Analicemos los datos. El día de autos es un soleado día de junio y has dormido fatal, excitado y nervioso, temiendo no estar a la altura de la solemnidad del evento. Eres el personaje del día y aunque no es la primera foto que te hacen, nunca has posado con tanta trascendencia y dignidad. Te visten de blanco virginal y te dicen que vas a recibir a Dios. Y ¡Oh milagro! en la foto fija de ese instante crucial, de pronto aflora en tu mirada la raíz de tu ser esencial. Tus sueños, tus miedos, tus anhelos. Tu verdadero carácter.
¿No me crees hombre de poca fe? Haces bien, este juego no es inocente. Lo que revela de ti la foto de comunión es tan determinante que debería exigirse como un DNI de rango preferente. La de soponcios y pifostios que nos hubiéramos ahorrado (de entrada la moción de censura) si habríamos visto a Rajoy, Sánchez, Iglesias o Rivera vestidos de marineritos. Quizás preguntes ¿Y los que no creen en Dios y no han hecho la primera comunión? Mira, no respondo a preguntas capciosas. Esto es una columna de prensa y no una tesis doctoral. A ver si nos centramos un poco.
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