Te llamas María, Nekane, Aitor. Sumas un año vendiendo tus verduras, tu leche y tu carne, por debajo del precio que te cuesta producirla. Cada tanto te rebelas y tiras la leche a la carretera porque no te sale a cuenta llevarla a la central. Ahora vuelves a tirarla porque el paro de los transportistas ha cortado la cadena de distribución. ¿Qué vas a hacer? Conectas el televisor y otro ministro te asegura que trabaja sin descanso, pero tus vacas comen todos los días, y tu familia también.
Te llamas Mikel, Ramón, Ainhoa. Trabajas en una industria o en un pequeño taller que rozó quiebra con la pandemia. Ahora vives la misma circunstancia. Ningún problema, te dice otro ministro: nuestra dependencia del petróleo ruso es mínima y el suministro de gas argelino está garantizado pese a la cesión del Sahara Occidental a Marruecos. Eso sí, cuando vayas al paro vete en bicicleta –es más sostenible-.
Te llamas Ahmed, Rashid, Djamila. Vives en la más absoluta precariedad, en el desierto del Tinduf, esperando, siempre esperando. Confiaste en los españoles que te prometieron respetar el mandato de la ONU. Son los mismos que defienden la soberanía de Ucrania frente a la invasión rusa. Ahora te dicen que pasarás a ser súbdito de Mohamed VI, con todas las consecuencias. ¿Qué vas a hacer?
Eres un diputado progresista, tienes conciencia y responsabilidad. Eres un diputado nacionalista, tienes conciencia y responsabilidad. ¿Qué estás haciendo? ¿Escribir un tuit desde tu confortable escaño? ¿A quién pretendes engañar?
Estas políticas se perpetran desde un gobierno que se sostiene en tu voto. No te escondas. Da la cara ante esos millones de ciudadanos que lo están perdiendo todo, hasta la esperanza, día tras día, dramáticamente. Tú no sólo has perdido la calle. Estás perdiendo el norte, la credibilidad. Y lo más grave, todo aquello por lo que luchaste. La gente que sufre y paga esta crisis no lo va a olvidar.
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