Estamos ante una biografía completa y estupenda, sobre uno de los mayores personajes totalitarios de la historia de la humanidad. Creó las condiciones necesarias para que su ideología comunista pudiese eliminar, sin ambages, a millones de adversarios sensu stricto, y aherrojase a decenas de naciones durante muchos años. El prologuista es el periodista Federico Jiménez Losantos, que abunda en mi aserto, y define, sin ambages, a Vladimir Ulianov como “PARA EXPLICAR LO INEXPLICABLE: LENIN O EL MAL ABSOLUTO”. Está claro que el leninismo, que paradójicamente sigue teniendo mejor prensa que su primo el nazismo, se encuentra en la ejecución de las cancelaciones y prohibiciones culturales realizadas por motivos políticos, y en la eliminación pura y simple de la más mínima disidencia. “…la denigración de ideas y personas por lo mismo, en los aparatosos movimientos cíclicos de opinión que unos medios de comunicación convertidos en jueces, abogados, fiscales y verdugos imponen sobre lo que se debe pensar sobre el clima (o serás terraplanista), sobre la mujer (o serás violador), sobre los animales (o serás torturador) sobre la historia (o serás fascista) o sobre cualquier cosa que divida a la sociedad y obligue a someterse a lo indiscutible, so pena de muerte civil (por negacionista). Puro Lenin”. Es obvio que sorprende, todavía en el siglo XXI, que desde el punto de vista de estudio histórico puro y duro, se deja a Lenin al margen de Stalin, el hombre de hierro del leninismo soviético. Lenin es el creador del ulterior desarrollo del estalinismo, quien solo hizo pragmatismo de la teoría ya experimentada por Lenin. Desde el monopolio político del partido único, que se equipara al Estado; el monopolio de esa ideología que lo dirige todo y en todos los ámbitos, incluyendo la historia, la ciencia, y los medios de comunicación; el Partido-Estado monopoliza todos medios de producción, por lo que la propiedad privada es anatema; para todo ello es necesario aterrorizar a los ciudadanos, indicando de forma prístina lo que les espera si critican, y esto es el paradigmático terrorismo de Estado. Aunque quizás este último apartado ya se crease, probablemente, en la Antigüedad histórica conspicua del Imperio Asirio. En el año 1956, Jruschov, por propio interés personal y de dominio total sobre la URSS, deslegitimó cínicamente a Stalin, pero dejó incólume a Lenin. “Lo malo fue que Occidente, tras su alianza con la URSS en la Segunda Guerra Mundial desde 1941 y olvidando la alianza de Stalin con Hitler desde 1939, que duró hasta que Hitler le atacó, asumió esa superchería. Tanto, que la definición académica de ‘totalitarismo’ por Hannah Arendt deja fuera a Lenin, pese a la evidencia de que lo creó precisamente él”. Todo tenía con fin último evitar la equiparación entre nazismo y comunismo, que no obstante se reconocía como lo menos malo de ambos, el hitlerismo era lo peor. Esta obra magnífica desenmascara esa ridícula e inexplicable resurrección del leninismo, siendo los creadores toda una legión de profesores norteamericanos; “obesa, que no famélica legión simiescamente imitada en todo el mundo”. Está claro que se puede decir con claridad meridiana, que estamos ante una biografía superlativa, fuera de serie, sobre uno de los seres humanos más perversos y pérfidos de todos los tiempos. Detrás de esta ideología, del comunismo, del nacionalsocialismo, y de sus dirigentes, solo existe, sin circunloquios, el afán inmoral de poder, que suele subyacer en un buen número de varones y mujeres habitantes del planeta Tierra. ¡Es preciso decir a los demás como tienen que vivir, disfrazándolo todo de pragmatismo para mejorar, cínicamente, las condiciones de vida de los congéneres! Los más capacitados para realizar esta labor catártica son, como es de rigor, los conversos, y Courtois lo es, y de pura cepa. El autor dirigió la edición del Libro negro del Comunismo, y fue antiguo militante del comunismo maoísta, ideología genocida por antonomasia. Es obvio que el renacer comunista no se observa con la misma mirada en el resto de naciones que conformaron la URSS, una de ellas es la Pequeña Rusia, es decir Ucrania, donde tienen memoria fehaciente de lo que fue el Helomodor o ‘exterminio por hambre’, hambruna que se produjo entre los años 1932-1933, siendo el responsable absoluto el georgiano Stalin contra los campesinos de la Ucrania Oriental cuya capital es Donetz; y murieron millones de varones, mujeres y niños. De esta forma se borraba, de un plumazo genocida, cualquier tipo de veleidad identitaria de los ucranianos. A continuación inauguró el ‘memoricidio’, por el que se castigaba con la muerte o con Siberia, hasta incluso los años-80 del pasado siglo, a todas las víctimas que se atreviesen a señalar a sus verdugos. “Apenas recuperado, frené en seco ante una estatuilla de Lenin de metal que compré por unos pocos dólares, no solo por una vieja costumbre de regatear, sino porque esa estatuilla representaba a un Lenin inquietante ante el que uno de mis amigos rusos comentó de inmediato: ‘¡Estás viendo la mirada de un loco’!”. Y bien que saben los ucranianos de correcta consciencia histórica quien fue el personaje histórico ruso, que se encargo de inaugurar la URSS con la declaración de guerra a la Ucrania independiente. El culto a su personalidad, una auténtica idolatría, se produce ya cuando muere el 23 de enero de 1924, y será cualificado como ‘el genio de la revolución’. Se crearon lugares para honrar su memoria, en sitios donde hubiese residido, desde Londres hasta Longjumeau, pasando por Zúrich, Ginebra o Capri, y sobre todo en París donde hasta hubo un Museo Lenin. En la guía Badeker, que nació en 1932, se escribía sobre el pueblo de Simbirsk donde había nacido Vladimir Ilich Ulianov, lo siguiente: “Simbirsk, ciudad de 39.000 habitantes y cabeza de partido de la región, está construida en anfiteatro sobre la orilla escarpada del Volga y presenta una vista muy pintoresca. La colina sobre la que está situada, de 125 metros de altura, se encuentra entre el Volga y el río Sviyaga, su afluente. Esa ciudad es la residencia del gobernador civil y de un obispo griego. Tiene veintitrés iglesias, entre ellas dos catedrales católicas griegas, una iglesia católica romana y una luterana. También hay una mezquita, dos conventos y muchas fábricas. Pesca y comercio importantes. Famosa feria en la primera semana de Cuaresma”. En suma, una obra sobresaliente, que recomiendo vivamente. “Alea iacta est, ET, veni, vidi, vici”. Puedes comprar el libro en:
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