El libro recientemente publicado por Ediciones B y escrito por el catedrático de Estudios Norteamericanos José Antonio Gurpegui constituye su segunda incursión dentro del mundo de la narrativa. Con un bagaje profesional y académico que habla por sí solo, Gurpegui ha bifurcado de forma magnífica su carrera al combinar sus deberes como investigador y profesor universitario con una carrera literaria que, aun estando en sus albores, goza ya de un reconocimiento notorio. Ninguna mujer llorará por mí (2021) se ubica dentro de una tradición ya consagrada dentro de la literatura española contemporánea. Y es que la guerra civil española se hace latente en textos tan antológicos como El corazón helado (2007) o Los pacientes del doctor García (2017) de Almudena Grandes o La voz dormida (2002) de Dulce Chacón. Ya sea como telón de fondo, como es el caso en esta segunda novela de Gurpegui, o como tema principal, la guerra civil y sus consecuencias humanas se han visto reflejadas en una ingente cantidad de textos, independientemente de su popularidad u ostracismo. En Ninguna mujer llorará por mí, el lector accede a una historia personal, la de Merche Tellechea, la mujer más joven en recibir la cátedra universitaria y portadora de un apellido que conlleva un legado y una tradición a veces insufribles. Esta historia, que no es más que parte de una vida y que podría ser la historia de otras tantas personas en España, también se ve irremediablemente salpicada por el tema de la guerra civil. Aunque más prominentemente habla de esos años en los que “España todavía no estaba preparada para soñar” (136), vemos cómo familiares más mayores han sido participes activos en dicha contienda desde un bando u otro. El libro narra el viaje iniciático que, hasta cierto punto, cambia la vida y la mentalidad de la protagonista. Este viaje se inicia cuando conoce al padre que le faltó durante toda su vida, y se desencadena tras conocer de la existencia de unas cartas que Tony Mera – su padre y un reconocido fotorreportero de guerra exiliado a la fuerza – le fue dejando cada cinco años en distintos puntos geográficos. Sin embargo, tal y como refleja el libro, toda historia tiene dos versiones. Ya lo expresó Machado en su particular estilo: “¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela.” Ninguna mujer llorará por mí es, sin duda, una novela que versa sobre esa necesidad tan humana de buscar respuestas, pero también de los hallazgos del camino y de cómo todo este proceso nos cambia para siempre. Y por supuesto, de forma más sutil, esta segunda novela de José Antonio Gurpegui nos enseña que la verdad nos hace libres, pero que ciertas verdades hay que saber interpretarlas. De una forma similar, la carga narrativa se la reparten dos voces difíciles de distinguir al principio, pero que se identifican con más claridad conforme nos acercamos al final de la novela. A riesgo de emitir algún juicio o análisis que lleve al destripe de alguna parte fundamental del libro, me limitaré a decir que este desglose de voces narrativas constituye un acto metaficcional exquisito para el lector. Por un lado, tenemos la voz narrativa cercana y más directa, pues habla desde la primera persona y se comunica directa y expresamente a Merche, nuestra protagonista. Por otro lado, existe otra persona narrativa en cada capítulo que ofrece una versión más novelada de la historia, una versión más omnisciente y despegada del plano diegético del libro. Ninguna mujer llorará por mí es por tanto un libro tremendamente emotivo y humano, pues nos muestra la evolución de una persona que ve su vida afectada por un pasado que se vuelve presente para ella. Pero también es una novela apetecible para el lector más exigente que busca una lectura más fuera de lo convencional, pues este juego metaficcional que funde el plano diegético y el plano extradiegético proporciona un valor literario añadido a esta obra. De este modo, algunos personajes, ya sean secundarios o principales, participan de la recreación de esta fascinante historia de una mujer huérfana de padre y de explicaciones. El narrador intradiegético – el más cercano a la protagonista – nos ofrece ese punto de vista más personal y quizás más ignorante de algunos factores determinantes de esta historia. El narrador extradiegético – el narrador por antonomasia – es quien se ocupa de darle una forma narrativa a la historia y nos la emplaza en un estilo narrativo tradicional y común a todo lector. Esta narrativización conlleva cambios significativos que se hacen incluso más agudos en el epílogo, el cual es, a mi parecer, fundamental para dar cierre a esta novela. Por último, las cartas del padre de la protagonista constituyen el nivel metadiegético. Este nivel ocurre, siguiendo a Elena Cuasante, cuando “uno de los personajes se convierte en personaje-narrador” (2015: 17). Toda historia narrada dentro de una historia – o narración en segundo grado – pasa a ser ‘metadiegética’ o ‘meta-metadiegética’ si se realiza en otros niveles más profundos. Por tanto, como ya se ha mencionado, esta novela constituye un relato que se une a narrativas situadas en el contexto de la España dictatorial y que representa las consecuencias y los dramas que muchas personas se vieron obligadas a enfrentar. Asimismo, Ninguna mujer llorará por mí es un viaje personal que lleva a cabo la protagonista a fin de encontrar (o reconfigurar) su propia persona a través de la importante tarea de conformar quién fue su padre y cuál fue realmente la historia de su vida. Y es durante este viaje iniciático cuando el lector, del mismo modo, sufre irremediablemente un cambio de perspectiva, pues esta narración tan sugerente, llena de preguntas y de historias sin resolver nos evoca una pregunta intrínsecamente humana: ¿quién soy realmente? José Antonio Gurpegui, con esta segunda novela, ha demostrado que tiene los medios para seguir creciendo en una nueva etapa como escritor y que, además, escribe con los conocimientos que solo una carrera como catedrático de una universidad y una vida leyendo pueden aportar. ENVIADO POR JOSÉ ANTONIO SIERRAPuedes comprar el libro en:
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