Estamos ante otra estupenda y esclarecedora monografía sobre diferentes hechos bélicos, dentro de la gran conflagración de la Segunda Guerra Mundial, desarrollada entre los años 1939 y 1945. “Cuando, en la madrugada del 22 de junio de 1941, la Wehrmacht comenzó la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética, el mundo verdaderamente contuvo su aliento. Se iniciaba la mayor campaña militar de la historia, si consideramos los efectivos implicados. La Wehrmacht tenía un objetivo claro, que era su única opción de victoria: aniquilar al Ejército Rojo mediante grandes batallas de cerco en las fronteras en las primeras semanas. Ello llevaría, en teoría, al colapso del sistema soviético y a una fácil penetración hasta el corazón de la URSS, para neutralizar al país. Si alguna máquina militar podía conseguirlo era la Wehrmacht en 1941, desarrollando a la perfección la Blitzkrieg, que le había permitido conquistar el Oeste. Pero si la Blitzkrieg sería suficiente para destruir al colosal Ejército Rojo y la maquinaria que lo sostenía, se vería en pocas semanas”. Cuando la megalomanía de Adolf Hitler llegó al paroxismo, solo se le ocurrió la infeliz y lamentable idea de abrir un segundo frente de guerra, lo que dejó perplejos e irresolutos a aquellos militares alemanes, conformados en su idiosincrasia o en su nacencia con un fuerte componente de tipo prusiano; aristócratas prusianos que tenían un cierto tactismo de tipo rusófilo. El paradigmático Canciller de Hierro, Otto von Bismarck, siempre había manifestado una cierta inclinación hacia la Rusia de los zares. El Führer tuvo que convencer, con grandes argumentos, gritos estereotipados, y alguna que otra amenaza, a aquellos militares que no estaban por la labor de abrir un segundo frente de guerra, cuando todavía no se había derrotado a la poderosa Gran Bretaña. Hitler manifestó que los británicos aceptarían la paz, cuando la URSS fuese derrotada con estrépito, ya que los soviéticos estalinistas eran su última esperanza de frenar a la eficiente máquina bélica de la Wehrmacht. “Finalmente, Hitler enfatizó que la URSS, bajo el poder comunista, era una estructura carcomida: bastaría dar una patada fuerte en la puerta, aseguró, para que el estado soviético se desmoronara”. Una vez derrotado el sistema criminal estalinista; Alemania y Gran Bretaña serían los dueños del mundo, con multitud de satélites. Ya estaba en marcha el Reich de los Mil días. Por lo tanto, las campañas de Noruega, Dinamarca, Francia, Checoslovaquia y Polonia, no eran más que campañas de entrenamiento o impuestas para la Wehrmacht, pero la guerra contra la URSS fue deliberadamente buscada. “Un ejemplo de la rusofilia de muchos mandos germanos lo encontramos en el mariscal alemán que dirigiría al Grupo de Ejércitos Centro en el avance sobre Moscú en 1941, von Bock. Su nombre de pila era Fedor, la versión rusa de Federico, y no Friedrich, la versión alemana del mismo nombre; sus progenitores lo habían elegido porque los von Bock tenían fuertes vinculaciones con Rusia, donde muchos miembros de otras ramas de la misma familia habían sido dignatarios y oficiales de los zares. Durante los para ellos amargos años de la República de Weimar, los militares de la ‘Reichswehr’ habían tenido un único y muy secreto aliado, el Ejército Rojo”. En aquella Alemania dominada, con puño de hierro, por los miembros del NSDAP o Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, SS y SA y GESTAPO, solamente el estamento militar se había mantenido al margen de los nazis, como había podido y realizando muchos equilibrios, aunque algunos militares se habían afiliado al Partido, medrado y mandado mucho en él, verbigracia el Generafeldmarshall Walter Karl Ernst August von Reichenau, creador del famoso juramento al Führer, entre otros de mayor o menor enjundia. En estas circunstancias solo el ejército resistía al Führer Adolf Hitler y su locura genocida. “Dentro de la Alemania nazi el estamento militar tenía el raro privilegio de ser el único que había escapado en buena medida a la nazificación. Cuando el Führer estaba a solas con sus compañeros de partido les comentaba que el Alto Mando era la única logia que no había logrado disolver. Para Hitler los generales formaban un grupo cerrado con sus ideas propias y un poder autónomo, y de ahí que los calificara como miembros de una logia. Pero Hitler no podía liquidar simplemente a ese núcleo de poder que escapaba a su control absoluto por una razón evidente: deseaba implementar un programa de conquistas, y no podía hacerlo sin el concurso de los militares. Incluso entre elementos de la élite política nazi, la obsesión de Hitler contra Rusia no era enteramente compartida”. Por el lado soviético, Josip Stalin tenía la convicción de que el marxismo-leninismo conseguiría derrotar, de forma paladina y fehaciente, al capitalismo en fase imperialista y enfrentado entre sí, y de esta forma la revolución comunista estallaría y vencería sin el más mínimo género de dudas. Stalin, el taimado y maquiavélico georgiano, tenía la certidumbre de que si se deseaba fortalecer el bolchevismo, era justo y necesario dotarlo de una maquinaria militar de primer orden. Creando un genocidio sin precedentes, se encargó de trasladar a millones de campesinos a trabajar en la industria armamentística. De este modo, millones de soviéticos murieron de hambre y de trabajo, pero el proceso de industrialización de la URSS fue tan rápido como nunca se había visto en Europa. Se produjeron cañones, tanques y aviones en tal cantidad, que superarían con mucho a las mismas cifras de Alemania. Para todo ello Stalin realizó numerosas purgas de disidentes en el PCUS, y de esta forma se iba a evitar la más mínima crítica a cualquier programa o idea que tuviese el líder supremo de la URSS. “El terror como sistema de control de las masas se había establecido en la URSS con Lenin, pero Stalin lo llevó al paroxismo. Y todo con el objetivo de fortalecer su brazo armado, el Ejército Rojo”. Ya están los dos regímenes más criminales de la Historia prestos para lanzarse uno contra el otro. Lo grave del caso es que solo desapareció uno, el nazismo, mientras que el otro, tan perverso y siniestro, el comunismo, sobrevivió desgraciadamente. Obra sobresaliente y recomendable al 100%. “Donec Bithynio libeat vigilare tyranno”. Puedes comprar el libro en:
Noticias relacionadas+ 0 comentarios
|
|
|