Estamos ante otra delicia literaria de La Esfera de los Libros, prologado el libro por el pintor de batallas Augusto Ferrer Dalmau. No sé quien ha hecho los dibujos, pero son delicados, y sumamente esclarecedores. Es un estudio para todos los públicos, sobre una de las grandes dinastías que reinaron en las Españas y en el territorio del imperio de Austria. En su nacencia sería una de las dinastías más linajudas de Europa y, porque no decirlo, con mucha suerte hasta ese momento; después las parcas cortarían sus cuerdas de forma inmisericorde; estaba instalada, a priori, en los tronos de los Reinos de LEÓN, de Castilla y de Aragón; y dentro de poco lo estaría en Navarra, y en Granada, aunque no lo conseguirían todavía en Portugal. Habían partido de un asesinato, de un crimen nefando, de un fratricidio; me estoy refiriendo al perpetrado por Enrique II de Trastámara “el de las Mercedes” contra su hermanastro Pedro I “el Cruel o el Justiciero”, con la ayuda inestimable de un templario llamado Beltrán Duguesclin. Sus raíces se extenderían y, en este año 1492, se hallan al frente de los tres reinos peninsulares más paradigmáticos, a saber: LEÓN, Castilla y Aragón. Nunca Reinos Unidos de Castilla y Aragón, ya que entre otras ¡minucias! de mayor o menor transcendencia, lo esencial de la legislación, como son las CORTES se reúnen por separado entre León y Castilla y Aragón, y en este último reino, además, lo hacen por separado aragoneses, valencianos y catalanes. Aclarada, lo más sucintamente posible, la equivocación primigenia. Para incrementar su expansión territorial, las Españas irían hacia el oeste, por la necedad interesada de un Cristóbal Colón, y asimismo en Italia por las conquistas de un genio militar inmarcesible como era Gonzalo Fernández de Córdoba “el Gran Capitán”. La muerte del infante heredero don Juan dejó las esperanzas de Fernando V de León y de Castilla y II de Aragón, e Isabel I de León y de Castilla, los ‘Reyes Católicos’, en suspenso y a los propios monarcas perplejos e irresolutos. Ya solo les resta, como heredera, la infanta Juana, luego Reina Juana I de León y de Castilla. “Pero algo transcendental aconteció en los años finales del reinado de sus padres: su boda. Fue casada con un lejano y apuesto pretendiente directamente emparentado con el poderoso emperador Maximiliano, siguiendo la tradicional política de uniones matrimoniales entre la realeza, cuyo objetivo era aumentar los territorios controlados (o al menos los derechos sobre ellos, para poder reclamarlos más tarde). Se uniría así una gran cantidad de patrimonio perteneciente a ambas casas, cuyos descendientes podrían reclamar los más altos títulos de Europa Occidental. Sin embargo, el destino quiso que el joven Felipe, esposo de la reina Juana, tuviera una muerte prematura, mientras que ella viviría una larga y tortuosa vida a la sombra, primero de su padre, y luego de su hijo» Y, entonces aparece en la Historia uno de los personajes más controvertidos, se trata de un joven príncipe nacido en la flamenca ciudad de Gante, no conoce las Españas y, casi ni tan siquiera a su propia madre, a la que no volvió a ver desde su parto en un wáter de dicha ciudad. Se llama Carlos, y su abuelo no le quiere, en ninguna circunstancia, en el trono de las Españas: LEÓN+NAVARRA+PORTUGAL+CASTILLA+ARAGÓN; dirigiendo sus afectos y sus preferencias hacia su segundo nieto, que también se llama Fernando. Pero la norma jurídica no se puede violar, y con gran dolor Fernando partirá hacia la corte de Viena, donde será el substituto de su hermano mayor, cuando este abdique hasta del trono imperial. En 1516, tras la recia regencia del Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, llegará, con muy poco tacto, al trono hispano; y se encontrará con las denominadas luchas o guerras de las Comunidades de León y de Castilla; los comuneros serán victimados en Villalar, y el problema quedará resuelto a medias. También tendrá lo mismo en los Reinos de Aragón, sobre todo en el Reino de Valencia con la guerra de las Germanías. “De la política europeísta y las grandes pugnas contra los monarcas de su tiempo por el control de Europa, el Mediterráneo y las tierras nuevamente descubiertas se pasaría poco a poco a afianzar unos dominios en los que su sucesor, Felipe II, no vería nunca puesto el sol. Se multiplicaron los enemigos, los desafíos, las revueltas, las conjuras, los grandes hechos de armas y el esplendor literario y cultural de una monarquía que no solo sería la cabeza de Europa, sino que regirá los destinos del mundo”. Es claramente increíble e inexplicable, como de aquella extraña y amazacotada monarquía, que rechinaba por todas partes por su anquilosamiento, naciera el conglomerado más ubérrimo y rico de toda la literatura europea del momento histórico: LOPE DE VEGA; CERVANTES; GÓNGORA; QUEVEDO; CALDERÓN DE LA BARCA; VÉLEZ DE GUEVARA; TIRSO DE MOLINA, GARCI RODRÍGUEZ DE MONTALVO; GARCILASO DE LA VEGA, etc., entre otros de mayor o menor enjundia. “Desde sus ostentosos palacios y alcázares, itinerantes primero y fijados luego en la esfera de la ‘Villa y Corte’ de Madrid, la rama española de la Casa de Habsburgo rigió durante doscientos años primero con puño de hierro y luego de tafetán y oro, escudada tras un poderoso ejército de consejeros, nobles diletantes o con mando sobre poderosos ejércitos, solícitos funcionarios y esforzados siervos y criados”. Fueron estos monarcas de toda jaez y condición, con sus comportamientos disimiles y paradójicos. Llenos de luces y de sombras, pero, desde mi modesto punto de vistas llenos de buenas intenciones, pero con un comportamiento sumamente egoísta hacia su propia dinastía. Son: CARLOS I DE ESPAÑA Y V DE ALEMANIA; FELIPE II; FELIPE III; FELIPE IV “EL REY PASMADO” Y CARLOS II “EL HECHIZADO”. Los historiadores, creo que de una forma bastante arbitraria, los hemos dividido en Austrias mayores y Austrias menores. Sus enlaces maritales serán la consecución de bodas entre parientes consanguíneos, cuyo fruto final dará origen a otra dinastía venida de allende los Pirineos, y mucho más desastrosa, la de los Borbones de Francia. “…serios y graves sentados en el trono, impartiendo justicia y gobernando sobre millones; para luego perderse en juegos cortesanos, apasionados romances, obsesiones y pecados de todo tipo”. El resto del relato se encuentra nítidamente encuadrado en las páginas, de esta obra sumamente curiosa, que recomiendo por su didáctica y su originalidad, y que nos puede conducir, sine qua non, hacia lugares más intrincados en el mundo de la Historia de las Españas. ¡Ánimo y suerte! «Libidines ad potiudum incitantur. ET. Dei providentia, hominum confusione». Puedes comprar el libro en:
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