Dentro de la rica colección de narrativa histórica o novela histórica sensu stricto, hoy les presento una obra imbuida del devenir de la Baja Edad en los Reinos de León y de Castilla. Es preciso recordar al autor de este volumen, que Juan II, el padre de Isabel I “la Católica”, es Rey de Castilla, indudablemente, pero también de León, como figura constante y continuamente, en las legislaciones y en las titulaciones regias, y así debe constar. Lo que está claro y nítido en todo lo relativo a la documentación de uno de los grandes prelados del momento histórico a narrar, como es el prelado segoviano Rodrigo de Arévalo. Por consiguiente, ya no se puede admitir, aún en la magnífica novela histórica que hoy tengo el honor de presentar, la negación a lo legionense. Estamos en el final del Medioevo, época convulsa como pocas, ya que la violencia y la sangre de los magnates fluye bélicamente. El centro del enfrentamiento estriba en la lucha sin cuartel entre los dos clanes del momento más importantes, se trata de las casas de Salazar y de Velasco; ambos, ya en la época moderna, se seguirán enfrentando. El primero de ellos llegará como Zalazar a la América Hispana. Los personajes centrales son: el vizcaíno Lope García de Salazar, y el castellano Pedro Fernández de Velasco. Ambos clanes pretenden, per se o por medio de sus fideles, el enriquecimiento familiar, llevando las mercancías desde los puertos de Cantabria hasta las tierras de las Mesetas leonesa y castellana, donde están los mercados y el comercio para la distribución peninsular. En la Baja Edad Media nacen las villas y las ciudades en las Españas; la pujanza de la burguesía es fuera de serie, ella decide en las cortes, ya desde las Cortes del Reino de León, del año-1188, las primeras de Europa y, según la Unesco, Cuna del Parlamentarismo, creadas por un joven de 17 años llamado Alfonso IX de León, en ellas participarán por vez primera los ciuis singulis electis ciuitatis o ciudadanos singulares elegidos por las ciudades; y conociendo la categoría del Reino de León de ‘SEÑORÍO DE MUJERES’ es lógico pensar que también participarían mujeres. Además, los medios de comunicación mejoraron lo suficiente como para que estas villas y ciudades se encerraran dentro de sus murallas, impidiendo a los magnates que les marcaran ningún tipo de norma y, sobre todo, apoyarían a los soberanos contra estos condes; para incrementar el movimiento de los capitales y de las mercaderías. Una buena parte de esta novela-histórica está fundamentada, de forma total y absolutamente fehaciente, en hechos totalmente documentados, pero para que una obra de este tipo tenga un desarrollo coherente es justo y necesario que los hechos inventados estén rodeados de un obvio y prístino halo de realidad, cuanto mayor sea el hecho mucho mejor para la novela-histórica a referir. “Las casas de Salazar y Velasco se enfrentaron durante dos siglos por el control de las rutas a los puertos del Cantábrico. Las primeras generaciones, establecidas en territorio burgalés, lo hicieron por el dominio de los accesos desde la meseta. La de Lope García y la de Pedro Fernández dirimieron sus diferencias en las Encartaciones del señorío de Vizcaya, cerca ya de la costa”. Lope García de Salazar fue un personaje que vivió entre 1399 y 2ª mitad del siglo XV. Las investigaciones actuales, correctas, sobre su poderío físico, nos refieren que medía unos 1’85 metros de estatura. Era, por consiguiente, un ser humano imponente en todos los sentidos del término. Fue un importante historiador en su época, y un más que notable estratega militar. Su adversario, Pedro Fernández de Velasco era uno de los magnates por antonomasia de los reinos de Castilla y de León, sus dominios ingentes podían ser considerados como un auténtico ‘Estado’ dentro de los territorios regios del momento. Los Velasco eran muy superiores a los Salazar, en poderío e influencias. El tercero en discordia, Pedro López de Ayala pactaría con Pedro Fernández de Velasco, a pesar de su enemiga natural y habitual, la cesión de las tierras de Lutxana y demás territorios de su pertenencia en los territorios de Baracaldo, como garantía de pago, para de esta forma conseguir ayuda militar, pura y dura, contra los intereses de Lope García de Salazar. Este último sería abandonado por muchos de sus parientes y de sus ‘fideles’ en los momentos de mayor necesidad bélica. El clan todopoderoso de los Velasco pudo reunir, sin muchos problemas, un ejército de cinco mil infantes y trescientos caballeros. Tampoco se podría obtener mucha mediación por parte del monarca de Castilla y de León del momento histórico narrado, hombre pusilánime y no muy trabajador, que solía dejar los asuntos en las manos autoritarias y poderosas de su ‘valido’ el conde don Álvaro de Luna; estamos hablando del rey Juan II, padre de Enrique IV, y de Isabel I “la Católica”. El monarca citado tenía sus tactismos personales mucho más dirigidos al mundo de la caza y de la cetrería, que al de la política o la gobernación de los reinos de León y de Castilla. “Lope García de Salazar, además de hombre belicoso y díscolo que dedicó todos sus esfuerzos al engrandecimiento de su linaje, fue un gran aficionado a la escritura y a la Historia, y se le considera el primer cronista de Vizcaya. Se trata de un caballero poco conocido a pesar de ser autor de las célebres ‘Bienandanzas e Fortunas’, obra de referencia para el estudio de las guerras de bandos. Constituye la primera historia universal finalizada escrita en lengua castellana, redactada entre 1471 y 1476”. El texto tiene una agilidad grandiosa, lo que le otorga una tensión narrativa que nos lleva casi hasta una obra por imágenes. Esta obra recibió el IV Premio del Certamen Internacional de Novela Histórica ‘Ciudad de Úbeda’. Los calificativos de lo narrado se pueden resumir, sin ambages, en honor, poder, ambición, amor y odio. En suma, que son personas que presentan los mismos comportamientos de las actuales, ya que no suele haber nada nuevo bajo el Sol. Reitero que, desde hace unos años, se están escribiendo, sobre todo en las Españas, novelas-históricas de una gran calidad, que enriquecen el ensayo histórico sobre el que se fundamentan; este hecho es fidedigno en la obra que hoy tengo el placer de analizar, a la que le otorgo todo tipo de parabienes, y deseos de fortuna. “Nobis cum semel occiderit breuis lux”. Puedes comprar el libro en:
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