Estoy perplejo e irresoluto ante esta nueva novela-histórica hispana, y admirado de la cantidad ingente de seguidores que genera ese inexistente y anhistórico concepto denominado como Castilla o lo castellano; que energía demuestran los castellanos desde el año 1230, en que el primigenio infante leonés, Fernando Adefónsez, luego rey Fernando III “el Santo” de León y de Castilla orilló, pisoteó y esquivó, arteramente, el testamento paterno-regio de Alfonso IX de León “el de las Cortes”. Mientras tanto la corte imperial legionense y sus cronistas, del Regnum Imperium Legionensis, estaban en Babia o dormían en el seno del profeta Abraham. El autor que es matritense debería conocer, más si cabe, que Madrid fue reconquistada por el Magnus Basileus Rey-Emperador Ramiro II “el Grande” de León “el Invicto de Simancas”; y en segunda ocasión y definitiva por el rey-emperador Alfonso VI “el Bravo” de León. Solamente pasará a Castiella, paradójicamente por la herencia filial de otro monarca legionense: Alfonso VII “el Emperador” de León. Esto viene a cuento por el forofismo global, inclusive prologal, del autor con Castiella. Sorprende el título, ya que no existe la Guerra de las Comunidades de Castilla, porque Burgos o Caput Castellae lucho, por el ¡vil metal dinerario!, en el bando del Emperador Carlos V. Aunque sí existen comuneros en Castilla, pero no comuneros de Castiella (vocablo que define en llingua llionesa a la Región-Reino de Castilla). ¿Conoce el ínclito don Lorenzo Silva a la pléyade, yo tengo documentados más de 50, de los Comuneros del Reino de León: Salamanca+Zamora+León+Coria? El preámbulo viene a cuento, por las manifestaciones del autor en relación a que su novela-histórica acababa con la mítica errónea sobre el toledano Padilla, el segoviano-castellano Bravo y el LEONÉS-DE-SALAMANCA Maldonado; estimo que ha incrementado el hecho mítico. Esto no obsta a que la obra presente una riquísima forma de escribir, léxico amplio, fama global en todas las Españas, y sigo recomendando su lectura y posesión; ya que un servidor, como historiador que soy, agradezco ad infinitum, la calidad indubitable de casi toda la novelística histórica que se escribe desde hace años en el planeta Tierra, completando y enriqueciendo a los manuales de Historia sensu stricto. ¡Ah!, por cierto, sus parientes salmantinos no han sido, son y serán nunca castellanos, debe documentarse más; ya que Salamanca, la Helmantika de vacceos y vettones, es ciudad del Reino-País de León; y sus ciudadanos son-han sido-serán leoneses; y no castellanos. Hoy, dentro del Engendro Autonómico de León y Castilla; León, Zamora, Bierzo y Salamanca es la parte llamada León de esa Autonomía. Toledo no es Castilla, reconquista del Reino de León con el citado Alfonso VI de León, será siempre Reino de Toledo. Pasaré, ahora, ya era hora, a acercarme al texto novelado. La obra de más de 350 páginas está dividida en capítulo narrativos esclarecedores. “La épica revuelta del pueblo de Castilla contra el abuso de poder de Carlos V culminó en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Las tropas imperiales arrollaron a las de las Comunidades de Castilla y decapitaron a sus principales capitanes: Padilla, Bravo y Maldonado. Aquella jornada marcó el declive definitivo de un próspero reino que se extendía a lo largo de tres continentes y cuya disolución dio lugar a un nuevo Imperio que se sirvió de sus gentes y de sus recursos. Desde entonces, Castilla y los castellanos han sido vistos como abusivos dominadores, cuando en realidad su alma quedó perdida en aquel campo de batalla y ha languidecido en tierras empobrecidas, ciudades despobladas y pendones descoloridos”. Los pendones mayoritariamente, y casi con exclusividad son de las juntas vecinales y los conceyus del Reino de León, y no de Castilla. La cuestión fue más grave, ya que en ese momento se planteó un auténtico rejuvenecimiento histórico de la Edad Moderna; ya que se manifestó incluso en la elección del rey de que se tratase. Las ciudades defendieron su identidad con fuerza, frente a un monarca que no había sido la preferencia afectiva y política de su abuelo, Fernando “el Católico”, y bien que pagarían con creces los territorios de las Españas para sostener con sangre, sudor, lágrimas y dineros, todas las apetencias políticas y dinásticas de aquellos borgoñones tan poco españoles. “Esta novela es un viaje a aquel trabajo, nacido de un sueño de orgullo y libertad frente a la ambición y la codicia de gobernantes intrusos y, en paralelo, del descubrimiento tardío del autor, a raíz del extrañamiento y el rechazo ajeno, de su filiación castellana y del peso que esta ha tenido en su carácter y en su visión del mundo”. La obra, léxicamente impecable, termina con la visión de María Pacheco, la delicada e inteligente viuda de Juan de Padilla, en la primavera de 1531 desde Oporto, en la vecina Portugal. Esta mujer eximia está muy delicada de salud, aunque solo tiene 34 años, y debió trasladarse desde Braga, la antañona Braccara Augusta, hasta la ciudad marítima citada, en busca de los beneficios que le puedan proporcionar los aires marinos. En febrero de 1522 debió abandonar Toledo, ya que los nuevos dueños-administradores de la ciudad, proclives a Carlos V, la obligaron a abandonar la ciudad, ya que era persona molesta y no grata. Su hermano, capitán general de Granada, Luis Hurtado de Mendoza sirve al vencedor; ella está condenada a muerte por el Emperador Carlos de Gante, que desde que desembarcó en Tazones, y luego llegó a Villaviciosa, no ha generado, con su cómplice Adriano de Utrecht, más que extravíos entre los hispanos. “La noticia de la muerte de Padilla provocó en Toledo muestras de dolor jamás vistas. Lloraban en sus casas y por las calles hombres y mujeres, jóvenes y viejos, gente principal y del común”. El rey Manuel I de Portugal aceptó a los comuneros huidos, aunque por la presión imperial decretó la expulsión inmediata, lo que nunca se llevó a efecto. También estaría asilado Pero Laso de la Vega, que estuvo ahí hasta que le llegó el perdón imperial. “1521. La revuelta de los comuneros contra Carlos V: un sueño de orgullo y libertad que marcó la identidad española”. El autor indica sobre lo dificultoso que es realizar una novela-histórica, por lo que ha preferido transformarla en sustancia narrativa. En suma, recomiendo su lectura y su trama, sabiendo el hecho histórico de su fundamento. ¡Suerte y fortuna! “Extra Historiam nulla salus Regno Legionis. ET. Pulvis, Cinis, nihil”. Puedes comprar su libro en:
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