En este extraordinario códice, Gherardo Cibo (1512-1600), genial artista y botánico, recoge una selección de textos botánicos y médicos tomados de los Discorsi, del famoso presenta en el Real Jardín Botánico (RJB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid, la exposición Plantas y flores curativas médico sienés Pietro Andrea Mattioli (1501-1577), ilustrándolos con más de 160 fascinantes miniaturas de plantas y paisajes que se encuentran entre las más bellas del Renacimiento.
En sus Discorsi, Mattioli tradujo al italiano el De Materia Medica de Dioscórides (siglo I d. C.), añadiendo extensos comentarios a partir de su experiencia directa y de la tradición médica, tanto culta como popular. La obra se convirtió en un recurso imprescindible para los médicos y herboristas que no conocían las lenguas clásicas. Por su parte, Cibo, gran lector y admirador de la obra de Mattioli, copió pasajes enteros con su clara letra, aportando sus propias observaciones, anécdotas y leyendas, e ilustrándolos con imágenes botánicas realistas y refinadas. En sus espléndidas miniaturas se aprecian las diversas especies de plantas destacadas en primer plano, en paisajes coloridos y vívidos que retratan su hábitat natural.
El manuscrito de Gherardo Cibo es una reelaboración inusual de la obra impresa de Mattioli que deslumbra por la belleza de sus miniaturas. Es una contribución artística de gran originalidad, tanto para la incipiente ciencia moderna como para la historia de la ilustración botánica y paisajística. La réplica de M. Moleiro de este códice, que se puede ver en la muestra, se acompaña de un amplio volumen de estudios a cargo de un equipo de expertos internacional. Con ello, la edición no solo permite deleitarse con esta obra maestra de la historia del arte, sino que también contextualiza los conocimientos botánicos y médicos que transmite el manuscrito.
La exposición es un homenaje a la ciencia botánica y a la medicina antigua preservadas en los códices iluminados. Cada folio de los manuscritos expuestos nos recuerda el largo camino que recorrió la humanidad para entender la riqueza del mundo vegetal y sus beneficios para la salud. Un viaje en el que el conocimiento médico fue siempre de la mano del arte: la descripción de una planta requería siempre de una inequívoca y minuciosa ilustración.
Además del ya mencionado Dioscórides de Cibo y Mattioli, la exposición recoge un testimonio excepcional del avance del conocimiento científico en esa etapa. Así, el herbario de las Grandes horas de Ana de Bretaña (1503-1508) contiene la primera ilustración de la calabaza en Europa, recién llegada de América.
Pero ya antes, la Edad Media nos había dejado un legado científico y artístico de valor incalculable, preservado en una rica variedad de manuscritos.
Las raíces de la sabiduría griega están presentes a través de obras como el Theriaka y Alexipharmaka (s. X), de Nicandro, cuyo texto sobre los venenos de origen vegetal, animal y mineral y sus antídotos data del s. II a. C. Todo un tratado de farmacología, ilustrado con originales miniaturas de estilo bizantino.
Con el paso del tiempo, la mezcla de culturas que conformaban la sociedad medieval generó cierta confusión en la denominación de las plantas medicinales. Por ello, resultaba fundamental disponer de una herramienta común de comunicación. De este modo nacieron los «tesauros» ilustrados de botánica, donde la imagen toma todo el protagonismo en detrimento del texto. Un ejemplo singular de estas obras es el Tractatus de Herbis (c. 1440), una auténtica antología gráfica de la medicina.
También ocupó un lugar primordial el Tacuinum Sanitatis, un tratado de salud muy difundido en los siglos XIV y XV cuyo contenido sigue siendo, sorprendentemente, de gran actualidad. Basado en las tablas que el médico cristiano nacido en Bagdad Ibn Butlân escribió en el siglo XI durante una epidemia de peste, la obra gira en torno a seis elementos ―y su equilibrio―, para mantener la salud y evitar el estrés: la comida y la bebida, el aire y el ambiente, el ejercicio y el reposo, el sueño y la vigilia, las secreciones y excreciones de los humores y los movimientos o afectos del ánimo. La obra se ilustró con escenas de recolección de hierbas, plantas y frutos, elaboración artesana y venta de productos… Un bellísimo álbum que nos da una visión muy completa de la vida cotidiana en la Edad Media.
Con el Renacimiento italiano se inician nuevas traducciones, estudios y comentarios a obras botánicas de los padres de la medicina: se trata de una verdadera época de redescubrimientos médicos. A este momento clave se adscribe el Libro de los Medicamentos Simples. Su texto, que hunde sus raíces en la Antigüedad clásica, está ilustrado con pinturas realistas propias de ese periodo. Tal es la trascendencia y hermosura de este códice que el emperador Carlos V no dudó en dejar bien patente su firma en tres de sus folios.
La exposición se complementa con una selección de obras maestras ligadas a la ciencia y al arte desde muy diversas áreas. Desde tratados de alquimia (el origen de la química moderna), astrología (considerada en la Edad Media fundamental para la práctica médica), hasta obras de cinegética (cuyo desarrollo exigía un estudio exhaustivo del medio natural).
Coincidiendo este año 2022 con la culminación del V Centenario de la Primera Circunnavegación de la Tierra, la muestra se cierra con un broche de oro: la Cartografía de los Descubrimientos, lujosamente decorada con flora y fauna exótica, espejo de las novedades que el Nuevo Mundo trajo a los europeos.
En total, la exposición reúne en torno a una treintena de tesoros bibliográficos que representan los pilares sobre los que se fundamenta nuestra cultura. Sus originales se conservan en las bibliotecas y museos más importantes del mundo: Metropolitan Museum of Art, Morgan Library & Museum, British Library, Bibliothèque Nationale de France, Arquivo Nacional da Torre do Tombo…