Esta es una obra sumamente interesante, ya que cualquier persona que se quiera aproximar a la Historia de Inglaterra, desde cualquier nivel, tiene una importante posibilidad de acercarse al reino anglosajón con este volumen, y al devenir de su rica Historia. Está claro que se puede realizar este procedimiento, ‘BREVE’, en el caso de cualquier Estado del planeta Tierra. El autor es un brillante y muy preparado periodista, que conoce todos los entresijos de la Historia de su Inglaterra natal. La obra narra el amanecer sajón, cuando en el año 410 el emperador romano Honorio ya no puede defender esas tierras de las invasiones de los bárbaros, hasta que la Royal Navy perdió el dominus tecum, y se produjo el eclipse parcial del anglicano Imperio británico. Personajes históricos y acontecimientos clave se entrelazan o se incardinan en el fenotipo inglés; acompañado todo ello de una narrativa claramente fuera de serie. No obstante voy a ceñirme a una época, particularmente interesante para un servidor como yo, como es el momento o alumbramiento del ascenso al trono, que fue del rey Eduardo “el Confesor”, de la brillante dinastía Plantagenêt. Todo comienza en el año 1135 cuando el normando rey inglés Enrique I pasa a mejor vida, pero en Normandía, de un supuesto banquete ingente a base de anguilas, la gula mató al rey. Su primo Estaban de Blois reclama el trono, y es aceptado, sin ambages, por la Iglesia católica inglesa y por los poderosos ciudadanos de Londres. La hija del monarca fallecido, la ahora duquesa Matilda de Anjou, viuda del emperador Enrique V de Alemania, y ahora matrimoniada con el duque Godofredo Plantagenêt de Anjou. Ella tenía 26 años y el 14. Desde siempre Anjou y Normandía habían sido enemigos. Ahora Matilda y Godofredo impugnaron vehementemente el ascenso al trono anglosajón de Esteban I, y Anjou fue a la guerra contra Normandía. El monarca citado cometió el error, absurdo, de expropiar las propiedades de prelados tan poderosos como eran los de Salisbury, de Lincoln y de Ely. Por consiguiente cuando Matilda llegue a Inglaterra, en el año 1139, obispos y magnates están soliviantados contra el rey y a favor de ella. A la guerra producida, entre ambos grupos, se denominó en la Historia de Inglaterra como los tiempos de la ‘Anarquía’. “En 1141, después de que los partidarios de Matilda derrotaran a Esteban en la batalla de Lincoln, la honraron como reina durante un breve período, pero poco después sufrió un asedio en el castillo de Oxford y tuvo que huir disfrazada con una capa blanca, y caminando por el Támesis helado toda la noche hasta Wallingford. Tras años de permanente conflicto, en 1148 Matilda regresó a Anjou, traspasando su causa a Henry de Anjou, el hijo adolescednte que había tenido con Geoffrey”. Ya tenemos en la Historia de Europa a un genio magnífico como es este personaje, quien no es otro que Enrique Plantagenêt. Su forma de entender la historia y la política será un fuego constante para el resto de los europeos. Ninguna cuestión socio-política le será ajena. Los textos describen a este torbellino angevino como de complexión robusta y, además pelirrojo, color del cabello que distinguirá a la dinastía; era físicamente muy fuerte. “Aquel que un hombre podía mirar mil veces y, aún así, seguiría sintiéndose tentado a volver a mirarlo”. Su padre le dejaría los ducados de Anjou y de Maine; la herencia de su abuelo-materno le otorgará derecho a reclamar la tierra de Normandía. En 1151, con 18 años cumplidos, ya que ha nacido el 5 de marzo de 1133, en Le Mans, al que la Historia nominaría como “PLANTAGENÊT o COURT-MANTEAU o FITZ-EMPRESS”, este joven magnate angevino se presenta ante su señor-feudal, quien no es otro que el Rey Luis VII Capeto de Francia. “El rey francés era un hombre piadoso y humilde, mientras que su esposa, Leonor, era una mujer de carácter tempestuoso. Gobernaba por derecho propio sus tierras en calidad de duquesa de Aquitania y con treinta años había capitaneado las tropas personalmente en la Segunda Cruzada. En cuanto vio al joven Enrique, quedó perdidamente enamorada. Se burlaba de su marido Luis diciendo que era ‘un monje, y no un rey’ y exigió una anulación inmediata de su matrimonio. En mayo de 1152 se casó con Enrique, diez años menor que ella, en Poitiers, capital de Aquitania, reuniendo de este modo un imperio que prácticamente ocupaba desde Escocia hasta España, ‘desde el Ártico a los Pirineos’”. La gran Reina y mujer Leonor de Aquitania había nacido, en 1122 en Poitiers. Hubo muchas personas y Reinos de Europa que se sintieron absolutamente sorprendidos y escandalizados por este comportamiento. Tuvieron ocho hijos y una relación, a partir de cierto momento histórico, absolutamente problemática y tormentosa. Dos hijas (Marie y Alaise) en Francia y (Guillermo, Enrique el Joven, Ricardo, Godofredo, Juan, Matilde, Leonor y Juana) para Inglaterra. Entre los magnates angevinos el apoyo a su señor-feudal será proverbial y sin fisuras. Texto inteligentemente narrado, y ‘breve’ como dice el total de la obra. En 1153, Enrique llega con tres mil soldados a Inglaterra; Esteban se rinde, le reconoce como heredero, y pasa a mejor vida un año más tarde. “Los barones de la isla corrieron a rendir homenaje al joven soldado que había demostrado su fortaleza y que les ofrecía lo que toda Inglaterra ansiaba en ese momento: unidad y paz”. Con una mujer tan fuera de serie, está claro que él se sentía obligado a estar a su altura. Era un soberano guerrero y un héroe caballeresco, con características trovadorescas. Se conoce su enorme capacidad de trabajo, nunca descansaba: combatía, cazaba, legislaba, y mantenía relaciones con sus amantes, tras la llegada de su reina Leonor a la imposibilidad de engendrar hijos. Era un ser humano de fuerte temperamento, con cierto tic rencoroso, pero culto, inteligente y muy sabio. En Francia trataba de tener pacificados sus múltiples territorios, pero en Inglaterra pretendía restablecer el orden legal de su homónimo abuelo Enrique I. Uno de sus mayores aliados, a la par amigo íntimo, será el canciller de Inglaterra llamado Thomas Becket. Trabajaban juntos, comían juntos, viajaban juntos y se divertían juntos. “Nunca hubo en el mundo dos hombres que congeniaran tanto”. Cuando llegue al arzobispado de Canterbury, los problemas comenzarán, y tras la muerte política del prelado, las guerras con sus hijos serán constantes. Pero con este preámbulo que ejemplifica lo estupendo que es este libro, he pretendido invitar a la lectura de esta obra que es un volumen necesario para tener una cultura necesaria sobre un pueblo, el inglés, tan especial que hasta el resto de británicos: Irlandeses del Norte, Escoceses y Galeses, le observan con preocupación. ¡Estupendo! «Eleanore regina anglorum, salus et vita. ET. Regis regum rectissimi, prope est dies domini». Puedes comprar el libro en:
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