Esta magnífica novela histórica de la editora Edhasa, maestra como pocas tanto en Historia pura y dura como en Novela histórica, nos acerca de la mano de un médico, que gusta de las humanidades, a un personaje fuera de serie en la época de la Alta Media de Europa. Se trata de Irene Sarantapechaina, nacida en Atenas hacia el año 752, emperatriz del Imperio Romano de Oriente o Bizancio como esposa del emperador bizantino León IV, y madre del emperador Constantino VI de Bizancio, pasando a mejor vida en la isla de Lesbos, el 9 de agosto del año 803. Durante la minoría de edad de su hijo asumiría la regencia, entre los años 780 y 790 d.C. En el año 792 sería asociada al trono bizantino por su hijo, pero, a posteriori asumiría el trono en solitario, entre los años 797 y 802. La dinastía imperante sería la isáurica. Sería canonizada y su fiesta religiosa se celebra el 7 de agosto. La propia editorial nos ofrece una inteligente contraportada, que ofrezco paladinamente. “Cuando la joven Irene llega a Constantinopla desde Atenas no conoce su futuro, pero pronto sabrá encauzarlo: no fue sólo esposa y madre de emperadores, sino que ella misma llegaría a convertirse en la única e indiscutible emperatriz de un Imperio romano de Oriente que, aun en decadencia, todavía conservaba el esplendor de su pasado. Desde Constantinopla y rodeada de un pequeño grupo de fieles, fue capaz de gobernar en solitario y con mano férrea el destino de hombres y tierras, pese a ser mujer. Para ello tuvo que enfrentarse a las conspiraciones y traiciones que una vez tras otra trataron de arrebatarle el poder. Sin embargo, en no pocas ocasiones tuvo que mancharse las manos con la sangre de sus enemigos e, incluso, tal vez, con la de su propio hijo…" Con gran pulso narrativo y un estilo reflexivo y pausado, pero a la vez potente, merecedor de los mejores ecos de ‘Memorias de Adriano’, ‘Irene de Atenas’ es el relato en primera persona de una de las emperatrices más poderosas del Imperio. Históricamente reconocida por gobernar en tiempos convulsos, su reinado llevó al fin del primer periodo iconoclasta en Bizancio y fue testigo del surgimiento del poder carolingio en Occidente y del apogeo del califato abasí de Bagdad. Pero, además, Álvaro Lozano, en esta su primera novela, consigue como pocos recrear al personaje por dentro, desde su conciencia, con una relación mujer-poder-maternidad en el entorno hostil de la Constantinopla del siglo VIII que fluye hasta lo más recóndito del corazón del lector. La obra se inicia con el testimonio de la propia emperatriz, que siempre va a relatar en primera persona todo lo relativo a sus vivencias en el trono de Bizancio. Ahora ya ha sido desposeída de todos sus títulos, y los recuerdos afluyen a su mente. Esta forma de escribir precisa de una extraordinaria agilidad intelectual, y una pléyade de léxico culto para poder conseguir llegar a expresar todo lo que, casi seguro, hubiese expresado la propia emperatriz realmente. Ella conoce la existencias de un tumor que crece en su abdomen; aprovechando, por ello, para criticar a los Papas de Roma, por su nula comprensión de que los bizantinos y Constantinopla también son Roma, la de Oriente. “Éste es el testimonio de Irene de Atenas, emperatriz de los romanos, defensora de la ortodoxia y, para muchos, asesina de su propio hijo. Me fue dado a mí, Teófanes, en sus últimos días de destierro en la isla de Prinkipo. Juzgad con sabiduría sus palabras, pues no pocas verdades se encuentran en el relato que ella misma hizo de sus días”. En un capítulo importante realiza un estudio, muy analítico, sobre la dinastía de los isaurios, partiendo de la base de la impresión causada por el sarcófago de piedra del emperador Justiniano el Grande. Este capítulo impresiona por la riqueza de la narración sobre los cenotafios que acompañan al gran emperador y jurista de Bizancio, quien tanto representó para la evolución del resto de Europa. “Entre las últimas moradas de los ‘basileus’ que han visto menguar al Imperio romano, en un sencillo sarcófago de piedra blanca, apenas adornado con una cruz bajo su nombre, descansa el cuerpo de mi marido León. Junto a él se encuentra su padre Constantino Kaballinos, en una tumba esculpida en piedra verde de Tesalia, y su esposa Irene de Jazaria; más allá se puede distinguir el sarcófago de su abuelo León, fundador de la dinastía de los Isaurios y primer defensor de la locura iconoclasta que durante tantas décadas ha asolado nuestra tierra”. Este libro tiene una rigurosa base histórica, más si cabe cuando, un servidor, está a favor de las magníficas novelas históricas que se escriben actualmente en el planeta Tierra, y que suelen completar el ensayo histórico o la Historia en sentido estricto del término. La decisión más importante de la emperatriz Irene fue la restauración del culto a las imágenes sacras, que habían sido prohibidas y destruidas por el emperador León III “el Isaurio” en el año 726 d.C. Irene estaba totalmente a favor de los ‘iconódulos’, pero debió renunciar a ellos mientras vivió su esposo. Un personaje esencial en la novela, y absolutamente real, es el patriarca constantinopolitano, por ella nombrado, y llamado Tarasio, quien había sido su secretario, el cual convocaría dos concilios. El más conspicuo será el de Nicea, que tendría lugar en septiembre del año 787, el éxito sería muy importante para los deseos e intereses de la emperatriz, ya que entonces la doctrina iconoclásica sería decretada como herética, aunque dejando bien claro que los iconos serían objeto de veneración y nunca de adoración. Ella sería prioritaria frente a su hijo; este urdiría un complot contra su madre, el mismo sería desbaratado, y el hijo imperial encarcelado; hasta llegar, el 19 de agosto de 797, al trágico momento histórico en el que el derrotado emperador Constantino VI sería cegado. Esta magnífica obra sería una de las novelas finalistas del Premio Edhasa de Narrativas Históricas del año-2021. La obra recrea el hecho esencial de cómo esta mujer conjugó, siempre a favor de sus intereses dinásticos, el hecho de ser madre, autoritaria, con el poder del trono de Bizancio. Por consiguiente la vida de Irene de Atenas solo puede ser concebida si se tiene un conocimiento claro y exhaustivo de la época que le tocó vivir. Su espíritu inteligente impregna toda la corte de Bizancio, y por ello este libro merece lo mejor del éxito literario. ¡Ánimo más que merecido! «Populi romani est propria libertas». Puedes comprar el libro en:
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