Este libro busca ayudar a las personas a responder preguntas como: ¿De qué modo el hecho de comprender cómo funcionamos nos permitirá ser más felices y relacionarnos mejor con los demás? ¿Cómo determina nuestro género la manera de relacionarnos? ¿Dónde ponemos el límite entre la entrega y el amor a los demás y la propia estima y el amor propio? Hablamos de todo ello con su autor, el doctor Benito Peral. ¿A qué se debe la creciente importancia de la salud mental en la sociedad española y en el debate público? Fundamentalmente a que el concepto de salud mental ha cambiado. Antes salud mental era equivalente a ausencia de enfermedad mental. Y un enfermo mental era un loco. Hoy la salud mental se relaciona con un estado de bienestar psíquico, al que todo el mundo aspira. Al psiquiatra y al psicólogo clínico no sólo acuden las personas que sufren trastornos mentales sino otras muchas que refieren inseguridad e insatisfacción en sus vidas y en sus relaciones interpersonales. Además la situación por la que estamos atravesando de pandemia ha causado estragos en la población general. El Covid-19 nos ha enfrentado a la incertidumbre, nos ha mostrado lo vulnerables que somos, nos ha puesto delante de la muerte y todo esto nos genera miedo, angustia, ya no pisamos tierra firme. Nadie imaginaba esto y ha sucedido, cualquier cosa puede suceder en cualquier momento, la inseguridad va a acompañar a varias generaciones. En este contexto se entiende el interés por la salud mental, porque el virus que está matando a tantas personas está dañando psicológicamente a toda la sociedad. En su libro hace hincapié en la importancia de convivir con uno mismo, además de con los otros. ¿Nos cuesta cada vez más soportarnos y estar con nosotros? ¿Y a qué se debe? La cuestión que me plantea tiene muchas vertientes y resultaría muy extenso abordarlas todas, quiero detenerme sólo en una que tiene relación con la revolución de las nuevas tecnologías. Hay muchas personas que están continuamente enganchadas al móvil, desde la mañana a la noche. Viven hacia fuera y no se detienen ni por un momento en quedarse solos consigo mismo. Ensimismarse es también necesario. Recogerse en uno mismo, sentirse, tomar conciencia de la realidad de cada cual, meditar. Las nuevas tecnologías nos acercan a los que están lejos y nos alejan de los que están cerca y del que está más cerca de mí que soy yo mismo. Evadirse, divertirse, qué duda cabe está bien, pero habría que recordar aquella sentencia de Sócrates: “Nada en demasía”. ¿De qué modo el hecho de comprender cómo funcionamos nos permitirá ser más felices y relacionarnos mejor con los demás? “Conócete a ti mismo” era la sentencia inscrita en el atrio del templo de Delfos, uno de los lugares más sagrados de la antigüedad. Si me conozco bien sé de mis fortalezas y también de mis debilidades, de mis límites. Eso me dará una visión realista de mi persona, de qué cosas debo corregir y qué empresas puedo afrontar. El autoconocimiento lleva además al conocimiento de los demás. Comprendernos a nosotros mismos facilita la comprensión de los demás, porque en el fondo no somos tan distintos. Pero por otro lado tendríamos que considerar que comprender no es enjuiciar, la comprensión nos abre a la tolerancia y si comprendiéramos más y enjuiciáramos menos todo nos iría mejor. Otro debate profundo en la sociedad es el del género y la biología ¿Cómo determina nuestro género y nuestro sexo la manera de relacionarnos? Me temo que mi respuesta no va a gustar a muchos porque empezaré por decir que no somos iguales, que hombres y mujeres somos muy distintos. Es obvio que tenemos que ser iguales en derechos y que esto no debe ser un objetivo sino un principio irrenunciable. Pero somos afortunadamente muy distintos y esa diferencia nos hace complementarios. En el libro hago referencia al influjo que la biología tiene sobre nuestro psiquismo. Encontramos diferencias en el funcionamiento cerebral de hombres y mujeres; las hormonas nos condicionan mucho más de lo que podemos imaginar; la maternidad y la paternidad por mucho que nos empeñemos son fenómenos distintos por completo; la sexualidad de hombres y mujeres es también muy diferente. Pensamos, percibimos, sentimos y nos relacionamos de manera distinta y esta diferencia no es exclusivamente debida a aspectos culturales, sino condicionada también por aspectos psicológicos y biológicos. Otra cuestión clave para muchos: la de los límites ¿Dónde se debe poner el límite entre la entrega y el amor a los demás y la propia estima y el amor propio para llevar una vida completa? No veo que haya conflicto alguno entre amar a los demás y amarnos a nosotros mismos. El amor es la necesidad de salir de uno mismo, descubrir un tú para vivir un nosotros. Buscando la felicidad de la persona amada encontramos también la nuestra. Creo que el amor es valor supremo y que la medida del amor es amar sin medida. Puedes comprar el libro en:
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