Hay muchas facetas de Isabel Steinberg en este breve pero profundo trabajo de la autora, y todas terminan conformando una imagen sola, armándola el recorrido de las páginas de Ya no estoy muerta (1) al modo de un rompecabezas.
Estos aparentes desdoblamientos que no son tales, nos presentan y representan, en un estilo cubista y desde muchos ángulos diferentes, la complejidad de una conciencia aguda y clara acerca de su identidad, sus padeceres, esperanzas, fracasos y aciertos, con una hondura y precisión que supera lo difícil que es escribir cuando el protagonista principal es uno mismo.
La tan difundida “literatura del yo”, así como los libros de memorias y autobiografías de factura anterior y tradicional, no pocas veces muestran las costuras a la hora de sopesar su verosimilitud, intuyendo el lector atento dónde las teclas suenan en falso, sospechando que tal o cual pasaje tiene apenas el delgado espesor de una máscara, empleada para desfigurar ¿favorablemente? el genuino rostro, la cierta situación o el indeseado conflicto que se busca esconder.
Ninguna de esas repetidas sospechas logra filtrarse en la compacta estructura montada por Steinberg para erigir con ella esta muestra de su intimidad, porque la argamasa que une cada una de las secuencias de lo narrado tiene, como ingrediente principal, la más pura y directa honestidad, que para el caso deberíamos escribir con mayúsculas.
Sin eufemismos, la autora porteña se nos muestra como la mujer desgarrada por el amor y mejor, por las muchas y en ocasiones afiladas hojas que el abanico posible de las relaciones interpersonales puede ofrecer. Es la conciencia que intuye, relaciona y comprende cuál es su papel en el mundo y en las circunstancias dadas, pero también la sensibilidad que se horroriza justamente ante esa comprensión, de la que ya no puede escapar así lo quiera. También es Beile, el sobrenombre que carga para atravesar el puente que une su doble condición, la de uso civil común y la de mujer judía, en uno de los más definitorios fragmentos de todo este trabajo: “Las mujeres judías de mi generación cargamos con dos nombres de pila, el presentable civilmente y el judío (recién ahora reparo en esa singular dualidad por la que éramos dos mujeres irremediablemente embarradas entre lo social y lo familiar, entre lo público y lo clandestino)”.
Pero no se crea uno, al recorrer las páginas de Ya no estoy muerta, que lo que se expresa y torna evidente en ellas es la sola subjetividad de Steinberg, al modo solipsista que campea por sus fueros en otros textos que no son de su autoría. La/las protagonista/s de este volumen no es, no son, como ese “hombre genérico” propio del idealismo alemán que parece flotar separado del resto del universo, aislado del flujo constante de la historia. La conciencia Steinberg está atravesada por el devenir general y la sangre y el horror que escupe la última dictadura militar argentina, aunque ciertamente no es lo único correspondiente al campo de lo público que la intersecciona por su peso específico, sí resulta una incursión por demás sobrecogedora de lo real que dejó su aterradora impronta más que evidente en el discurso general de la obra.
Ya no estoy muerta es uno de los más interesantes títulos que ofrece la mitad de 2022 en el variopinto panorama editorial argentino.
La autora
Isabel Steinberg nació en Buenos Aires en 1954. Es psicoanalista y docente universitaria. Publicó: El malestar y la traición (ensayos, Paradiso, 1995), Dificultades de la práctica del psicoanálisis (Homo Sapiens, 2012), La mancha de los adioses (novela, Paradiso, 2012), El rechazo a los judíos, religión de Occidente. Arqueología del odio (Paradiso, 2014), Madre (Paradiso, 2018) y Rossetti (Sátira y Musa, 2018).
NOTA
(1) Paradiso Ediciones, ISBN: 978-987-4170-57-6, 96 pp., Buenos Aires, marzo de 2022.
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