Conocida con el sobrenombre de Kath Walker, nació en 1920 en Australia. Durante toda su vida, hasta su muerte acaecida en 1993, destacó por su importante e incansable activismo en defensa de los derechos de la población aborigen australiana. Dedicó tiempo y afán a fomentar la educación entre los sectores más desfavorecidos y marginados de su país, a la vez que participaba en política para concienciar a sus líderes de la necesidad de apoyar y desarrollar la cultura autóctona. Ocupó el cargo de secretaria de Estado del Consejo Federal para el Progreso de los Aborígenes e Isleños del estrecho de Torres en Queensland. Mujer decidida en la lucha a favor de los derechos sociales, tuvo un gran reconocimiento como artista y su poesía se estudia hoy en las universidades. Convencida de reformas sociales igualitarias, refleja el esfuerzo por la consecución y la garantía del desarrollo de los pueblos aborígenes sin distingos. Movilizaba a jóvenes y creó corrientes de opinión ideológica en contra de posturas cerriles encarnadas por mandatarios durante la década de los años 60.
Muestra de ese talante, su primer libro de 1964: We Are Going (Vamos). Fácil suponer la conmoción de los cimientos bien armados de una sociedad ciega ante la realidad presente.
Poesía descarnada que la encumbró a la fama entre críticas y desaires acusándola de propaganda. Etiqueta asumida por la autora para seguir plasmando con total convencimiento su orgullo identitario: una mujer aborigen abanderando su origen sin tapujos ni trabas sociales. Entendía la escritura como herramienta capaz de mover y de cambiar parámetros anquilosados y desfavorecedores. Equidad y ecuanimidad son los resortes literarios que animan su modus vivendi, materia para un documental Shadow Sister en el que se refleja la actividad del Centro Educativo y Cultural Noonuccal-Nughie fundado por ella misma en su propiedad Moongalba. Allí desarrolló a conciencia su ideario pedagógico basado en el equilibrio humano con la naturaleza. Formadora de formadores, comprometida con el entorno y con la humanidad más diversa. Mujer templada y llena de arrojo, apoyó la campaña política del Partido Demócrata, basada en contenidos humanitarios. Adelantada a su tiempo, preconizaba la sostenibilidad del planeta tan de moda en la actualidad. Dejó profunda huella su testimonio vital y fue premiada en numerosas ocasiones; se sintió en la obligación de devolver la nominación de miembro de la Orden del Imperio Británico en 1987 como protesta en contra de las celebraciones del bicentenario de Australia, y de esta manera mostrar su disgusto para reclamar lo que se debía a su pueblo que padecía una situación difícil. Coherente hasta el tuétano, contumaz en sus reclamaciones. No había doblez en sus entretelas: deseo de restaurar lo que era justo para la población aborigen de la que ella ha resultado ser un magistral y palmario epítome.
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