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"De Moscú a Stalingrado. Decisión en el este", de Earl F. Ziemke

HRM Ediciones. 2020
viernes 01 de abril de 2022, 19:00h
De Moscú a Stalingrado
De Moscú a Stalingrado

De forma inesperada, en el amanecer del 22 de junio de 1941, los soldados de la Wehrmacht se lanzaron contra sus aliados soviéticos. Dos monstruos estaban ya frente a frente: JOSIF STALIN Y ADOLF HITLER. Había comenzado la OPERACIÓN BARBARROJA. El hecho de esta conflagración gigantesca entre estos dos colosos del mal, desde el acercamiento a la batalla de Moscú, hasta la derrota alemana estrepitosa en la ciudad de Stalin, es lo que narra, de forma totalmente rigurosa y pormenorizada, esta extraordinaria obra del ya fallecido profesor Ziemke, para la magnífica editorial HRM/HISTORIA REI MILITARIS.

El ejército rojo se encontró tan perplejo, que los alemanes ya estaban al otro lado de la frontera, cuando el dictador de la URSS dio la orden de contraatacar. Los militares del ejército rojo estaban siendo capturados, in fraganti, en sus propios barracones. Los puentes entre el mar Báltico y la zona oriental de los montes Cárpatos ya estaban en poder de los soldados de la Wehrmacht. Lectura ágil y prosa rica en vocablos adornan esta esclarecedora obra sobre este inicio de la Operación Barbarroja, que aludía al apodo del gran emperador del Sacro Imperio Romano y Germánico llamado FEDERICO I BARBARROJA HOHENSTAUFEN.

Ya la LUFTWAFFE había destruido a los aviones soviéticos en sus propios campos de aterrizaje. Los panzer germanos ya aplastaban a las sorprendidas tropas del aturdido ejército rojo, siempre a toda velocidad; ya que se temía la aparición 4 meses después del peligroso ‘padre invierno’ que ya había desbaratado, en el siglo XIX, a los soldados de Napoleón I Bonaparte en Borodino. “Adolf Hitler había dicho ‘El mundo contendrá su respiración y enmudecerá cuando Barbarroja sea iniciada’. El mundo no enmudeció completamente. El Primer Ministro británico Winston Churchill propuso una alianza militar a la Unión Soviética el día de la invasión, y el presidente Franklin D. Roosevelt ofreció la ayuda del Préstamo y Arriendo de Estados Unidos dos días después. Pero el mundo sí contuvo su respiración. En Washington, la División de Planes de Guerra del Departamento de Guerra esperaba la derrota soviética en uno a tres meses. Sir Stafford Cripps, el embajador británico en Moscú, predijo la victoria alemana en tres a cuatro semanas, mientras que el Comité Conjunto de Inteligencia Británico daba a los rusos ‘unos pocos meses a lo sumo’. Ciertamente, Barbarroja parecía ser, como Hitler afirmó, la mayor operación militar de todos los tiempos, capaz de derrotar a la Unión Soviética en una sola campaña de verano”.

En el año 1942, los ejércitos del EJE (ALEMANIA+ITALIA+SUS ALIADOS+¿JAPÓN?) llegaron al punto más álgido de su devenir bélico, en todos los frentes que tenían abiertos; a partir de ese momento histórico, las fábricas militares alemanas seguían a plena producción, pero ya no estaban en condiciones de competir, ni de lejos, con la industria armamentística de la URSS y de los Estados Unidos de América. En el invierno de 1941 a 1942, la Wehrmacht sería derrotada, sin ambages, en el hinterland de Moscú, pero este revés bastante importante sería paliado, o por lo menos así lo pensó el Alto Mando alemán, cuando se embarcó en una nueva ofensiva general estival hasta llegar al gran río ruso Volga y atacar a Stalingrado, llegando hasta las profundidades de las montañas del Cáucaso. En la primavera y el verano del año 1942 el ejército rojo padeció varias derrotas, pero su homogeneidad patria, y el conocer que luchaban por su ser o no ser, ya que la esclavitud y el exterminio era lo que les esperaba a los soviéticos, les hizo recuperarse, pudiendo detener los avances germanos ya en el mes de octubre de dicho año 1942, rodear al Sexto Ejército del Generalfeldmarchall Friedrich Paulus y conseguir su destrucción definitiva, ya en los meses de noviembre y diciembre de dicho malhadado año. Este estupendo volumen narra, sobre todo, como el azar y la suerte de los alemanes se fue deslizando hacia el cataclismo final de la batalla de Berlín, y el subsiguiente Juicio de Nüremberg, donde algunos culpables pagaron por sus indudables delitos y, otros, los soviéticos, a pesar de las denuncias polacas y finlandesas, se fueron de rositas. Las millonarias violaciones realizadas contra las mujeres alemanas, por los soldados soviéticos, quedaron impunes.

Esta obra narra, pues, con toda fidelidad, como fueron los meses de este año 1942, que decidió el curso de la guerra en el Este de Europa. El Führer Adolf Hitler, de forma inexplicable para los intelectos de algunos alemanes, había subyugado a casi todo un pueblo, que había alumbrado a personalidades como Beethoven, Kant o Goethe, Telemann, Hegel, o Schiller, entre otros de mayor o menor enjundia; en este momento, tras el juramento de fidelidad inventado por el Mariscal de Campo von Reichenau, ya era el comandante supremo de las fuerzas armadas de Deutschland, y su poder y su auctoritas eran indiscutibles. “El Alto Mando de las Fuerzas Armadas (Oberkommando der Wehrmacht, OKW), ostentado por el jefe del OKW, Mariscal de Campo Wilhelm Keitel, había asumido los antiguos papeles administrativos del ministro de la Guerra, y el Estado Mayor de Operaciones del OKW realizaba la planificación militar de Hitler. El general de artillería Alfred Jodl, jefe del Estado Mayor de Operaciones del OKW, era el jefe del estado mayor personal de Hitler”. Todo este tipo de personajes, bastante más válidos que Hitler, estaban a sus pies, hasta tal punto que un honrado Keitel era denominado, de forma burlesca, como ‘el lacayo o lakeitel’. Además los comandantes y el jefe de las fuerzas armadas alemanas informaban directamente a Hitler, y de él y su libre albedrío recibían las, a veces, disparatadas instrucciones. Los susodichos eran: el Mariscal de Campo/ejército Walter von Brauchitsch; el Mariscal del Reich/fuerza aérea Hermann Goering y el Gran Almirante/armada Erich Raeder.

Cuando dio comienzo la campaña denominada Barbarroja, los dirigentes políticos y militares alemanes se trasladaron, en masa, desde Berlín hasta los impenetrables bosques de la Prusia Oriental, al este de Rastenburg, en el bosque de Goerlitz, donde se construyó el bunker denominado como ‘GUARIDA DEL LOBO/WOLFSSCHANZE’. Hasta allí se dirigiría el coronal Klaus von Stauffenberg en el intento fallido de eliminar al dictador del NSADP, en la notoria Operación Walkiria. Este preámbulo, conforma mi pretensión laudatoria con respecto a este libro, total y absolutamente esencial para tener el mejor conocimiento posible sobre la campaña de la URSS, en la pavorosa 2ª Guerra Mundial. Mis más gruesas felicitaciones por el acierto editorial de HRM sobre este período álgido de dicha guerra. ¡Sobresaliente! «Cuiusvis hominis est errare: Nullius nisi insipientis, perseverare in errore».

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