El libro, de escasas cien páginas, contiene sin embargo una estructuración de las permutas que la información ha sufrido en las últimas décadas, debido a la influencia de Internet y de las Redes Sociales en las vidas de la ciudadanía global, hasta el punto de haber modificado nuestros comportamientos individuales y sociales y, lo que es más grave, la aparición de un cambio de paradigmas en la conformación de lo que denominamos “verdad”.
Dividido en cinco partes: El régimen de la información, Infocracia, El fin de la acción comunicativa, Racionalidad digital y La crisis de la verdad, supone un compendio necesario para entender cómo sin darnos cuenta, somos manejados de manera irremisible no ya por los medios de información tradicionales, esto es, la prensa y los audiovisuales, sino que, en un corto espacio de tiempo, hemos caído en las redes que procesan la información mediante algoritmos e inteligencia artificial, determinando de esta manera cuáles serán los comportamientos de los procesos sociales, económicos y políticos en el devenir, degradando a las personas a la condición de simples “datos y ganado consumidor”. Y, para más inri, con este diabólico sistema, somos nosotros mismos quienes nos colocamos “los grilletes al comunicar y producir información”, porque “la prisión digital es transparente”.
Los “influencers” están dotados casi de una dimensión religiosa que nos convierte en sus discípulos y “los seguidores participan en una eucaristía digital. Los medios de comunicación social son como una Iglesia: el like es el amén. Compartir es la comunión. El consumo es la redención.”
Así, de esta manera, el relato de lo que ocurre “deja paso a los recuentos algorítmicos. El régimen de la información sustituye por completo lo narrativo por lo numérico.”
El ensayo de Byung-Chul Han debe ser leído. Este filósofo, que curiosamente ha utilizado siempre un lenguaje claro y conciso, accesible y por tanto nada enrevesado, tiene la rara habilidad en contraste con otros colegas suyos, de exponer las materias sobre las que diserta con una claridad que hace visible ante nuestras entendederas aquello que permanece oculto a los más. Y eso es de agradecer.
Dice en Infocracia que “lo decisivo para obtener el poder es ahora la posesión de la información” y, aunque esto es viejo, no lo es lo que sigue: “soberano es quien manda sobre la información en la red”. Algo espeluznante si lo pensamos. Porque, a partir de ahí, deberíamos preguntarnos si somos verdaderamente libres, y la conclusión es clara, no lo somos, o cada vez lo somos menos.
Cierro esta recomendación con algunas frases más de este extraordinario ensayo: “El tsunami de información desata fuerzas destructivas. Entretanto, se ha apoderado también de la esfera política y está provocando distorsiones y trastornos masivos en el proceso democrático. La democracia está degenerando en infocracia.”
Un libro para meditar sobre lo oscuro que nos rodea y encontrar algo de luz.
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