesinar al menor tras la batalla de Tippecanoe. En suma esta obra, fuera de serie, y a la que califico cum laude, trata de deshacer todos los entuertos creados por la pseudohistoria mitificadora creada sobre los dos hermanos shawnees. La realidad palpable estriba en que uno no habría podido existir sin el otro. Ambos siempre admiraron la deuda contraída por los indios norteamericanos con los jefes Pontiac (de los ottawas) y Neolin (de los delaware), los cuales se unieron en el año 1760 para defenderse del acoso etnocida de los británicos contra las tribus de los bosques orientales. La diferencia de estos dos jefes citados con respecto a los hermanos shawnees estriba, a su favor, en que estos últimos consiguieron reunir a más una docena de tribus para enfrentarse a aquellos juveniles EE. UU. que pretendían borrarles de la faz de la Tierra. El libro amanece con la muerte del jefe Pickeshinwau, padre de Tecumseh, en lucha con los colonos blancos. Tecumseh tiene seis años y Tenskwatawa no ha nacido todavía y será póstumo. Recomiendo vivamente este libro, como toda la colección histórica, que es un lujo, de Desperta Ferro, para conocer fehacientemente el devenir vivencial de otros indígenas norteamericanos, en este caso los shawnees; toda la narración de los hechos está en esta obra. «Reformare homines per sacra, non sacra per homines». Puedes comprar el libro en:
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