Jean-Baptiste Del Amo es hijo y nieto de españoles exiliados después de la guerra civil. “Mi padre es de un pueblo de Ciudad Real, Albadalejo, hoy una ciudad. Se apellidan García, pero he cambiado mi apellido como homenaje a mi abuela. Mis abuelos influyeron mucho en mí, sobre todo el abuelo que era una persona muy silenciosa, a la que rodeaba mucho el misterio. No quiso hablar nunca de su pasado”, recuerda el autor. Pero esos antecedentes le han marcado a fuego. Ahora está escribiendo una novela que está centrada en la tierra de su padre. Concretamente sobre una familia con cinco hijos que viven en la Mancha. En “El hijo del hombre” el autor francés explora la transmisión de la violencia. “Para un escritor es fascinante cómo, de generación en generación, se reproducen los esquemas conductuales. Tenemos una violencia innata que es intrínseca en todos los humanos y otra que se perpetua de generación en generación. En la novela se narra una relación violenta que es silenciosa y subterránea y la única forma de acabar con ella es, curiosamente, hacerlo mediante la violencia. Todo un contrasentido que he intentado entenderlo e ilustrarlo. ¿Somos capaces de escapar a esa transmisión”, se pregunta Jean-Baptiste. “Me gusta explorar las zonas grises de los personajes”En “El hijo del hombre”, el padre regresa al hogar después de unos años de ausencia. Quiere una segunda oportunidad y se esfuerza por estar a la altura. “He construido los personajes como caricaturas. Me gusta explorar las zonas grises de los personajes. Todos los protagonistas son prisioneros del determinismo. El mal suele existir por contraste. El padre quiere volver construir una relación con su mujer y su hijo. Hasta qué punto esas personas mantienen unos comportamientos heredados, eso es lo que me planteo en la novela”, dice el autor".
Otro de los temas que nos encontramos en todos sus libros es el de la naturaleza. “Parece que estamos empeñados en destruir nuestro medio ambiente. Yo soy muy militante en este tema. Sin embargo, en la novela, la naturaleza se muestra indiferente al drama humano que está sucediendo. Me gusta acceder a los personajes desde fuera. Creo que la gestualidad de los cuerpos es muy importante para reconstruir las situaciones, aunque la naturaleza me ha servido como contrapunto. De tal forma que los personajes forman parte de la propia naturaleza”, señala Del Amo. “En la vida avanzamos con una cierta herencia familiar que a veces no entendemos. Es difícil desvincularse de nuestro pasado. Quiero pensar que unos pueden huir, pero la mayoría no. La transmisión de la violencia de padre a hijos es un tema que siempre me ha influido y a través de la escritura me he liberado de ello”, apunta el escritor que siempre se ha mostrado preocupado por cómo terminar sus novelas. Los personajes de la novela no tienen nombre. Se les denomina padre, madre o hijo. ”Quería sacarlos de la realidad social para convertirlos en arquetipos. Realmente, los quería como si fuesen de otra dimensión”, sostiene el autor que se considera una persona bastante pesimista por el modo en que estamos viviendo y afrontamos el futuro. La novela comienza con una especie de parábola que nos hace volver a los orígenes de la violencia. “Quería llegar hasta el último extremo. Volver al origen de la violencia de esta familia y, también, a los orígenes de la violencia en la humanidad. Al primer acto violento que comete una persona. En este caso el hijo que aprende del padre. Aparentemente está separado del resto de la novela, pero no es así. Tiene una finalidad histórica” expresa Jean-Baptiste.. En su opinión, “la violencia arrastra a la cultura. El arte es un testimonio de lo más oscuro de la humanidad. En los periodos oscuros se han realizado obras de arte inmensas. Quería explorar esta visión de la realidad, por supuesto esto no quiere decir que episodios violentos como el que está ocurriendo en Ucrania se puedan justificar por la obras de arte a las que puedan dar origen”. Para terminar, Jean-Baptiste recuerda las lecturas que le han formado como escritor. “Obras com Moby Dick, de Melville, los libros de Kafka, sobre todo La metamorfosis y todos los textos de Corman McCarthy. Que es un escritor que me encanta. Y también la literatura del mal como los textos del marqués de Sade o Dostoyevski u otros muchos autores. Poco a poco, en mi trayectoria. He ido intentado encontrar mi propia voz. Un lenguaje que sea mío idiosincrático, muy personal y he ido evolucionando según ha pasado el tiempo. Creo que al final he encontrado una voz personal y muy mía”, concluye el escritor francés.
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